Rivera ha tomado la decisión de no ir con el PP a casi ninguna parte, Rajoy se ha enfadado y ha dado orden a su partido de ir a por los de Ciudadanos sin contemplaciones
Mariano Rajoy y Albert Rivera. (Reuters)
Hace unas semanas, cuando se iban a votar en el Pleno del Congreso las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado, en pleno huracán informativo de la operación Lezo, le pregunté a Albert Rivera sobre la posición de su partido respecto de la cuentas del Estado y otros temas que pudiera llevar el Gobierno al Parlamento. La respuesta del líder del Ciudadanos no me dejó lugar a dudas: “Los Presupuestos son la vida de la gente, inversiones, salarios de médicos, profesores, bomberos, policías… Son becas, ayudas, pensiones, seguros… Ahí el Gobierno nos va a encontrar siempre porque afecta directamente a las personas. Pero en todo lo demás, tal y como están las cosas…”.
El silencio que siguió después y el gesto de su rostro fue más que evidente. Ciudadanos no iba a hacer el papel de muleta de un partido acosado por la corrupción y al que le seguía resultando imposible reaccionar y apostar por la regeneración. Solo unas semanas después, Ciudadanos se unía a PSOE y Podemos para poner contra las cuerdas al PP en la Comisión de Investigación de sus finanzas.
C's no iba a hacer el papel de muleta de un partido acosado por la corrupción y al que le seguía resultando imposible apostar por la regeneración.
Es probable que en su reacción el PP consiga que los tribunales le den la razón en la medida que la comisión no ha delimitado el objeto a investigar, lo cual parece un requisito indispensable. Pero en términos políticos puede decirse que el PP ha vuelto a quedarse solo, y que más allá de los Presupuestos –los de 2018 ya los ha empezado a negociar con Ciudadanos–, no va a ser capaz de encontrar muchos apoyos en la Cámara Baja para sacar adelante la legislatura y poder ofrecer una agenda legislativa.
Pero lo que más ha enfurecido al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y a su partido es la actitud de Rivera, al que consideran un “oportunista”. No les falta parte de razón, pero la política es el arte de saber aprovechar las oportunidades, algo en lo que el PP puede decir que es un experto. Y Rivera tiene una oportunidad, como están demostrando las encuestas, para hacerse con ese electorado descontento del PP e incorporarlo a su proyecto político. Y ese electorado será comprensivo con el pacto presupuestario, pero no entendería que Ciudadanos fuera el salvavidas de un partido que sistemáticamente se resiste a combatir la corrupción y no termina de aceptar la necesidad de la regeneración.
El PP ha desenterrado el hacha de guerra, y eso solo puede significar que la legislatura va a ser corta y muy bronca e intensa, y el primer acto es el martes
De ahí que Rivera haya tomado la decisión de no ir con el PP a casi ninguna parte, y de ahí también que Rajoy se haya enfadado y haya dado orden a su partido de ir a por los de Ciudadanos sin contemplaciones. De hecho, la guerra entre ambos partidos tiene tintes preelectorales y es uno de los síntomas que hace pensar que, pese a lo que digan algunos, la legislatura avanza por el camino de la brevedad.
Lo vamos a ver la semana que viene en esa moción de censura que se le ha ido de las manos a Pablo Iglesias y que se va a convertir, sin quererlo el líder de Podemos, en una especie de Debate del Estado de la Nación en el que el PSOE y Ciudadanos van a ningunear a Iglesias pero van a aprovechar la oportunidad para situarse frente al PP y buscar el cuerpo a cuerpo a ser posible con un Rajoy que, como contaba Ángel Collado, está dudando si cerrar el debate precisamente para contrarrestar los discursos de estos dos partidos. El PP ha desenterrado el hacha de guerra, y eso solo puede significar que la legislatura va a ser corta y muy bronca e intensa, y el primer acto lo vamos a vivir el martes 13.
FEDERICO QUEVEDO Vía EL CONFIDENCIAL
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