En la vida ordinaria existe una infinidad de asuntos y de acontecimientos sobre los cuales no hay una verdad absoluta, nadie puede atribuirse tenerla en su totalidad
Sabemos
que Cristo es “el Camino, la Verdad y la Vida”, cómo de forma bien
explícita Él dijo. Sabemos que si procuramos estar plenamente unidos a
Él, a su Persona, a su doctrina, estamos en la Verdad. En mayúscula.
Pero
si por la fe sabemos que no hay más que una Verdad en lo referente a
Dios, y por ello mismo a lo más profundo de la persona humana, también
es cierto que en la vida ordinaria existe una infinidad de
asuntos y de acontecimientos sobre los cuales no hay una verdad
absoluta, nadie puede atribuirse tenerla en su totalidad. Muchísimos asuntos son opinables y, en ellos, legítimas las discrepancias.
Un
campo donde la libertad de criterio es muy clara es el de la política.
Los cristianos podemos tener ideas políticas diversas o apoyar unas u
otras opciones con toda libertad, sin más límites que aquellas
ideologías que violan la Ley Natural y, con ello, la dignidad de la
persona. El Magisterio de la Iglesia ha declarado incompatibles para el
cristiano algunas ideologías a lo largo de la historia, pero, en
general, no corresponde a la Iglesia pronunciarse a favor de unas u
otras opciones políticas. Más aún, cuando lo ha hecho, casi siempre los
resultados han sido catastróficos también para la propia Iglesia. Porque
ésta ha de estar abierta a todos, caber en ella todos cuantos deseen
acercase.
Cuando
escribo este artículo vivimos días tensos en política a raíz del proceso
independentista de Cataluña. No voy a posicionarme ni indicar al lector
una u otra línea. Con toda seguridad los habrá favorables y contrarios a
tal independencia, y ambas opciones son legítimas, mientras se respete a
los demás. Yendo aún más al fondo, también es fundamental que uno no
convierta su opción política en un valor absoluto, en una nueva
religión, en un sucedáneo de Dios. Seguro que vemos a algunos del
entorno para quienes esta es su “nueva” Religión.
Y,
también, muy especialmente, que en la defensa legítima de su opción
política no se recurra a la mentira y a las malas artes, lo cual ha
alcanzado niveles extremos en las últimas semanas. Le llamen postverdad o
no, la difusión de falsas noticias ha subido a cotas estratosféricas.
Muchos políticos han mentido de forma descarada en el intento de lograr
sus respectivos objetivos. Se han tergiversado hechos, se han creado
falsas declaraciones e imágenes o las han atribuido a quien no
correspondía, se ha insultado.
Lo
que es aún más grave es que todo ello no ha quedado limitado a la
esfera de los políticos profesionales, bastantes de los cuales por
desgracia ya nos tienen acostumbrados a estos manejos, sino que siendo
un asunto que genera tantos sentimientos encontrados como el
nacionalismo, una parte importante de la ciudadanía ha difundido falsas
noticias sistemáticamente en función de su opción política. Seguro que
cualquiera que lea este artículo en su whatsapp –o en cuentas de
twitter, o en facebook- las ha recibido por centenares en los últimos
tiempos. No se trata de errores porque alguien se equivoca en
sus apreciaciones, sino de “crear” noticias que se sabe que no son
ciertas pero se lanzan en los medios de comunicación y, sobre todo, en
las redes sociales, porque su emisor supone que favorecen su causa.
Es
manifestación de uno de los mayores dramas de nuestra época: la pérdida
del sentido de la verdad. O, si se quiere, del sentido del bien y del
mal. Para muchos “todo vale”, sea en la política o en cualquier otro
campo.
Buscar
la verdad no corresponde solo a los cristianos, sino a todos, porque
está en la base de la persona aunque no nos demos cuenta. Pero no hay
duda de que si profundizamos en nuestra vida cristiana y pedimos a Dios
ayuda para lograrlo tendremos mucho más claro el sentido de la verdad y
sabremos discernir lo que se debe o no hacer.
DANIEL ARASA Vía FORUM LIBERTAS
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