El gobernador del Banco de España, Luis María Linde.
Los últimos informes del Banco de España constatan dos argumentos que, curiosamente, coinciden con algunos de los economistas no ortodoxos, y también con las posiciones políticas de aquellos que no forman parte del status quo. Por un lado, el Informe anual de 2016 revela algo que es un secreto a voces: gran parte del crecimiento diferencial español se debe a factores exógenos (precio del petróleo, política de compras de deuda del BCE y relajación presupuestaria por parte de la Comisión). Es decir, no hay ningún milagro, como tampoco lo hubo en 1996, ni en 2004-2007. El resto del crecimiento viene determinado por el enorme efecto desviación de comercio que supone el flujo añadido de turismo que nos prestan algunos países afectados por atentados terroristas. Estos factores transitorios, siendo simétricos en otras latitudes, tienen menor peso que en España, lo que explica el crecimiento diferencial.
El Banco de España ha sorprendido quitado todo mérito a Rajoy del crecimiento diferencial a partir de 2014
El segundo gran argumento que esgrime el Banco de España es el hecho que los beneficios empresariales siguen creciendo muy por encima de los salarios, aunque realmente no se sepa con fiabilidad en España ni el nivel, ni el incremento de los salarios. Esta aseveración, más propia de populismos trasnochados, nos estaría diciendo que la supuesta recuperación o salida de la crisis no es tal, ya que esta desigualdad es propia de episodios recesivos o fases muy tempranas de recuperación.
El radicalismo se deja notar en la alerta mayor crecimiento de los beneficios sobre los salarios
Gráfico 1. Evolución de márgenes empresariales y salarios
A pesar de la cautela con la que deben analizarse estos resultados, ya que provienen de la Central de Balances, una estadística con un cierto sesgo de selección no desdeñable, si corroboran alguna de las percepciones que tenemos los radicales: en España no estamos en una fase real de recuperación, sino todavía en otra en la que, quitando los efectos exógenos, presentaríamos un crecimiento prácticamente estancado. Pero además de esto, que es muy serio, la forma de distribución del crecimiento es muy asimétrica, provocando aumentos significativos de la inequidad. Lo más llamativo es que al Banco de España sólo le preocupe que los incrementos del precio del curso no se trasladen a márgenes o a salarios, haciendo suyas las tesis de la Consejera de Empleo del Gobierno Vasco que asegura, sin ruborizarse, que se puede vivir dignamente con 600€/mes.
La preocupación del Banco de España por los efectos de segunda vuelta en salarios y beneficios del alza de precios del crudo está muy obsoleta
Más allá de los sesgos de la estadística, lo que se pone de manifiesto es que el poder de negociación entre empresas y trabajadores definitivamente se ha inclinado a favor de los primeros, lo que sin duda va a ser la tónica en el mundo occidental a partir de ahora. El peso del desempleo estructural, la desmovilización sindical y el carácter autoritario en lo político y en lo económico de las organizaciones patronales, jaleados desde el poder político y mediático, son factores ya estructurales y no coyunturales. Esto se deja notar en el reparto de la tarta de la Renta Nacional en el que se constata la pérdida de peso de los salarios y el trasvase de dicha parte a los beneficios empresariales, y en menos grado a los impuestos.
La evolución del peso de salarios y beneficios en la renta Nacional recuerda más a una fase muy temprana de salida de una recesión que de una recuperación
Por tanto, aquellas secuencias teóricas que nos contaban nuestros mayores en los púlpitos universitarios ya no tienen sentido. En ellas se pontificaba que cuando los salarios ganan peso sobre los beneficios ha comenzado, con retraso, una fase de declive económico, tras haber alcanzado el cenit de la fase alcista. También nos martilleaban que los beneficios siempre deben comenzar primero a ganar peso, para luego por el efecto del crecimiento del empleo, los salarios recuperan parte, nunca el total, de la parte de la tarta entregada en mor de la recuperación económica.
También alerta el supervisor de un posible problema de competencia que explicaría, en parte, el crecimiento de los beneficios a pesar de que los indicadores de competencia-precio sigan yendo bien, lo que desarmaría la tesis de que el problema de la competitividad son los salarios. Esto también es característico del modelo de acumulación español. Las empresas, sobre todo las grandes, controlan los resortes del poder político para evitar intrusismo, y siendo una economía poco tecnificada, con escaso valor añadido, las prácticas colusorias son muy frecuentes, siempre apoyadas por los dos grandes partidos políticos que, a la postre, son los beneficiados en forma de dádivas en Navidad, o con empleos bien regados cuando cesan de sus trabajos a tiempo parcial y en prácticas en el Parlamento.
El Banco de España constata que en España apenas hay competencia, algo que es sabido y consentido hace mucho tiempo
Este llamamiento del Banco de España llega a la par de los nuevos escándalos bancarios que asoman con la situación del Banco Popular y con la exoneración, de momento, de toda responsabilidad penal en la salida a Bolsa de Bankia o del fraude de las cuotas participadas de la CAM. Pero donde nunca decepciona el Banco de España es en las recomendaciones para parar lo que ellos consideran nocivo para la economía española, es decir, todo lo que huela a poder de negociación por parte de los trabajadores. Con este parapeto en la recámara en España y el inestimable apoyo de Bruselas, lo que hay que decir a los trabajadores es que la situación actual de indefensión ya es estructural. Es decir, nunca volverán los días en los que el peso de los salarios gana peso por efecto de la negociación colectiva, antigualla que prácticamente todo el coro político-mediático-empresarial se ha encargado de destruir con el pretexto de la eficiencia.
En suma, el supuesto milagro español consiste en beneficiarse más que los demás de factores transitorios, bajada del precio del petróleo, bajos tipos de interés, relajación fiscal para evitar cambios políticos, compras masivas de deuda, en muchos casos basura, por parte del BCE, cierto grado de oligopolio empresarial y pagar poco y mal a los trabajadores. Sinceramente no sé de qué hay que presumir.
ALEJANDRO INURRIETA Vía VOZ PÓPULI
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