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lunes, 14 de mayo de 2018

Cuanto peor, mejor: de la "humillación" de Torra a las "derrapadas" de Rivera

Con la llegada del candidato de JxCAT a la plaza de Sant Jaume, los contactos 'oficiosos' de Moncloa con representantes de ERC, PDeCAT y del nacionalismo catalán han saltado por los aires




Foto: Quim Torra vota durante la primera sesión del debate de investidura en el Parlament. (EFE)
Quim Torra vota durante la primera sesión del debate de investidura en el Parlament. (EFE)

Juan José Brugera, presidente del Círculo de Economía, ya tiene quien le presente las jornadas de Sitges en la edición de 2018. En el habitual elenco de postín, con Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias como ‘rock stars’, habían dejado una silla vacía en la sesión inaugural a la espera de la investidura en Cataluña. Con Quim Torra elegido hoy 'president', ya pueden rellenar el hueco y, al mismo tiempo, dar por finiquitada cualquier esperanza que tuvieran de recomponer puentes y debatir aquellos planteamientos de carácter político y económico que, en opinión de este 'lobby' empresarial, preocupan a los catalanes. Ni tiempos disruptivos, ni nuevos liderazgos, ni educación, ni sanidad ni pensiones. Lo que queda es república y TV3.
La labor del mediador no está bien vista. Uno empieza a proponer ideas y le acaban tachando de equidistante. Desde el desembarco de Roberto Bermúdez de Castro en Barcelona para la aplicación del artículo 155 en su condición de secretario de Estado para las Administraciones Territoriales, los contactos ‘oficiosos’ de Moncloa con representantes de ERC, PDeCAT y del nacionalismo catalán más moderado se han ido intensificando. “No se puede hablar de contactos propiamente dichos”, señala un interlocutor independentista. “Digamos que, al igual que los perros, nos estamos olisqueando”.

A la CUP se le puede acusar de todo menos de incoherencia: vetaron a Mas, tumbaron los presupuestos y entronizan al clon de Puigdemont

Pero con la llegada de Quim Torra a la plaza de Sant Jaume, estos acercamientos han saltado por los aires. El próximo Govern nace viciado de origen con un 'president' que clona los discursos de su antecesor y que se ha echado en brazos de la CUP. “No queda más remedio que ponerle buena cara a la humillación de estos días con la designación de Torra y las exigencias de Puigdemont”, comentan desde las propias filas independentistas. “No habrá estabilidad alguna. Es todo provisional. Todavía queda mucho camino por recorrer”.

A la CUP se le puede acusar de todo menos de incoherencia. Dijeron en enero de 2016 que no facilitarían la constitución del Gobierno de la Generalitat si Artur Mas era el candidato y, ‘mutatis mutandis’, se sacaron de la manga a Puigdemont; se negaron a dar el ‘nihil obstat’ a los Presupuestos de 2017 si estos no recogían una subida del IRPF, así que finalmente tumbaron las cuentas propuestas para ese año, y no se cansaron de repetir que no había más presidente legítimo que el que se encuentra hoy en Berlín y que se abstendrían ante cualquier otro nombre que se pusiera sobre el mesa, y eso es lo que han terminado haciendo.





Carles Puigdemont y Artur Mas, en una imagen de archivo.
Carles Puigdemont y Artur Mas, en una imagen de archivo.

Lo cierto es que la formación que comanda Carles Riera es bastante más fiable que el resto de partidos, sean independentistas o constitucionalistas. No fallan. Tiran del ronzal y los demás frenan en seco. Un Quim Torra postrado de hinojos les prometía que no haría “autonomismo”, que solo miraría hacia la “república” y que para él la CUP no era el problema sino la “solución” a la crisis catalana, unas declaraciones que se producían bajo la mirada descompuesta de los diputados del PDeCAT e incluso de ERC, por no hablar del resto del arco parlamentario.

Tan ocupado en viajar a Alemania y en sus loas a los 'cupaires', es probable que el futuro 'president' no haya tenido tiempo de leer el documento 'Estrategia y acción republicana 2018', elaborado por Poble Lliure, de la CUP, del que se hacía eco Antonio Fernández, y en el que se habla de Cataluña como un país ocupado militarmente por España, amén de promover “el abandono masivo de las compañías del Ibex 35 o de capital franquista para dirigir el consumo a las empresas y compañías autóctonas o 'neutrales”. O sí lo ha leído y no le importa.

"Rivera, que ni siquiera pidió el 155 cuando la ley de transitoriedad, se echa al monte espoleado por las encuestas", se quejan los mediadores

Una sensación de desazón reconcome a esa parte de la sociedad civil que se ofrece a mediar entre los distintos poderes en busca de vías de diálogo. No terminan de ver la salida. Igual que consideran que Puigdemont es un personaje nocivo que se encuentra fuera de control, también creen que en Madrid están relativizando la situación cuando el problema no para de agrandarse y hace imposible la convivencia; creen no contar con interlocutores válidos a los que explicar sus sugerencias; creen que lo suyo es predicar en el desierto, que el panorama político está dominado por unos personajes tóxicos cuya estrategia no es otra que generar caos a sabiendas de que cuanto peor le vaya a Cataluña, mejor les irá a ellos.

En definitiva, tienen el convencimiento de haberse quedado huérfanos de padre y madre. “Al Rey le pedimos más presencia. Es verdad que hace esfuerzos, pero resultan insuficientes, sobre todo por la necesidad de compensar la falta de tacto de su discurso de octubre”, señala uno de los mediadores que trata de conectar Madrid con Barcelona. “Del Gobierno todavía estamos esperando alguna muestra de cariño hacia los catalanes; del PSOE mejor no hablar: lo suyo es camino a la perdición, y a Ciudadanos no sabemos qué le pasa. Rivera se ha puesto a derrapar sin ton ni son… Es muy peligrosa la deriva que ha tomado”.





Mariano Rajoy y Albert Rivera, durante una reunión en Moncloa. (EFE)
Mariano Rajoy y Albert Rivera, durante una reunión en Moncloa. (EFE)

Critica las últimas declaraciones del líder de Ciudadanos en las que, en su afán de erosionar al Ejecutivo y continuar abonando los datos del CIS, cuestionaba la decisión de no haber recurrido el voto delegado para así impedir la formación de Gobierno y, al mismo tiempo, instaba a Rajoy a “rectificar” y mantener el 155 tras el discurso “incendiario” de Torra.

“Rivera, que ni siquiera pidió el 155 cuando la ley de transitoriedad y del referéndum, se echa al monte espoleado por las encuestas y por algunos voceros de la capital que creen ver en él al nuevo Macron. Rivera no quiere un Govern y sí la intervención de Cataluña. Está claro que no busca la normalización: el conflicto catalán le da réditos en el resto de España”. Y como la fórmula le funciona con los catalanes, han empezado a probar suerte con los vascos. De oca en oca…


                                                                     NACHO CARDERO   Vía EL CONFIDENCIAL

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