Cualquiera diría que Puigdemont ha leído el escrito de defensa de Junqueras y ha decidido reventarlo punto por punto
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont conversa con el
exvicerpresidente del Govern y 'exconseller' de Economía Oriol
Junqueras. (EFE)
"Si quieres un amigo en Washington, cómprate un perro", Harry S. Truman
Uno está en Bruselas y el otro en Estremera, y hace un mes que no se hablan: pero si hoy Junqueras pudiera decir una sola cosa a Puigdemont, creo que repetiría lo del Rey a Chavez: ¿por qué no te callas? Porque todo lo que hace y dice el prófugo en su escalada de desatinos no solo es políticamente venenoso para el frente independentista, sino que conspira directamente contra la aspiración de los presos de salir a la calle.
El vómito eurófobo del expresidente tiró por tierra de un manotazo el cuento sostenido durante años sobre la supuesta historia de amor de la república catalana con la Unión Europea.
Quien crea que fue un calentón, lea estas tres frases: “El proyecto europeo está en decadencia” (Nigel Farage); “La Unión es un club decadente controlado por una oligarquía” (Marine Le Pen); “Europa es un club de países decadentes” (Puigdemont). La coincidencia terminológica no es casual: refleja exactamente la 'doctrina Putin', patrón y 'espónsor' del nacionalpopulismo antieuropeísta, que sostiene que Rusia “es el único país que puede salvar a Europa de la decadencia”.
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Si los partidos constitucionalistas de Cataluña no estuvieran dedicados a pegarse navajazos entre sí, con esto tendrían media campaña hecha.
Pero el prófugo ha dicho algo mucho más grave y delirante. En la misma entrevista dejó caer una oscura alusión a la relación entre el imán de Ripoll, presunto organizador de los atentados terroristas de agosto, y el CNI. Por si no hubiera quedado claro, en una entrevista posterior en 'El Nacional' se ha explayado al respecto:
“Ese imán no solo era una persona que el CNI tenía localizada, sino que colaboraba con ellos”; “Por culpa de esa deslealtad no sabemos si no hemos podido evitar un atentado y muchos muertos”; “Yo, por si acaso, recomendaría a la gente que fuera muy prudente al creer según qué versiones del Estado español”; “¿Por qué han defenestrado a Trapero y Forn está en prisión, cuando ellos neutralizaron la amenaza yihadista en Cataluña?”.
Yo, por si acaso, recomendaría a la gente que fuera muy prudente al creer según qué versiones del Estado español
Este fantoche está sugiriendo claramente que aquellos atentados fueron promovidos por los servicios secretos españoles para castigar a la Cataluña del 'procés'. Al lado de tamaña enormidad, la superchería de Marta Rovira la semana pasada es un cuento de hadas. Prepárense, porque esta es la campaña que preparan para camuflar su traición vergonzante: cada semana, una provocación más grosera que la anterior. Como ha explicado Pablo Pombo, un calco de la estrategia de Trump.
Conviene leer esa entrevista de Puigdemont en 'El Nacional' y compararla con el escrito de defensa de Junqueras y sus colegas ante el juez Llanera. En cada respuesta, Puigdemont asesta una puñalada a los argumentos que han hilvanado los abogados de sus exsocios —hoy rivales electorales—. Observen:
Donde Junqueras admite que acudieron a la citación del juez “ya como exconsejeros” y que “no ostentan actualmente cargo ejecutivo alguno”, Puigdemont proclama orgulloso que “para verme restituido me tendría que ver destituido, y no lo estoy. No he sido destituido”.
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Los 'consellers' presos explican al juez que “aceptan la aplicación del artículo 155 en los términos que autorizó el Senado y aprobó el Consejo de Ministros”. Pero Puigdemont se apresura a dejarlos como embusteros: “Acatar el 155 no se le ha pasado por la cabeza a nadie. Si alguien piensa que acatamos el 155, es que no han oído ni querido oír lo que han dicho los 'consellers' que están en la cárcel. No he visto a ninguno, ni el 'vicepresident' ni los 'conselleres', diciendo que si están en el Govern de la Generalitat, aceptarán el 155”.
Ellos tratan de tranquilizar al juez asegurando su “voluntad de sometimiento a su jurisdicción” y que su escrito “no se plantea como una estrategia defensiva, sino como una decisión personal”. Y Puigdemont los delata: “No hay que confundir una comprensible estrategia de defensa con lo que son compromisos y decisiones políticas”.
Ellos tratan de tranquilizar al juez asegurando su “voluntad de sometimiento a su jurisdicción”
Junqueras, y antes Forcadell, prometen abandonar la vía unilateral hacia la independencia. Pero Puigdemont, desafiante, deja las cosas claras: “No podemos renunciar a la unilateralidad si el Estado no renuncia a su unilateralidad. ¿Tenemos que ir con el lirio en la mano? Que el Estado renuncie a su unilateralidad y entonces hablaremos en otros términos”.
Los candidatos reclusos reconocen la validez de las elecciones del 21-D y esgrimen su participación en ellas como prueba de su acatamiento a la legalidad. Es más, expresan su rechazo a cualquier conducta ilícita y aseguran que si en el futuro vuelven a ocupar responsabilidades institucionales, actuarán siempre “por las vías del acuerdo y la negociación”. Pero el fugitivo, desde la comodidad de su refugio, no cesa en su chulería: “¿Realmente daremos por buenas unas elecciones que se hacen en estas condiciones? Si ganamos, ¿tenemos que aceptar el 155? Es evidente que no”. Por cierto, en su megalomanía, descalifica cualquier debate electoral en el que él no participe; y, por supuesto, se olvida de reclamar también la presencia de los encarcelados.
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Donde Junqueras y los demás han admitido que la DUI fue algo simbólico sin valor real, don erre que erre sigue en sus trece: “La proclamación de la república no ha sido desautorizada por nadie. El 1 de octubre está vigente”. Se supone que para él también lo están las leyes rupturistas del 6 de septiembre, de las que implícitamente han renegado sus conmilitones al aceptar la vigencia del marco constitucional y reivindicar ahora la recuperación de las instituciones estatutarias del autogobierno que ellos mismos destruyeron.
Por último, desarrolla una teoría peregrina: según él, si un partido republicano ganara las elecciones generales en España, “nadie podría justificar que al cabo de una semana España siguiera siendo una monarquía. El Tribunal Constitucional diría, con razón, que proclamar la república sería inconstitucional, pero en la democracia no mandan el TC ni el Consejo de Garantías, sino la gente”. Puro populismo insurgente, Monedero no lo habría expresado mejor.
¿Quién miente, Junqueras o Puigdemont? Los dos, claro. Pero cualquiera diría que Puigdemont ha leído el escrito de defensa de Junqueras y ha decidido reventarlo punto por punto, facilitando el trabajo del fiscal. Algunos pensarán que el tipo ha perdido el oremus y está fuera de control. No lo niego, pero además sospecho que le conviene que los reclusos de Estremeras sigan allí una temporada mientras él hace campaña cómodamente desde Bruselas. Amigos para siempre.
IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL
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