La sociedad catalana, según las encuestas, está contra un referéndum ilegal y una independencia al margen de la legalidad
Tras el intercambio de cartas de los dos
presidentes, el de la Generalitat, Carles Puigdemont, pidiendo la
celebración de un referéndum legal, y la rápida respuesta del presidente
del gobierno español, Mariano Rajoy, diciendo que la soberanía es de
todos los españoles y no se puede trocear, se ha llegado a un cruce de
caminos: o se va por la vía unilateral o se convocan elecciones.
El
“no” a la celebración de un referéndum pactado con el Gobierno es claro
y rotundo, más cuando el presidente Puigdemont no quiere ir al Congreso
de los Diputados, depositario de la soberanía nacional española, a
exponer su proyecto, porque conoce el resultado y no quiere ser
el Ibarretxe catalán. El referéndum escocés necesita del voto favorable
del parlamento británico.
La
sociedad catalana, según las encuestas, está contra un referéndum ilegal
y una independencia al margen de la legalidad. Ya no se puede decir
ahora que la sociedad está a favor o en contra del referéndum, sino si
está a favor o en contra de un referéndum ilegal y una independencia
unilateral.
El “procés” independentista tiene una caducidad en el tiempo: septiembre u octubre de 2017. Esta era la promesa electoral de “Junts pel Sí” en sus elecciones “plebiscitarias”.
Probablemente fue un error poner calendario a la independencia, pero no
hay marcha atrás: la suerte está echada y el pacto con la CUP también
tiene su vencimiento en esas fechas.
La
sociedad catalana está cansada de que los dirigentes políticos se pasen
el día tramando tretas y artimañas jurídicas. La carta de Rajoy
demuestra dos cosas: en primer lugar la debilidad de la propuesta
independentista, por una parte, y por otra la seguridad del gobierno de
Madrid de tener la situación bajo control, dentro y fuera de España.
¿Qué
convendría hacer? ¿Qué va pasar en los próximos meses? En los círculos
independentistas moderados cada vez más se comenta que el “`procés”
debería tener un alto en el camino, convocar elecciones, y esperar otro
momento más favorable para reclamar la independencia.
¿Tiene
recorrido seguir con la independencia ilegal y unilateral? Parece que
no, pues ya no hay la alegría de antaño en la calle cuando el proyecto
independentista tenía posibilidades si se jugaba bien en el tablero de
la política española y europea. Pero no ha sido así. Las cosas no han
salido –no están saliendo—según se creía, y entonces, en lugar de
estrellarse contra un muro es mejor parar, reflexionar y cambiar de
estrategia. Porque ¿se puede declarar una independencia que no la
reconocerá ni el principado de Mónaco –y lo que es peor—ni las fuerzas
económicas y sociales del país?
Se ha hablado y se habla mucho de diálogo, pero ¿se
está dialogando con las fuerzas de la oposición y con todas las fuerzas
de la sociedad catalana? ¿Por qué a pesar de controlar completamente el
independentismo el relato público, la sociedad catalana no está por la
labor? Antes de llegar a acuerdos con Madrid se deberían conseguir acuerdos potentes en la sociedad catalana y esto no se ha dado.
Entonces,
¿se ha hecho el ridículo y se ha engañado a los catalanes? Habrá quien
lo piense, pero el gobierno catalán, Carles Puigdemont, podrá salir en
público diciendo:
“Lo hemos intentado
todo, por todas las vías y no lo hemos conseguido, por el momento. Por
tanto convoque elecciones para apelar de nuevo a la voluntad del
pueblo”.
Sería salvar la cara; sería
aplazar la independencia por un tiempo, pero sin abandonar el camino;
sería pedir al mundo independentista que reflexione y que tome otra
estrategia y –esto sería lo más difícil de todo—con otras personas al
frente del movimiento.
Sería reconocer que algunas cosas se han hecho bien, otras no se han
hecho bien, y otras muy mal hasta el punto que han impedido el paso a la
independencia. Claro que en este país, reconocer los errores personales
en política parece que no está en el menú de sus honorables señorías.
SALVADOR ARAGONÉS Vía FORUM LIBERTAS
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