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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Cisneros, el franciscano que rigió los destinos de España

La catedral de Toledo inaugura este miércoles una gran exposición sobre la vida y obra del famoso cardenal

Cartel anunciador de la exposición sobre Cisneros, en la fachada de la catedral de Toledo - ANA PÉREZ HERRERA


Con el título de «Cisneros, arquetipo de virtudes, espejo de prelados», este miércoles se inaugura en la catedral de Toledo una gran exposición que refleja de forma minuciosa la vida y obra de un hombre que fue mucho más que un cardenal de su época. En la muestra, que permanecerá abierta hasta el 18 de febrero de 2018 y que ha sido organizada y financiada en solitario por el Cabildo en el V Centenario de la muerte del prelado (más de 500.000 euros), están representadas todas las artes de la época del que llegó a ser por dos veces regente de Castilla. El público podrá admirar cerca de 350 valiosas piezas, entre documentos, pintura, escultura, cerámica, orfebrería, textiles, tapices, cálices o grabados, que ocupan todo el trascoro, sobre una superficie de 1.200 metros cuadrados. Más de un centenar de ellas, provenientes de colecciones particulares de toda España, nunca antes han sido expuestas.
La muestra es similar «a las grandes exposiciones de las catedrales, como la de Las Edades del Hombre», y se sitúa al mismo nivel de las antológicas que se celebraron en el Museo de Santa Cruz de Toledo durante el Año Greco (2014), en que se conmemoró el IV Centenario de la muerte del cretense. Así lo atestigua Antonio Pareja, quien, junto a Rafael García Serrano, son los responsables del guión expositivo y de la selección de piezas.
Francisco Jiménez de Cisneros (1436- 1517) fue cardenal, arzobispo de Toledo y primado de España y tercer inquisidor general de Castilla, perteneciente a la Orden Franciscana. También, además de confesor de Isabel la Católica, gobernó la Corona de Castilla en dos ocasiones por incapacidad de la reina Juana la Loca. Entre 1506 y 1507 presidió el Consejo de Regencia que asumió el gobierno castellano tras la muerte del rey Felipe el Hermoso, en espera de la llegada de Fernando el Católico. Más tarde, entre 1516 y 1517, volvió a asumir el gobierno tras la muerte del Rey Fernando, y en espera de Carlos I, al que nunca conoció. «De haber podido educar a Carlos I, el curso de la Historia de España habría sido otro; pero no fue así», llegó a decir el cardenal.
Juan Pedro Sánchez Gamero, canónigo responsable de Patrimonio Cultural de la catedral de Toledo y comisario de la exposición, dice que «es un personaje imprescindible para la Historia de España». No en vano, se le compara con otros poderosos cardenales europeos como Richelieu en Francia, o Wolsei en Inglaterra, pero lo que es indiscutible es que solo a Cisneros le correspondió la responsabilidad de dirigir personalmente los destinos de una nación. Fue un gran estadista, un pragmático economista, un hábil diplomático y eclesiástico, «una de las figuras más significativas de un momento crucial de la Historia de España», subraya el comisario de la muestra. El rey francés Francisco I dijo del cardenal español que Francia había necesitado cien reyes para tener la Sorbona y España había necesitado solo a Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá de Henares, además de impulsor de la prerreforma española al Concilio de Trento, autor de la Biblia Políglota o artífice de la recuperación del rito mozárabe hasta nuestros días.
Con esta exposición, el Cabildo de la catedral de Toledo también ofrece un recorrido temático a lo largo y ancho del templo «pues el legado de Cisneros en esta catedral fue muy grande», destaca el comisario. El final del recorrido es espectacular: la bellísima Custodia de Arfe, que procesiona por las calles de Toledo en la festividad del Corpus Christi, metida en una enorme urna de cristal para admiración del visitante. La valiosa pieza, esculpida con el oro y la plata de las Américas, fue encargada por el propio Cisneros durante su ministerio toledano.
El poderoso estadista fue, no obstante, un hombre humilde. Cuando fue propuesto para arzobispo de Toledo, rehusó en un principio a tan alta dignidad, pero, una vez en el cargo, se dedicó en cuerpo y alma a su nueva tarea. La muestra recoge objetos personales que se conservan de Cisneros, e incluso está recreada su habitación y el comedor, sobre cuya mesa descansan la cuchara y el tenedor que utilizaba.
Cisneros rechazaba firmemente las corruptelas dentro de la Iglesia. El hispanista e historiador Pierre Vilar dijo de él que su trayectoria vital lo había convertido en un hombre moderno, «quizás el más perspicaz y progresista» de la Europa de su tiempo. Un hombre del que cabe destacar la pulcritud de su vida privada, su ejemplaridad en la práctica de la ascesis cristiana, sobre todo como eclesiástico reformador. Siempre quiso apartarse del mundanal ruido, de las intrigas de la corte, de la política y de los problemas sucesorios, para dedicarse exclusivamente a su vocación religiosa y a satisfacer su insaciable curiosidad intelectual. Aunque ere era su deseo, jamás lo consiguió, aunque nada impidió que siguiera llevando los humildes hábitos franciscanos. El Papa tuvo que pedirle compostura y vestir como correspondía a su dignidad, y así lo hizo, pero manteniendo los hábitos bajo la pomposa vestimenta arzobispal.

                                                                          MARÍA JOSÉ MUÑOZ   Vía ABC

 

 

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