Podemos y su proyecto político para España.
Flickr Podemos
Hace pocos días, en este mismo medio, les
invitaba a compartir conmigo la duda que me asaltaba sobre la apuesta de
todos por un proyecto para una Europa fuerte e irrenunciable. Sobre la
marcha, casi sin acabar de escribirlo, me respondía a mí mismo con una
contundente negativa. Me lleva aquello a acudir hoy, una vez más, como
ferviente admirador del sabio refranero castellano, a aquél que dice que
“si el Abad juega a las cartas que no harán los frailes”. En definitiva, la duda sobre el proyecto europeo espoleaba mi mente pensando en esa misma necesidad de respuesta para España.
Llevamos 40 años de democracia -celebramos este
mes cuatro décadas de aquellas primeras elecciones en libertad- y los
partidos sólo han atisbado proyectos políticos tan cortoplacistas como
faltos de horizonte generoso para con la Sociedad y sus ciudadanos. Y lo
que se aprecia en el sentir popular, el de la sociedad del día a día.
La que deambula entre su inseguro puesto de trabajo y la cobertura de
las necesidades más elementales, personales y de los suyos. Sin querer
ser catastrofista -puede ser prepotente y vanidoso dejar de serlo- no es
difícil pensar que vamos de mal en peor en lo que a desgranar el futuro
de nuestro país, si tratamos de hacerlo desde los postulados de mediocres políticos.
No apuestan por un gobierno del cambio, sino por el cambio de gobierno
Válgame Dios, y discúlpenme el resto de nuestra
clase política, si pensaran Vds. que les equiparo, a todos ellos, desde
el rancio, que no nuevo, espejo de esa amalgama de personajes que
representa Podemos como ¿organización política?.
De las
manifestaciones de sus dirigentes se deduce que no sólo carecen de
proyecto político alguno, en cualquiera de los casos, sensato, sino,
siquiera, como no era tampoco complicado aventurar, de un proyecto
alternativo al Gobierno. Sus intervenciones en los debates de la fallida
moción de censura estuvieron teñidas de viejos y rancios tópicos, de
falsos mitos y postverdades. Apoyan cualquier iniciativa destinada a
debilitar la nación, y critican todo lo hecho sin aportar proyectos
constructivos. Su pretensión no es otra que la erosión del Partido
Socialista por tratar de arrebatar la bandera de la hegemonía de la
izquierda. No apuestan por un gobierno del cambio, sino por el cambio de
gobierno.
Para ellos la política es un plató de televisión interesando más los votos que un debate sincero y constructivo
Para ellos la política es un plató de televisión
interesando más los votos que un debate sincero y constructivo. Su
política es la demonización de todo lo realizado desde hace 40 años por
los dos grandes partidos, que con sus muchos aciertos y no menos
errores, han sabido transitar hasta la España del siglo XXI.
Manifiestamente mejorable, sí. Pero apostando por ese futuro mejor para
todos.
Iglesias ha sido incapaz de hablar de
ese futuro mejor para los españoles. Sólo le obsesionaba el gran pacto
para echar a Rajoy de “las Instituciones”. Sin ideas para estructurar
una opción alternativa, creíble, para conformar ese sempiterno gobierno
del cambio.
Su finalidad no es España. Es el
poder. Su vocación de gobierno es ganar, ganar y ganar. Todo es
superficialidad, no les interesa España les interesa la política, pero
sin una vida de militancia y hablando siempre, pomposamente, del pueblo y
de la soberanía popular. De la política de la calle y de los
ciudadanos. Cómo si no fueran los ciudadanos los que votan. Privando de
tal condición a todo aquél que no se decanta en las urnas por su opción.
Nos encontramos ante una artificial suerte de neocomunismo, “una gran
mentira” en palabras de Juan Pablo II.
Se lanzan al asalto de cualquier receta económica que pase por el gratis total y el igualitarismo
Dicen de cada colectivo al que se refieren lo
que éste quiere oír, y prometen hasta lo imposible de cumplir, con la
finalidad de ganar la voluntad de una ciudadanía presa de la desilusión y
la desesperanza que en su fragilidad son carne de cañón de determinada
política. En ese escenario, se lanzan al asalto de cualquier receta
económica que pase por el gratis total y el igualitarismo, siendo la
simpleza con que se manejan sólo equiparable a la ignorancia de aquellos
labriegos del siglo XIX, contrarios al funcionamiento del tren porque
las chispas de su caldera podían incendiar las mieses de los campos. Repiten una y otra vez en los medios la misma argumentación usando conceptos inventados
La demagogia de los populistas, de derechas o de
izquierdas, ha prendido en el nihilismo de una parte de la actual
generación estudiantil. Cautiva del ocio subvencionado que cree que es
posible trasladar a la política las técnicas de los movimientos
sociales, el “marketing de guerrilla”. Repiten una y otra vez en los
medios la misma argumentación usando conceptos inventados. Tan vacuos
como artificiales. Cuentan con la injustificable complicidad de medios
afines, colaboradores necesarios de este aquelarre que no conduce a
ningún lugar deseado. En la Memoria Utópica, Arthur Koestler escribe que
el pensamiento totalitario y utópico nace de un marco de fuertes
convicciones que se retroalimentan sin aceptar nunca críticas externas,
con una dosis importante de emociones sobre lo bueno y lo malo, la
verdad y la mentira, la sociedad perfecta frente al desastre.
En
definitiva, como bien dice José Manuel Otero Lastres, lo que no se
entiende bien es que esta política destructiva de lo que tanto nos costó
construir, a lo largo de este periodo democrático, genere una atracción
fatal. Esperemos que la luz de la inteligencia ilumine nuestras
conciencias y cunda progresivamente el desencanto hacia el populismo
radical. Hagamos mejor “nuestra casa” y no pensemos solo en demolerla.
VICENTE BENEDITO FRANCÉS Vía VOZ PÓPULI
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