En una aparente paradoja, nuestra sociedad
occidental, la del desarrollo desmesurado de todo tipo de pretendidas
identidades que promueve con éxito la perspectiva de género, conduce a la mayor confusión nunca
vista sobre la identidad humana, y con ella, al vacío, al dolor y al
sufrimiento. Nunca a lo largo de los siglos nuestra cultura ha vivido
este tipo de dolor. Ha vivido muchos, sobre todo materiales, pero nunca
había surgido del poner en entredicho la condición humana como dato
común y unificador, sobre todo, a partir de la hegemonía cristiana. La
condición de esclavo podía conducir a este tipo de crisis de identidad,
que era más provocada que surgida. Esta común condición se manifiesta en
el orden de la naturaleza, en dos especificidades complementarias fácilmente identificables y vivibles: la de ser mujer y ser hombre.
Y también, como en todo lo humano, la regla contemplaba ligeras
modificaciones, como la de los hombres que se sentían atraídos por otros
hombres, o por ellos y por ellas, o solo entre ellas. Pero estas
alteraciones, como la de ser rubio en el Mediterráneo, señalaban una singularidad y no una norma.
Su fisiología continuaba siendo la de un hombre o una mujer, y podían
hacer -si querían- todo lo que por su naturaleza era posible. Pero esto
se está rompiendo por el bizantinismo interesado de la perspectiva de
género. Ahora, lo que confiere la identidad, no es la persona en su integridad, el ser humano, sino la calificación de sus deseos sexuales, es decir, solo una de las manifestaciones de lo humano. Importante pero unidimensional. Cuando Marcuse escribió El Hombre Unidimensional,
estaba lejos de concebir -ni siquiera existía- que la perspectiva de
género promovería la unidimensionalidad humana; es decir, el recorte de
lo que es, en unos términos tan distintos a los que él oteaba, aunque,
eso sí, surgida de la misma matriz del capitalismo liberal. Nuestra
sociedad consumidora a espuertas de drogas legales e ilegales
traficadas, fraudulentas, o que se compran en farmacias o bares, cae por
la pendiente hacia el oscuro agujero de no saber qué es cada uno (o
comprar un diccionario sobre la perspectiva de género, e intentar
elucidar, por ejemplo, cuál es la identidad del macho al que le gustan
las mujeres y los gatos de angora, por este orden)
Post scríptum:
Está por escribir la historia, mejor en análisis estratégico de por qué
la perspectiva de género, algo tan absurdo desde el punto de vista
científico y tan opuesto a la ética cristiana, ha alcanzado tal
hegemonía y desarrollo.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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