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viernes, 17 de noviembre de 2017

LO QUE VENDRÁ DESPUÉS DE PODEMOS (Y LA PALABRA MALDITA)

Iglesias ha apostado por los territorios periféricos como forma de defensa en una situación complicada. Su nueva idea de España, sin embargo, acelerará su descenso


¿Ada Colau, lideresa española?


El cierre de Iglesias alrededor de sus socios periféricos tendrá consecuencias serias para Podemos en el resto de España. Pero a los morados no les importa, porque han hecho los cálculos, y creen que concentrar sus esfuerzos en Galicia, País Vasco y Cataluña les será rentable aunque pierdan mucho peso en los demás territorios (exceptuando núcleos urbanos como Madrid o Zaragoza). Tiene, además, cierto sentido: allí les ha ido bien, y sus propuestas estrella, el ataque a la corrupción del PP y lo que representa, su insistencia en el régimen del 78 (Rey incluido) y la plurinacionalidad, ya tienen el camino hecho. No tienen que inventarse nada, es solo seguir con lo de siempre.

Iglesias sabe que Podemos está en retroceso, y ha optado por la opción más conservadora, asentarse allí donde está más fuerte, un repliegue que permita conservar las fuerzas. En definitiva, una retirada a los cuarteles. Pero no es una decisión fácil, ya que los perjudica en el resto de España y puede crear fricciones con IU, y porque implica ponerse en manos de Colau y los comunes y de En Marea (o de lo que quede de ella), que son socios, pero quizá solo coyunturalmente, como ocurre con Compromís.

La idea que están manejando de la nueva España: confederal para Cataluña, País Vasco y Galicia, y federal para el resto

Las cosas para Podemos se van a poner peor si acaban por formular públicamente la propuesta que tienen en mente, esa que los comunes ven con buenos ojos: una España de dos velocidades, confederal para Cataluña, País Vasco y Galicia, y federal para el resto. Una idea que, como ayer se vio en Andalucía, refleja de modo cristalino los grandes errores que en la política territorial están cometiendo.

El reciclaje como novedad


Podemos se ha mostrado cada vez más como un partido de reciclaje, eso que Boris Groys llamaba innovación: el rescate del archivo de viejas ideas que se entendían degradadas o superadas y su recuperación como novedad. La formación de Iglesias ha hecho esto en numerosas ocasiones, y su última jugada, lo del patriotismo plurinacional, continúa esa operación. Una idea olvidada que se recupera del desván y a la que se otorga un nuevo sentido. Pero más allá del éxito que pueda tener, que imagino escaso, lo que Podemos está haciendo en la realidad no es otra cosa que llevar un paso más allá lo mismo de siempre, la misma retórica pijoprogre que ha llevado a la izquierda a la irrelevancia en Europa.

Cuando ha tocado definirse respecto del asunto territorial, han respondido como era previsible, ofertando lo mismo que antes, pero más

Los partidos socialdemócratas tradicionales, una vez que renunciaron a su papel y decidieron sumarse a la ola liberal que inundó Occidente, se recompusieron a partir de la variable cultural: apoyaban los derechos LGTB, a los emigrantes, al ecologismo, el feminismo, la memoria histórica y, en nuestro caso, el correcto encaje de las naciones diversas dentro del Estado español. Podemos ha seguido ese camino, solo que lo ha llevado más lejos. Ha profundizado en la renuncia a dar la batalla en lo económico y ha optado por acelerar en el plano erróneo. Y ahora, cuando ha tocado definirse de manera inequívoca respecto del asunto territorial, ha respondido como era previsible, ofertando lo mismo que antes, pero más. El recorrido español ha sido este: ellos te ofrecen una España centralista, nosotros la autonomía; ellos te ofrecen la autonomía, nosotros más competencias; ellos te ofrecen más competencias, nosotros federalismo, y finalmente, ellos quieren el federalismo, nosotros el confederalismo. Ya quedan pocos pasos más y los está apurando Podemos.

La palabra maldita


El segundo error tiene que ver con su intento de compatibilizar un Estado menos centralizado con la idea de la patria, un concepto al que tienen especial aprecio discursivo, y con el que creían haber tocado emocionalmente alguna tecla ciudadana. Por algún motivo que solo resulta explicable cuando se vive en una burbuja, pensaban que habían traído la idea de patria de regreso y que la habían popularizado entre la izquierda. No ocurrió así, pero eso no les ha impedido insistir en el concepto, solo que por un camino equivocado. Y no porque utilicen eslóganes incomprensibles para la mayoría de la gente, como 'La patria son los cuidados' (y los besitos y los abrazos), sino porque han eliminado la palabra clave. Han hablado mucho de la patria y más de los falsos patriotas, pero nunca han utilizado el término exacto, España. Cualquier construcción de la identidad en términos nacionales pasa por una utilización frecuente del nombre concreto de la nación (en Francia, en EEUU, en Rusia, en Venezuela y aquí). Los soberanistas no hablan de la 'patria', y sí, y muchísimo, de Cataluña.
Iglesias no utiliza la palabra España, y Podemos tampoco. De ese modo, es mucho más difícil que su fervor patriótico cuaje, por lo que esa ausencia deja entrever. Sin esa palabra, todo enroque identitario pierde sentido.

El marco perdedor


El tercer error, y el más importante para la izquierda y no solo para Podemos, es haber caído de lleno en un marco, como es el identitario, en el que siempre van a salir perdiendo. No han sabido imponer una propuesta política que no se viera supeditada a los problemas territoriales o que, al menos, los recondujese hacia un escenario manejable. Fuerzas emergentes de otros países europeos lo han conseguido, pero no los morados, y tampoco el PSOE, con lo que quedan atrapados en un problema que no pueden solucionar sin sufrir pérdidas. Entre otras, porque hay una parte de la población española, y no menor, que pertenece a las clases trabajadoras y a las medias bajas, sus votantes en teoría más cercanos, que no ve con ninguna simpatía el proceso soberanista ni a sus aliados nacionales. La misma Cataluña es buen ejemplo, con los barrios del cinturón industrial barcelonés votando a Ciudadanos.

El Podemos de Iglesias está a la defensiva, intentando conservar lo que le queda. Pero ese movimiento subraya que ya no le queda mucho

Pero, volviendo al asunto principal, si Iglesias ha apostado por replegarse en terreno favorable y abandonar el resto es porque sabe que su partido está en descenso y ha elegido la opción tácticamente más segura, al menos en apariencia: concentrarse allí donde es más fuerte. Está a la defensiva, intentando conservar lo que le queda. Pero ese mismo movimiento subraya que ya no le queda mucho. Podemos es un partido sometido a tensiones internas, porque Iglesias tendrá que salir tras las elecciones, con socios que es probable que puedan ganar más yendo en alianza con otras fuerzas y con una IU que comenzará a pensarse si le conviene seguir en Unidos Podemos o si, dadas las circunstancias, para tener solo dos diputados, mejor presentarse por su cuenta.

Colau es la sucesora preferida para mucha gente de Podemos, y seguramente ella albergue esas ambiciones: se encontrará con muchos problemas

En otras palabras, que están las cosas dadas para que Podemos siga cayendo. Todo el mundo está preguntándose qué vendrá después, porque tampoco se adivinan líderes en el horizonte. Errejón, que era el sustituto natural, decidió suicidarse políticamente el día que aceptó las condiciones de Iglesias en Vistalegre II para continuar en el partido. Colau es la opción preferida de mucha gente alrededor de Podemos, y seguramente ella albergue esas ambiciones, pero no cuenta ni con simpatías fuera de Cataluña ni con una estructura que la apoye fuera de allí. Es muy poco probable que Garzón, que es IU, sea aceptado como líder de Podemos. Y no parece que haya otro nombre en la formación actual que pueda tener recorrido electoral.

El 'backlash' del sistema


Vienen tiempos duros para la izquierda, porque todo el asunto catalán ha servido para acelerar el repliegue del sistema sobre el PP y sobre un emergente Rivera, que está saliendo con bien de una situación complicada. El Gobierno se ve con más fuerza que nunca para hacer lo que quiere. El PSOE está recuperándose, pero todavía no está fuerte, de modo que si las elecciones generales fueran mañana, PP y Cs obtendrían mayoría absoluta.

Lo bueno de la pérdida de influencia de Podemos y de la travesía del desierto que viene es que habrá espacio para que aparezcan ideas necesarias

Llega una travesía del desierto para la izquierda, época de recomponerse y de activar nuevas opciones. Pasará por una refundación de Podemos, con un equipo totalmente diferente, o por la irrupción de otras fuerzas, pero todo aquello que los morados quisieron representar, un partido que podía ser el primero en España, es ahora una entelequia.

En esa recomposición es importante aprender de los errores. El caso catalán ha señalado de una manera brutal las contradicciones de esa fuerza posmoderna, ligada a las cuestiones culturales, olvidada de lo material, y cerrada en unas convicciones que solo ocurren en su microclima. Estamos en procesos de cambio global, en los que Europa va a salir perdiendo. En una transformación laboral de gran calado. En un reordenamiento del sistema global y en el regreso a la geopolítica. En vísperas de una transformación del sistema productivo. Con una UE presa de tensiones más fuertes de lo que parece. Y sometidos a procesos complejos y socialmente dañinos ligados a esa forma de gestionar y disciplinar que es la financiarización. En ese contexto, y esto vale para Podemos, para el PSOE y para IU, la izquierda no puede limitarse a ser complaciente con partes del territorio para ganar votos, a mirar desde la barrera el mundo del trabajo mientras espera que llegue la renta básica, a celebrar que somos una sociedad más abierta porque hay semáforos inclusivos, o a creer que unos minutos en 'prime time' construyen los discursos sociales. Hacen falta ideas, propuestas, visiones. Lo bueno de la pérdida de influencia de Podemos y de la travesía del desierto que viene es que habrá espacio para que aparezcan y cuajen.



                                                                       ESTEBAN HERNÁNDEZ   Vía EL CONFIDENCIAL 

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