Los banqueros centrales se han convertido en meros "ilusionistas” que,
entre bambalinas y en reuniones secretas, controlan los mercados
globales y dictan la política económica
Mario Draghi.
efe
La salida en falso de la Gran
Recesión se ha traducido en un repunte de la actividad económica sin una
mejora de las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos. Es
un proceso generalizado que no solo ocurre en España. En el origen de
todo, el continuo y constante subsidio de los Bancos Centrales a los
bancos privados durante la última década. Los Bancos Centrales parece
que han entendido los principios básicos de la Teoría Monetaria Moderna,
pero están haciendo un uso retorcido y torticero de la misma. Por eso
la economía está en un proceso continuo de inestabilidad, al crearse
continuamente burbujas de activos.
En el trasfondo de todo ha emergido un poder en la
sombra, al margen del control por parte de los gobiernos y de los
ciudadanos. Me refiero al papel de los bancos centrales cuyas acciones,
bajo una aparente independencia, muestran en el fondo las profundas
interrelaciones entre el dinero y el poder. ¿Cómo si no se puede
explicar las medidas tomadas tras la Gran Recesión y que no atajaron el
problema de fondo? La crisis sistémica fue consecuencia de un proceso de
acumulación de deuda privada alrededor de distintas burbujas financieras e inmobiliarias.
Por lo tanto toda solución pasaba por una reestructuración del sistema
bancario en su conjunto y por quitas de deuda. La solución óptima ya se
conocía, pero no se hizo. La razón de fondo, la defensa de los intereses
de la élite bancaria ya que ella era en realidad la principal
beneficiada de las burbujas, y la gran acreedora del propio sistema
bancario global.
Estamos en un momento peligroso porque nunca hemos tenido tanto dinero provisto por los bancos centrales. Estamos en territorio desconocido
Hemos llegado a tal punto que los banqueros centrales se
han convertido en meros "ilusionistas”. Han coordinando entre
bambalinas, bajo la tenue luz de ciertas velas encendidas en reuniones
secretas, cómo controlar los mercados globales y dictar la política
económica. Los "subsidios", cortesía de los bancos centrales,
supuestamente destinados a ayudar a las economías, solo han servido para
que los bancos privados y las grandes corporaciones logren ganancias
récord y se alcance máximos continuados en los mercados bursátiles. El
problema es que los banqueros centrales no tienen una estrategia de
salida, pero si se reducen o se eliminan dichos subsidios se producirá
otra nueva convulsión económica. De ahí la inestabilidad intrínseca de
la salida acordada a la Gran Recesión.
Atrapados en un bucle: no se puede quitar el subsidio a los bancos
La
hipótesis de partida que habría que contrastar bajo este razonamiento
sería la siguiente: la coordinación entre la Reserva Federal, el Banco
Central Europeo, el Banco de Japón y otros bancos centrales ha financiado actividades bancarias a costa de la gente.
Los principales bancos centrales del mundo están proporcionando un
subsidio de dinero barato sobre el que flotan el sistema bancario
privado y los mercados financieros. Si se redujera, el dinero saldría
del mismo sistema financiero que se ha estado inflando. Y esa es la
definición de una crisis. Estamos en un momento peligroso porque nunca
hemos tenido tanto dinero provisto por los bancos centrales levantando
el sistema financiero. Estamos en territorio desconocido.
Los
bancos centrales tienen un poder ilimitado, regulatorio, generador de
dinero sin control y sin auditar por parte de la ciudadanía. Y esa es la
razón por la que desde las elites económicas se impuso un dogma o
verdad indiscutible, la necesidad de Bancos Centrales independientes.
Pero esa independencia la utilizaron para favorecer a determinados
intereses de clase. Tras ser uno de los grandes responsables de la
crisis de deuda privada, y de la insolvencia del sistema financiero que
ello implicó, los reguladores propugnaron rescates bancarios con dinero público,
es decir, a costa de los contribuyentes. En su labor de “independencia”
siempre han defendido a los acreedores, el propio sistema bancario,
cuando las experiencias más exitosas quienes lo pagaron básicamente
fueron los acreedores.
Nuevas señales de alarma
Pero
vuelven a aparecer señales de alarma. En países como Estados Unidos, la
deuda de los consumidores ha vuelto a alcanzar niveles récor
históricos. En nuestro país, en ausencia de rentas, las familias vuelven
a endeudarse, mientras el nivel de deuda soberana alcanza un nuevo
máximo.
Cuando esta máquina de la deuda vuelva a pararse tendremos otra recesión económica.
Por eso, si se les quitara hoy los subsidios a los bancos privados el
sistema colapsaría. La conclusión es muy sencilla, no lo harán. La
realidad es que si el sistema bancario funciona, es porque está siendo
subsidiado. Como corolario, su salud real no es buena. Si estuviera
realmente bien, ese dinero no haría falta. Pero sin él no durarían ni
una semana.
¿Qué conclusiones podemos sacar de política económica? Son necesarias profundas reformas en el sistema financiero. Hay que poner bajo supervisión pública los principales centros financieros internacionales.
Se debe promover la separación plena entre la banca comercial y banca
de inversión. Es necesario un control de la expansión del crédito ex
ante en lugar de castigar a los deudores a posteriori. Se deben poner
límites al tamaño de los bancos. Aprovechándose del riesgo moral de que
son “demasiado grandes para quebrar”, los bancos sistémicos, cada día
mayores y más sistémicos, están siendo subsidiados por los
contribuyentes de las distintas naciones. Es necesario acabar con ello.
El sistema bancario está siendo subsidiado. Si se les quitaran hoy las ayudas a los bancos privados el sistema colapsaría, así que la conclusión es muy sencilla: no lo harán
Pero además se debe usar la política fiscal, incluido el
balance del Banco Central, para forzar a que las empresas desvíen más
fondos hacia la economía real, nuevas inversiones productivas, formación de sus trabajadores, aumentos salariales,
es decir, cualquier cosa que realmente ayude a la economía en general,
en lugar de dedicarse a recomprar acciones o destinarse a remunerar a
consejos de administración que no se lo merecen. Parte del dinero que se
ha conjurado para los bancos se podría haber usado para todo esto, en
lugar de hacerlo desaparecer vía sistema financiero.
La
conclusión más importante es que si no se implementan ninguna de estas
propuestas, no habrá una mejora de las condiciones de vida de la
ciudadanía, y la situación como tal se mantendrá hasta que estalle de
nuevo otra crisis de deuda. En ese caso volveremos al punto de partida,
la Gran Recesión. ¡Cuánto tiempo perdido, y cuánto destrozo innecesario!
JUAN LABORDA Vía VOZ PÓPULI
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