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lunes, 12 de junio de 2017

CRISIS Y DECADENCIA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Que se pone de manifiesto en el actual clima antipartidista y en la creciente desconfianza que la ciudadanía tiene sobre los partidos  


           ¡La República en Marcha!, el movimiento político fundado por Macron hace poco más un año se consolida. El outsider Macron, ya presidente de Francia, ha vuelto a triunfar en la segunda vuelta de las elecciones legislativas y ha obtenido la mayoría absoluta con 308 escaños (y su aliado MODEM 42 escaños) de un total de 577 que tiene la Asamblea. Los partidos políticos clásicos han sido derrotados otra vez, especialmente el Partido Socialista, que solo ha conseguido 30 escaños mientras que en 2012 fue el partido vencedor con 258 escaños. Los Republicanos derechistas han logrado un modesto segundo puesto con 113 escaños. También se han hundido los populismos del Frente Nacional (aunque ha sido elegida diputada Marine Le Pen) y de la izquierda alternativa. Y la abstención ha sido de un 57,4 %, una cifra record que manifiesta el hartazgo del electorado de la política y de los partidos. ¡En Francia el panorama político ya no es lo que era!. La crisis y decadencia de los partidos se intensifica: el terremoto político se ha completado, pues Macron logra su asalto democrático a la Asamblea para cambiar de arriba a abajo la política francesa.



El presidente de Francia, Emmanuel Macron. (Reuters)

           Sí, la política ya no es lo que era en ciertos países. La decadencia de los partidos politicos es imparable. Este proceso comenzó hace años. Desde entonces, en numerosos países se vienen repitiendo manifestaciones callejeras, como las del 15-M de 2011 en Madrid, en las que los indignados ciudadanos desdeñan a los representantes políticos coreando enfáticamente “¡que no!, ¡que no!, ¡que no nos representan!”. El movimiento y las protestas de los indignados antisistema se han generalizado globalmente, pues colectivos de indignados de todo el mundo convocaron a los ciudadanos a “reapropiarse de la política”, que ha sido secuestrada por los políticos que dicen ser nuestros representantes. Ahora, en Francia, el 57,4 % de los electores se han abstenido en las elecciones legislativas del 18 de junio, y "pasan" de los políticos y de los partidos, deslegitimando así al sistema democrático representativo.

          La actual falta de sintonía entre ciudadanos y establishment conduce a enfrentamientos sociales crecientes.  En ciertas naciones ya ha comenzado la venganza de la mayoría silenciosa de ciudadanos. Efectivamente, algunas elecciones o referéndums celebrados desde hace un año hasta hoy han dado resultados sorprendentes: recordemos el Brexit; el presidente Trump de Estados Unidos; la elección de Macron como presidente de Francia, quien no pertenece a ningún partido político, y su victoria en la segunda vuelta de las elecciones legislativas; el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, elegido en primarias por los afiliados, a pesar del Comité Federal, de los barones y de los caciques del PSOE; el laborista Corbyn, que ha sabido revitalizar su partido con la energía que le aporta Momentum, un grupo de presión de izquierdas con más de 24.000 miembros y 200.000 simpatizantes que ven en Corbyn al personaje que puede cambiar de una vez por todas la política británica;....Actualmente, otros líderes europeos se preparan para liberar a las mayorías de sus ciudadanos, que los políticos marginan y explotan en beneficio de grupos minoritarios bien organizados. 



        Esos resultados contra el establishment han tenido lugar a pesar de que los gobiernos, los medios de comunicación y la movilización de los grupos minoritarios a favor de lo políticamente correcto se volcaron para que los resultados favoreciesen a los candidatos de los partidos y a los designios de los oligarcas del poder mundialista y multicultural. Ahora recorre el mundo un sentimiento de temerosa esperanza popular, pues parece existir una poderosa rebelión contra las élites dominantes.

Desde luego, los ciudadanos ya no tenemos confianza en nuestros políticos, ni del Gobierno ni de la oposición, porque estamos convencidos de que a la clase política lo único que les guía es el mantenimiento de sus privilegios y de sus intereses particulares, porque desde hace muchos lustros son, en terminología de Acemoglu y Robinson (en su libro Por qué fracasan las naciones), una élite extractiva que estableció "un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la oblación en beneficio propio". En España, el concepto de 'élite extractiva' ha adquirido un carácter restrictivo, pues se suele hacer una equivalencia entre élite extractiva y clase política.

            Y si los partidos políticos no se actualizan y se adaptan a estos cambios, inevitablemente irán perdiendo votos populares, como ha ocurrido en Francia en las elecciones legislativas el 18 de junio. La actual clase política tiene agotamiento vital porque pertenece al siglo XX y no tiene capacidad ni disposición para entender a la actual ciudadanía del siglo XXI. Si quieren regenerar la democracia, los políticos tendrán que hacer profundas reformas que los conviertan en verdaderos representantes de los ciudadanos. Y tendrán que hacerlo pronto, antes de que sea demasiado tarde; o sea, antes de que la democracia participativa los elimine.

Actualmente la democracia representativa parece ser ya insuficiente para colmar las demandas ciudadanas, por lo que se abre paso la creciente necesidad de instaurar una democracia verdaderamente participativa o, incluso directa, porque ahora tenemos ya avances tecnológicos que han abierto la posibilidad de manifestar directamente nuestras opiniones y preferencias sobre temas legislativos y la organización política del Estado. Las tecnologías de la información y las redes sociales posibilitan el rearme de la ciudadanía y la devolución del poder al pueblo.

Este tránsito hacia una democracia más participativa no supondrá la inexistencia de representantes políticos, sino que estos cada vez más representarán a los ciudadanos y no a los partidos. Serán elegidos directamente por el pueblo, posiblemente en distritos uninominales en segunda vuelta, y servirán a sus electores, no a los partidos. Por lo tanto, esos representantes políticos no serán simples buzones de correo ni títeres de las masas, sino verdaderos representantes de la gente. En definitiva, los ciudadanos no quieren elegir partidos, sino a personas honradas, competentes y eficaces. En fin se trata de conseguir un mayor y eficaz equilibrio entre el poder y la libertad; a pesar de que el establishment se resista a compartir o a parcelar su poder. Y, sobre todo, se ha de elegir directamente a líderes creíbles, capaces de comprender y solucionar los problemas que interesan a la ciudadanía.

                                                                        ========== 

Y en España, un Estado todavía políticamente subdesarrollado, el inmenso malestar social generado por la crisis económica y la incapacidad de los últimos gobiernos (del PSOE y del PP) para resolver los graves y crecientes problemas económicos, sociales y políticos que nos aquejan, han generado un gran problema de desconfianza en nuestro sistema político; pues aquí los diputados son seleccionados y propuestos por los partidos en listas cerradas y bloqueadas. Los ciudadanos eligen partidos, no a personas, y los políticos resultantes representan a sus partidos, pero no a la gente. En España todavía no hay verdadera democracia representativa de los ciudadanos.



 Los  partidos políticos españoles son cupulocráticos, autoritarios, endogámicos y tratan a los españoles como menores de edad política, por lo que solo les ofrecen listas cerradas y bloqueadas de candidatos a representarlos políticamente. Funcionan como una estructura piramidal que ignora la democracia interna y que aplica la disciplina de partido a los comportamientos de sus afiliados. Además los políticos están solo al servicio de su partido que los ha propuesto en sus listas de elegibles, por lo que no se consideran mandatarios de los ciudadanos.

La Partidocracia española ha fomentado una nueva clase social extractiva, los políticos y sus privilegiados mandantes o poderes fácticos, que expolian a los ciudadanos, a la clase contribuyente. La clase extractiva, gobernante o influyente, es numéricamente pequeña pero muy poderosa política y económicamente, pues sus tentáculos llegan a todos los sectores sociales españoles, en los que introducen la corrupción, que no es solamente personal pues también es institucional o sistémica.




Sin embargo, la gente tolera cada vez menos que los partidos políticos sean inmovilistas en cuanto a la regeneración democrática, o que cambien solamente algo para que todo siga igual; lo que los españoles exigimos ahora es que nuestros mandatarios, los políticos sean elegidos directamente por los ciudadanos, que sean honrados e íntegros en sus comportamientos, y que efectivamente se comprometan a regenerar democráticamente una España políticamente corrupta. España no resolverá sus graves problemas mientras la clase política no dependa directamente de los ciudadanos

En todo caso, la sociedad civil española va a tener que luchar duramente contra la partitocracia dominante y sus agentes políticos, que no quieren dejar de ejercer el avasallador dominio que ejercen sobre los ciudadanos españoles, y que harán todo lo posible para que no se instaure una auténtica democracia. Sin duda, los políticos van a defender encarnizadamente sus privilegios y sus puestos de trabajo, que están en peligro de extinción. Actualmente, la partitocracia y los políticos son, paradójicamente, el obstáculo principal que impide la verdadera regeneración democrática de España porque subordinan el bienestar y la voluntad popular a sus propios intereses y privilegios.

            La crisis del Estado de partidos podría tener una salida positiva si se reformase hacia una Monarquía parlamentaria, como establece la Constitución; pero modificando la Ley Electoral para instaurar el diputado de distrito uninominal, con doble vuelta; es decir, si se estableciera una democracia verdaderamente representativa hoy inexistente. Pero si se mantiene el continuismo, “como siempre”, o se produce un ascenso del populismo rupturista, el régimen de Constitución de 1978 tiene el riesgo de pasar pronto a ser historia.

Para conseguir una completa regeneración política que elimine la dictadura de los partidos y el nefasto caudillaje caciquil de sus líderes, es preciso que haya un decisivo rearme de una sociedad civil capaz de obligar a los partidos a un cambio radical con el objetivo de desmantelar la partidocracia e instaurar en España una verdadera democracia, devolviendo la soberanía popular a sus únicos propietarios: los ciudadanos, la gente. Desde luego, este cambio ha de comenzar con el logro de un objetivo estratégico: una modificación sustancial de la legislación electoral que permita a los ciudadanos elegir directamente a sus representantes políticos en distritos unipersonales; es decir, al llamado diputado de distrito.




  En todo este proceso la sociedad civil, organizada en movimientos y plataformas, tendrá que intensificar cada vez más la presión a los partidos políticos y proponer una eficaz política por objetivos con el fin de profundizar en la regeneración política y conseguir la auténtica democratización, acometiendo para ello las reformas que sean necesarias de nuestra obsoleta Constitución, porque ya somos mayores de edad políticamente y no necesitamos ni aceptamos la nefasta tutela de los partidos ni sus listas cerradas y bloqueadas de candidatos. El caso de Francia es paradigmático: el movimiento La República en Marcha de Macron, que fue creado hace 14 meses, ha conseguido una amplia mayoría absoluta de escaños en las elecciones legislativas celebradas en segunda vuelta el pasado 18 de junio. Además, los electores franceses se han abstenido masivamente en esas elecciones: el 57,4 %, lo que deslegitima el sistema democrático representativo.

            La nueva política debería ser radical y establecer un sistema de libre acceso basado en el mérito, la capacidad y el esfuerzo, con instituciones objetivas y neutrales. Los políticos deben ser elegidos directamente por los ciudadanos. Los nuevos partidos: Podemos, Ciudadanos, ...solo quieren integrarse en el sistema existente, en la Partidocracia, en la clase extractiva, para participar en el reparto del pastel. ¡La Partidocracia está condenada a muerte!. Su salvavidas es la instauración del Diputado de Distrito. Si la Partidocracia no se transforma en democracia representativa, el sistema estallará y acabará siendo devorado por los populismos partidarios de la democracia participativa o, incluso, directa.

            En todo caso, para que nuestro sistema político deje de ser partidocrático y se convierta en una verdadera y satisfactoria democracia representativa, hay que exigir que se instaure el mandato personal, expreso, concreto y revocable, de los votantes sobre sus representantes mediante una reforma de la Ley Electoral que habilite la elección en circunscripciones uninominales del diputado de distrito, a doble vuelta, aunque sea en la medida de lo posible hasta que se modifique el artículo 68 de la vigente Constitución española.



                                                                                          JOAQUÍN   JAVALOYS

                              








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