Conforme el saqueo fiscal se ha ido intensificando en Occidente para
mantener nutridas clientelas políticas, más se han esforzado los Appleby
del mundo en ingeniárselas para que los elegidos por la fortuna se
pusiesen a salvo.
Los verdaderos papeles del paraíso.
EFE
No nos engañemos, lo de los Paradise Papers
no ha llegado ni a escándalo. Y eso a pesar de que la historia,
construida con idénticos mimbres que lo de Panamá el año pasado, lleva
toda la semana golpeando en las portadas de la prensa global. Pero no ha
pasado nada. Ni pasará. Que documentación filtrada de un despacho en un
refugio fiscal nos cuente como los ricos evitan pagar impuestos no
sorprende a nadie.
Esta vez, sin embargo, hay algunas novedades porque los
papeles del paraíso nos permiten sumergirnos en la intrincada (y
sofisticada) red del sistema offshore mundial. Los Paradise Papers, en definitiva, no son los Panamá Papers aunque se le parezcan.
En los papeles de Mossack-Fonseca abundaban los negocios privados de los oligarcas rusos, chinos e hispanoamericanos, pero apenas había europeos y estadounidenses
Panamá, a fin de cuentas, es el hermano pobre de los paraísos fiscales.
Un país hispano, creado hace cien años de la nada para atravesarlo
después con un canal transoceánico, un lugar convulso, pachanguero, y,
al menos bajo la óptica anglosajona, poco serio y poco de fiar. Quizá
por eso en los papeles de Mossack-Fonseca
abundaban los negocios privados de los oligarcas rusos, chinos e
hispanoamericanos, pero apenas había europeos y estadounidenses.
Dónde
esconden su dinero los magnates de Europa y Norteamérica se preguntaron
muchos en aquel momento. Porque a nadie se le oculta que hay mucho más
dinero en Alemania que en Rusia, y en el primero los impuestos son mucho
más altos y su administración tributaria es estricta.
Sencillo,
en los paraísos fiscales de primera división. Plazas silenciosas donde
estos asuntos se manejan con prudencia como las islas Caimán, las Bahamas, las Bermudas o Singapur. Todas unidas por un hilo común: el Imperio Británico. Caimán y Bermudas son territorios británicos de ultramar y los otros dos forman parte de la Commonwealth. En Bahamas incluso el billete de mayor valor facial, el de 100 dólares bahameños, lleva estampado el retrato de la reina.
Lugares
refinados, democráticos, prolongaciones tropicales de la City en los
que se sirve el té a las cinco en punto y se observan las
recomendaciones financieras de la OCDE. El emplazamiento idóneo para que las fortunas del primer mundo se escabullan sin que se note.
Hasta la mismísima Isabel II tiene suscritos algunos fondos offshore en estos territorios
Y si se nota tampoco pasa nada porque en Gran Caimán o en
Bermudas la carga fiscal es minúscula. Pagar poco o nada es
perfectamente legal. No existen incordios y sacacuartos como el IRPF,
Patrimonio o ganancias del capital. Normal que hasta la mismísima Isabel II
tenga suscritos algunos fondos offshore en estos territorios. Los
documentos nos han revelado que unos 13 millones de dólares del dinero
personal de la reina están invertidos en este tipo de fondos. Es,
repito, algo legal y nada se le puede reprochar en este aspecto salvo el
hecho de que sea la reina. Pero no olvidemos que los monarcas ingleses
están exonerados de pagar al fisco y si lo hacen es voluntariamente.
Si
lo hace la reina cómo no van a hacerlo otros millonarios mucho más
anónimos. Tiene lógica por lo tanto que muchos de ellos prefieran
registrar una sociedad, efectuar una transacción o matricular un yate en
las Caimán antes que hacerlo en las Canarias. En el primero de los
archipiélagos esas operaciones son tax free, en el segundo son tax full. Y, además, nadie se entera.
En uno de ellos han pillado a Xavier Trias, ex alcalde de Barcelona
Nadie se entera porque en estos paraísos de categoría A
disponen del conocimiento y los instrumentos adecuados para garantizar
el anonimato. Eso y no otra cosa son los famosos trust. En uno de ellos
han pillado a Xavier Trias, ex alcalde de Barcelona. El JTB Family Settlement (JTB son las iniciales de su padre, Javier Trias Bertrán) se administraba desde Suiza y luego el mismo trust gestionaba Highgate Partners Corp, una instrumental radicada en las islas Vírgenes británicas (otro territorio de ultramar).
Todo
suave, discreto, dentro de la legalidad y del primer mundo. Pero eso no
es gratis, implica profesionalidad y prosopopeya contable. Los Paradise
Papers nos muestran innovaciones financieras como el empleo de derivados y swaps para evadir dinero a Hacienda. Virguerías para entendidos, movimientos de precisión que no puede realizar un cualquiera.
No
todos pueden escamotear unos cuantos millones de euros en impuestos
efectuando swaps de cambio de divisas. Es difícil de detectar y necesita
el concurso de una matriz y una filiar permutando el préstamo de una
divisa a otra. Este tipo de operaciones no las hace un aficionado en una
casa de cambios frente al muelle. Appleby,
el despacho que se encuentra en el ojo del huracán en este caso, ha
demostrado gran maestría, un exquisito respeto por la regulación local
al tiempo que un gran conocimiento de la regulación más allá de sus
paradisíacas costas.
Conforme el saqueo fiscal se ha
ido intensificando en Occidente para mantener nutridas clientelas
políticas, más se han esforzado los Appleby del mundo en ingeniárselas
para que los elegidos por la fortuna se pusiesen a salvo. Era de prever y
así ha sucedido. Ellos se lo pueden permitir.
A quien debería señalar es al Gobierno, que es el que nos ha convertido en mulos de carga para mantener personal superfluo en la administración, subsidios por doquier y agencias inútiles
Podríamos caer en la demagogia facilona de señalar con el
dedo a quienes camuflan su patrimonio de la codicia sin límite de los
Gobiernos. Eso es precisamente lo que se viene haciendo. La culpa es del
defraudador y de quien les facilita la fechoría. Que digan esto quienes
viven a costa del contribuyente es natural. Les están quitando el pan
de la boca. Pero quien trabaja más de medio año para Hacienda (es decir,
casi todos) a quien debería señalar es al Gobierno, que es el que nos ha convertido en mulos de carga para mantener personal superfluo en la administración, subsidios
por doquier y agencias inútiles que despilfarran en programas
innecesarios cuyo único objetivo es comprar votos al por mayor.
El paraíso no son las Bermudas o las Caimán, el paraíso es la política y la burocracia omnipresente y omnipotente.
Los papeles del paraíso no son los filtrados desde Appleby o
Mossack-Fonseca, es la declaración del IRPF y la hoja de liquidación
trimestral del IVA. Pero a esos nadie les afea la conducta.
FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA Vía VOZ PÓPULI
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