Estamos informados pero no comprendemos lo que leemos, sobre todo en lo relacionado con la economía. Por eso, es necesaria una educación en este campo disponible para todos
Ya ni siquiera confiamos en los expertos. (iStock)
Una democracia avanzada y una economía global y acelerada imponen 'cargas cognitivas' a todos los ciudadanos. Nos vemos obligados a tomar muchas decisiones políticas, profesionales y económicas, y para hacerlo adecuadamente no basta con tener información, sino que necesitamos comprenderla, interpretarla y aplicarla. Esto, inevitablemente, tiene que hacerse desde el saber personal. Lo que denomino 'carga cognitiva' es el conjunto de conocimientos y procesos intelectuales que nos ayudan a planificar y actuar. Uno de los campos en que esto se hace patente es el económico, un dominio que influye poderosamente en nuestras vidas y que frecuentemente es presentado al ciudadano en un lenguaje oscuro que le resulta incomprensible.
John Lanchester, un gran novelista británico, confiesa que harto de no entender lo que los economistas decían sobre temas que afectaban profundamente a su vida, decidió averiguar lo que se escondía en aquellas incomprensibles formulaciones. Lo expuso en dos libros divertidos y rigurosos: '¡Huy! Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar' y 'Cómo hablar de dinero'.
En este último, escribe: "Si el lenguaje del dinero es tan útil y eficaz, ¿por qué parece tan desconcertantemente difícil, tan cerrado, tan excluyente? ¿Cómo es posible que no lo aprendamos de manera automática, mientras crecemos, igual que aprendemos la lengua que hablamos?”. Recuerdo que José Luis Sampedro, economista de profesión, se decía: “Es absurdo que nuestros jóvenes salgan del Bachillerato sabiendo lo que es la calcopirita, con la que probablemente no se van a tropezar en la vida, y sin saber nada de economía, dentro de la cual van a vivir”.
Los expertos no son de fiar
Como no soy partidario de las teorías conspirativas, no voy a decir que este desconocimiento esté fomentado por una operación sistemática de desinformación, pero lo parece. Si los mecanismos económicos son tan complejos que exceden la competencia de un ciudadano no especializado, se le va a exigir continuamente un acto de fe en los expertos. El problema surge porque que los expertos no son de fiar.
Es
absurdo que los jóvenes salgan del Bachillerato sabiendo lo que es la
calcopirita y sin saber nada de economía, dentro de la cual van a vivir
En 2008, cuando se iniciaba la gran recesión, la reina Isabel II de Inglaterra, durante la inauguración del nuevo edificio de la prestigiosa London School of Economics, hizo una pregunta muy pertinente: ¿cómo es posible que los expertos en economía no hayan previsto la crisis? Le contestó, de manera improvisada, Luis Garicano, pero la situación saltó a la prensa, lo que produjo tal malestar que la Academia Británica convocó un congreso para formular una respuesta a la pregunta de la reina, cosa que hicieron en julio de 2009. Concluían echando la culpa a “un fallo en la imaginación colectiva de muchas personas brillantes, en este país e internacionalmente, que no entendieron los riesgos que la situación presentaba”. Respuesta poco consoladora.
Durante décadas, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, fue considerado la persona más competente en gestión económica. Cuando surgió la crisis, su comentario fue: “No entiendo lo que ha pasado”. No es, pues, de extrañar que la profesión de economista haya sufrido un serio deterioro en los últimos años. Parece conveniente que la ciudadanía esté en condiciones de exigir explicaciones comprensibles a los economistas. Y que los economistas hagan un esfuerzo para explicar con claridad a los ciudadanos aquellas cosas que van a afectar a su vida. Al fin y al cabo, Robert Lucas, premio Nobel de Economía, mostró que la economía marcharía más racionalmente si todos tuviéramos mejor información.
Abogo
por un conocimiento más amplio del sistema económico, de sus fuerzas,
de sus posibilidades, de sus deficiencias. Solo así podremos decidir
Les pondré un ejemplo. El presidente Trump ha defendido el proteccionismo económico. 'América es lo primero'. Este lema atrajo a muchos de sus votantes. Una encuesta a nivel internacional realizada por la revista 'The Economist' encontró más personas a favor del proteccionismo que del libre comercio en Reino Unido, Francia, Italia, Australia, Rusia y Estados Unidos. El motivo es que el público no tiene idea de cuánto cuesta el proteccionismo y cuán pocos beneficios netos produce.
Thomas Sowell indica: "Es un problema que el público no tenga conocimientos adecuados sobre economía para resistir los argumentos interesados de muchas personas en el mundo empresarial, sindical y político”. Jeffrey Sach, un conocido economista, en un artículo elocuentemente titulado "¿Desatará el analfabetismo económico una guerra comercial?", afirma que los ciudadanos de a pie deberían saber estas cosas “para poder juzgar si el político que les está gobernando lo está haciendo bien o mal, si lo deberán volver a votar o no”.
Fomentar la educación financiera
La ignorancia es la gran aliada de los desaprensivos. Vuelvo al tema de la teoría conspirativa (en la que no creo). La Unión Europea está insistiendo en la necesidad de fomentar una 'financial literacy', una educación financiera, para evitar una reedición de la crisis en que estamos metidos.
Según el Comité Social y Económico Europeo, “una parte importante de las decisiones en la vida de una persona está asociada a un comportamiento financiero. Este comportamiento afecta directamente a su entorno personal y familiar, desde la búsqueda de financiación para los estudios hasta planificar la renta de cara a la jubilación. La educación financiera favorecerá un consumo inteligente de productos financieros, basado en decisiones informadas y bien fundamentadas”.
La
Unión Europea está insistiendo en la necesidad de fomentar una
educación financiera, para evitar una reedición de la crisis en que
estamos metidos
Sin duda, esto es útil, pero debe ser completado por un conocimiento más amplio del sistema económico, de sus fuerzas, de sus posibilidades, de sus deficiencias. Solo así se estará en condiciones de tomar decisiones personales y políticas. Vuelvo a los ejemplos. Cuando surgió la crisis financiera, muchas voces reclamaron una mayor regulación. Sarkozy declaró enfáticamente que había que reformular el capitalismo. Pero economistas liberales propugnaron todo lo contrario. Había que disminuir la regulación y dar mayor fuerza al sistema capitalista.
Conviene estar en condiciones para entender los argumentos y no dejarse llevar por corazonadas ideológicas. Eso sucede, por ejemplo, con el tema de la desigualdad, lleno de implicaciones éticas. ¿Qué es lo injusto, la desigualdad o la pobreza? ¿Cómo se relacionan ambas realidades? Se empieza a hablar de 'renta básica universal', ¿es viable o es una argucia demagógica? Acaba de aparecer en la prensa que la Generalitat utilizó bitcoins para hacer gastos sin que pudieran ser controlados. ¿Qué son los bitcoins? Estados Unidos salió de la crisis con políticas contrarias a las que tomó la Unión Europea. ¿Quién obró de manera más eficiente?
Cátedra de economía abierta a todos
Después de decenios haciéndonos temer la inflación, los ciudadanos se preguntan por qué ahora preocupa que la inflación no suba. Hay economistas que afirman que el Estado puede conseguir el pleno empleo emitiendo moneda y que eso no tiene por qué generar inflación. ¿Es verdad? Jean Tirole, también Premio Nobel de Economía, ha escrito: ”Tenemos las políticas económicas que merecemos, y mientras el gran público carezca de cultura económica, tomar decisiones correctas requiere mucho valor político. Por ello, una buena comprensión de los mecanismos económicos es un bien público”.
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