La sociedad occidental vive bajo la
hegemonía de la cultura de la desvinculación, en la que la realización
personal radica en la satisfacción de la pulsión del deseo, considerada
como expresión de autenticidad, un deseo reduccionista que se
circunscribe al sexo y al poder autoreferenciado. En nuestra cultura, el
deseo y su satisfacción ya no están enmarcados por la razón, ni
limitados por la virtud. Han pasado a convertirse en el hiperbién de
cada individuo al que hay que supeditarlo todo: compromisos, personas,
leyes, instituciones, tradiciones, fe religiosa.
Esta lógica del deseo es portadora de unas grandes rupturas:
La
fundamental: la de la relación con Dios. Ha convertido la
descristianización en laicismo de la exclusión religiosa y cultural.
La antropológica y moral. La destrucción
del concepto de lo humano: ¿Qué es hoy ser hombre o mujer? También la
cultural. La crisis de la cultura y de la capacidad de educar. La de la
injusticia social manifiesta, de la solidaridad entre generaciones. La
de la deslegitimación de las instituciones políticas i de los
fundamentos que construyen las personas y la sociedad.
En el contexto español estas rupturas tienen tres consecuencias graves:
Sobre
las instituciones políticas, abriendo la puerta a una crisis de régimen
(y aquí cabe distinguir entre transformación necesaria y crisis
provocada por el choque de diversas circunstancias). También sobre la
sociedad. I sobre la misma Iglesia, que no acaba de superar aquella
acumulación de rupturas i no acaba de encontrar un equilibrio atractivo
entre apertura a la gente y capacidad para acoger y mostrar la gracia de
Dios.
Y es que, además, en el caso español actúan con especial virulencia tres vectores:
- El enfrentamiento político: ausencia de concordia y de capacidad para la transacción.
- La visión antropológica y moral de la economía (Hemos olvidado que la economía es ante todo una antropología, una determinada manera de concebir el ser humano) que conduce al actual capitalismo de la desigualdad creciente.
- Y, la más importante y más erosionante de las instituciones políticas y social: La perspectiva de género LGBTI y el tipo de feminismo generado, que erosiona las instituciones y promueve nuevos tipos de enfrentamientos.
Es
muy difícil dar respuesta a esta gran brecha de nuestra vida colectiva,
entre otras cosas porque los responsables de la misma se alejan con sus
falsos diagnósticos al reconocimiento de las causas reales. La vía
estrictamente secular irá poniendo pedazos aquí y allá sin ninguna
capacidad resolutiva.
Solo otra mirada y
otro sujeto colectivo son capaces de interpretar y construir la
alternativa necesaria, que es la mirada cristiana y el pensamiento
social cristiano. La lástima es que quienes podrían impulsarlo, que no
protagonizar, tienen otras preocupaciones.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario