Carles Puigdemont, en Bruselas /Europa Press
La última ocurrencia del cesado President de la Generalitat, Carles Puigdemont, es la de anunciar un referéndum acerca de la pertenencia o no en la Unión Europea de una Cataluña hipotéticamente independiente. La misma tesis que la extrema derecha europea e sus respectivos países.
“Europa, ese nido de masones”
La cita es de Francisco Franco, a propósito de lo que se
denominó Contubernio de Múnich. El franquismo y, por extensión, la
derecha dura en la transición, siempre vieron a Europa y sus
instituciones como algo emanado del famoso complot judeo masónico.
Que bastantes de los líderes europeos hayan pertenecido o pertenezcan
en la actualidad a la masonería es algo innegable. Recordemos, por
importantes, a Willy Brandt, Sandro Pertini o François Mitterrand para no aburrir al lector con un lista larga y farragosa
Franco
odiaba – los motivos serían prolijos de explicar, porque tanto su padre
como sus dos hermanos, Ramón y Nicolás, vistieron el mandil masónico
– a la masonería, lo que condujo a que muchos masones reales y muchos
otros acusados de pertenecer a ella sin serlo, acabasen asesinados
contra la tapia de cualquier cementerio, en la cárcel, apartados de sus
trabajos, de su ciudad, de su familia, incluso de su patria. Aquellos sí
fueron presos políticos, ya que sale el tema.La
extrema derecha europea, en laque parece hallarse cómodamente instalado
Carles Puigdemont a juzga por sus amistades ultras en Flandes o en
Venecia, por vía de ejemplo, sostiene desde hace décadas las
declaraciones que el cesado ha hecho a un medio de comunicación. Dice
que deberá celebrarse un referéndum entre los catalanes para decidir si
se permanece o no en el seno de la Unión europea, a la que califica
como, y citamos literalmente, “Un club de países decadentes,
obsolescentes, en el que mandan unos pocos, además muy ligados a
intereses económicos cada vez más discutibles”.
“Un club de países decadentes, obsolescentes, en el que mandan unos pocos, además muy ligados a intereses económicos cada vez más discutibles”.
Estamos ante una idea que comparten los dos extremos del arco ideológico, porque anti europeístas en grado sumo también son los populismos de la mal llamada izquierda,
como Podemos en el conjunto de España o las CUP en el caso de Cataluña.
Esa Europa encarnada en la Unión, manipulada por banqueros
desaprensivos, burócratas al servicio de las logias más siniestras y
dominada por el capital judío, según dicen – no hay nada más antisemita
que las CUP y Podemos - es igualmente odiada por extremistas de derecha que por los de izquierda.
Puigdemont
se ha sumergido en ese barrizal al manifestarse en contra de lo único
que ha mantenido a Europa sin un conflicto armado general, al margen de
los localizados, que, no por horribles, pueden entenderse como el horror
que desató la maldita II Guerra Mundial.
Es un lugar peligroso, porque el camino que señala solo puede acabar en
la tesis final de que los estados han de ser fuertes, aislados, con
leyes duras, gobernados con mano de hierro y de manera totalitaria. Así
se opina ahora en Hungría, por ejemplo, y así opina el Front National, Alternativa por Alemania, Amanecer Dorado o incluso el UKIP británico, que ha sabido meter en un lío épico al Reino Unido – por culpa del tonto de Cameron – con el Brexit que, se diga lo que se diga, es lo más antidemocrático que han hecho en Inglaterra en décadas.
El discurso contra la UE es, básicamente, un discurso anti parlamentario, anti democrático y que va a destrozar todo lo que sustenta nuestro sistema de vida occidental
Sabe Puigdemont, que se halla completamente instalado en
la más absoluta radicalidad, que el antieuropeismo vende entre los
jóvenes y los más desencantados socialmente. Debería saber, empero, si
no lo sabe, que en ese establo de Augias deberá convivir con algunos de
los animales más peligrosos en política. El discurso contra la UE es,
básicamente, un discurso anti parlamentario, anti democrático y que va a
destrozar todo lo que sustenta nuestro sistema de vida occidental.
Rompe, además, con la tradición europeísta del nacionalismo catalán que,
desde Jordi Pujol, intentó buscar ejemplos y complicidades en el seno
de Europa. Recuerde el cesado como el propio Pujol fue presidente de la
Europa de las Regiones, organismo dependiente de la entonces Comunidad
europea.
Claro que no parece del todo ilógico que
alguien como los independentistas radicalizados abominen de un marco
supraestatal democrático. Porque no son demócratas.
Rompiendo las reglas democráticas
Cuando el NSDAP entró en el Reichstag, Joseph Goebbels
lo dijo claramente: “Entramos aquí como lobos entre los corderos,
porque nuestra finalidad es abolir el parlamentarismo burgués y el
sistema de representación por partidos políticos”. Les deben sonar
palabras como “lista única”, “mandato del pueblo”, “mártires por la
causa”, “encarcelados por sus ideas”, “parlamentarismo burgués alejado
del pueblo”, “dictadura de la masonería financiera” o “nuestra patria
tiene derecho a decidir”. Las decían los nazis refiriéndose a referéndums varios y variopintos que convocaban siempre para ganar, a leyes que rompían la constitución de Weimar - la más moderna de la época - para hacer piña alrededor del Fhürer, en fin, para aceptar el Fhürerprinzip,
que exigía acatar obediencia a lo que dijera o hiciese el líder. Sin
discrepancias. Sin respetar a las minorías. Sin respetar las leyes.
Muchas de estas frases las habrán escuchado en boca de los dirigentes
afines al cesado Puigdemont.
¿Qué
diría un anti demócrata al ver lo sucedido en el Parlament catalán este
pasado mes de septiembre, cuando se aprobó forzando toda legalidad –
incluso la catalana – la ley de transitoriedad para la república? ¿Qué
diría si el famoso mandato popular se sustentase tan solo en
manifestaciones organizadas por asociaciones pagadas por el propio
Govern y por un referéndum totalmente ilegal y sin garantías? ¿Qué diría
de proclamar un nuevo régimen con la mitad del parlamento ausentándose y
sin mayoría de votos en las urnas? ¿Estaría o no de acuerdo con el uso
partidario hasta extremos vomitivos de los medios de comunicación
públicos? ¿Y de la instrumentalización de escuelas y funcionarios?
Es un cuestionario puramente retórico. Cualquier fascista estaría encantado. Pues esas cosas son las que han hecho justamente Puigdemont con su ex Govern, las cosas que han jaleado, aprobado y festejado Junts pel Sí y las CUP,
las cosas que han vociferado en manifestaciones los acólitos del
proceso. Si les importa un pito romper leyes iguales para todos en
beneficio suyo, ¿por qué no les ha de importar romper Europa? ¿Qué
problema pueden tener en mentir, en deformar la realidad, en vender
humo, si sus valores son totalitarios, desprecian cualquier norma
vinculada a la decencia y a la normalidad democrática? ¿Alguien puede
extrañarse de que se inventen heridos, violadas, violencias, incluso
hipotéticos muertos? Claro que no.
Temen a la
luz de la verdad, que no puede ser otra más que la de la razón, porque
esa luz desvela sus patrañas, sus miserias y sus enormes yerros. Ellos
pretenden acaparar el discurso de la libertad, la democracia, la
honradez, la pureza, pero lo cierto es que representan a uno de los
partidos más corruptos en la historia de Europa y al totalitarismo más
corrosivo y rabioso. Son puro fascismo y ahora, abominando de la UE, lo
confirman una vez más. No les interesa nada ni nadie que lo les dé la
razón. Por eso a Puigdemont no le acomodó jamás ir al Senado
a explicarse, o a las reuniones con otros presidentes autonómicos. Por
eso cercenó a la oposición modificando reglamentos y leyes para
impedirles debatir sus locos proyectos. Lo suyo es tuitear, conceder
entrevistas con cuestionarios pactados y que le jaleen, que le alabe,
que lo invistan como líder.
Fascismo. Puro y duro. Y al fascismo no le gusta nada que sea mínimamente libre. Felicidades, Cataluña. Ya tienes un líder de extrema derecha.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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