Si el presidente del Gobierno consigue resistir será en penosas
condiciones y no más de un año. Todo pasa por elecciones a corto plazo y
por la jubilación de Rajoy, a quien parece que se le ha acabado la
suerte
Rajoy y Sáenz de Santamaría, durante el debate de Presupuestos en el Congreso.
EFE
El jueves pasado, hasta minutos antes de que la Audiencia Nacional hiciese pública la sentencia del caso Gürtel, Mariano Rajoy
se las veía felicísimas. Con los presupuestos recién aprobados tenía en
el bote dos años más de poltrona, hasta bien entrado 2020, tiempo más
que suficiente para retomar la iniciativa política y acabar con
Ciudadanos.
Dos años es mucho tiempo, y al laminado integral de los
naranjitos se apuntarían encantados tanto los socialistas como Podemos
y, por descontado, los nacionalistas. El futuro, una vez más, sonreía al
insumergible Mariano, que lleva cuarenta años en política y que, como
un leño arrojado en los rápidos de un río, se menea pero no se hunde.
En
esas estaba cuando pasó lo que todos ya sabemos. Un rosario de penas
ejemplares con balazo directo al partido. Aquello dinamitaba el plan
bienal de amarrarse al poder mientras ingeniaba el modo de seguir en él
otros cuatro años tras las elecciones de 2020.
Porque Rajoy, como otro gallego ilustre que gobernó entre 1939 y 1975,
es de los que creen que él nació para mandar y que sólo la parca puede
retirarle.
El ensueño rajoyano se
vino abajo en 24 horas, la legislatura saltó por los aires y Rajoy ha
empezado a atisbarlo a cámara lenta, como todo en él. Por de pronto, no
ha reconocido la gravedad de los hechos (ni lo hará), ni ha mostrado la
más mínima intención de pedir disculpas por la parte que le toca como presidente del PP
desde hace más de una década. Está convencido de que esto no va con él a
pesar de que el caso Gürtel le salpica personal y políticamente.
La moción de censura nace muerta y la torpeza de Pedro Sánchez augura, antes o después y tanto si la gana como si la pierde, un batacazo brutal
¿O acaso no mantenía una fluida relación privada y profesional con Luis Bárcenas? Fue él quien le ascendió y le hizo tesorero jefe del partido. Con otros también mantuvo gran sintonía en el pasado. Con Eduardo Zaplana,
por ejemplo, que acaba de ingresar en prisión acusado de blanquear unos
dineros que presumiblemente vendrían del cobro de comisiones ilegales
cuando presidía la Generalidad valenciana.
O con Rodrigo Rato,
con quien compartió gabinete y muchas horas, pero que luego expulsó del
partido con deshonor y pena de telediario. Ni siquiera se dignó a
decírselo en persona. Envió a un sicario. Más o menos lo mismo que hizo
hace sólo un mes con Cristina Cifuentes. Este hombre es así. Como capo de los Gambino hubiera dejado a John Gotti, conocido como Don Teflón porque todo le resbalaba, de mero aprendiz.
Pero,
a pesar de que, como buen cacique que es, vive para la intriga y la
puñalada, no estaba preparado para la que le tenía reservada el simple
de Pedro Sánchez. El viernes pasado sintió
la punzada de que, a poco que el diablo se ponga a enredar, le van a
desalojar del poder antes de lo que creía. No contaba con una moción de censura que, aunque constituye una torpeza inmensa para su promotor, cambia de golpe el tiempo político.
Digo
torpeza porque para Sánchez es una catástrofe segura. Si la gana y se
convierte en presidente de Gobierno lo hará con el apoyo de Podemos y
los nacionalistas. Pero no podrá pasar mucho tiempo en La Moncloa.
Tendrá que convocar elecciones y ahí el batacazo será brutal. Si la
pierde habrá hecho el ridículo más espantoso. Un ridículo del que se
aprovechará Albert Rivera, que en principio se conforma con un adelanto electoral sin más.
Para
que la moción prospere Sánchez necesita 176 escaños, pero él sólo tiene
85. Podemos y sus franquicias ya han anticipado que le prestarán sus
71, pero siguen faltando veinte, los que aportarían ERC, PdeCat, PNV y Bildu.
Con todos suman 180, suficiente para sacar a Rajoy del banco azul y
ponerse él. Pero, claro, hablamos de muchos partidos, cada uno de su
padre y de su madre. Eso implica hacer demasiadas concesiones, algunas
incluso que ni Sánchez ni ningún otro político puede atender, como la de
soltar a Junqueras y compañía, que no están en la cárcel porque lo haya dicho el presidente de Gobierno, sino por la decisión de un juez.
Rivera puede impedir que Rajoy gobierne sólo con proponérselo. Sin Cs el PP carecerá de apoyos para sacar adelante proyectos legislativos y cualquier tipo de acuerdo
Es, por lo tanto, una moción que nace muerta. Es probable
que Sánchez se estrelle por segunda vez como ya le pasó a principios de
2016 con aquella sesión de investidura. Lo que propone Ciudadanos tiene
más posibilidades de éxito en el medio plazo. Rivera puede impedir que
Rajoy gobierne sólo con proponérselo. Carecerá de apoyos para sacar
adelante proyectos legislativos y cualquier
tipo de acuerdo. A eso habría que sumarle el previsible castañazo que
se va a dar el PP en la municipales del año próximo que, según están las
cosas, promete ser antológico.
Con la moción
registrada y en marcha no se puede convocar elecciones. Pero hay caminos
intermedios. Podría Rivera canjear sus escaños por los de los
nacionalistas a cambio de que se Sánchez se comprometa por escrito a
convocar elecciones. Éstas serían ya de cara al otoño pero con Rajoy
fuera de la Moncloa y sin posibilidad alguna de volverse a presentar.
Cabría también la posibilidad de que Sánchez y Rivera acordasen un candidato neutral para que convocase elecciones al día siguiente de la investidura.
Todo
pasa por elecciones a corto plazo y la jubilación de Mariano Rajoy, a
quien parece que se le ha acabado la suerte. De esas elecciones saldría
un Parlamento nuevo con un PP muy tocado, un Ciudadanos recrecido y tal
vez la entrada de partidos nuevos por la derecha, como VOX, que en los
últimos meses ha ganado muchos simpatizantes por lo de Cataluña.
Si
Mariano consigue resistir será en penosas condiciones y no más de un
año. Se limitará a prolongar una agonía absurda que habrá de concluir
con el descalabro de las municipales. Ganaría tiempo pero no esperanzas.
Tras esta tormenta no va a escampar. Su tiempo ha terminado. El suyo y
el de Soraya con su patulea de Nadales y Montoros. Nadie les echará en falta porque nadie les quiso nunca.
FERNANDO DÍAZ VILLANUEVA Vía VOZ PÓPULI
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