Las amenazas de Trump no son un intento proteccionista más por parte de cualquier país, sino que son un cuestionamiento del orden jurídico internacional en materia comercial
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE)
En lo que va de año, Donald Trump le ha echado un órdago múltiple a la grande a la Unión Europea en materia comercial: primero ha amenazado con incrementar tarifas aduaneras a las importaciones de acero y aluminio; después le ha dado un plazo a la Unión Europea
para negociar una excepción a esa ampliación de tarifas pero dejando
entrever que a cambio espera concesiones que no tienen nada que ver con
esos productos, y por último se ha retirado del acuerdo tripartito con Irán y anunciado sanciones que afectarán seriamente a las empresas europeas que comercien o inviertan en Irán.
La Unión Europea ha reaccionado como se reacciona ante cualquier intento de proteccionismo por parte de cualquier otro país: lamentando las medidas, pidiendo negociaciones para limar los efectos negativos, amenazando con casos ante la Organización Mundial del Comercio y subrayando la importancia del orden legal internacional. Una reacción ‘de libro’.
El problema es que las amenazas de Trump no son un intento proteccionista más por parte de cualquier país, sino que son un cuestionamiento del orden jurídico internacional en materia comercial por parte del presidente de la primera potencia comercial mundial. Una situación sin precedentes, porque ese orden internacional ha sido creado (y hasta ahora salvaguardado) precisamente por los Estados Unidos.
Trump ha justificado las tarifas sobre el acero y el aluminio diciendo que las altas exportaciones de estos productos desde China, la Unión Europea y otros países a Estados Unidos ponen en peligro la seguridad nacional. Argumenta que si los Estados Unidos se tuviesen que enfrentar a una guerra de las dimensiones de la de Vietnam, tendrían producción nacional de acero suficiente, pero si tuviesen que enfrentarse a una guerra de las dimensiones de la Segunda Guerra Mundial (algo claramente improbable), la seguridad nacional de Estados Unidos estaría en entredicho.
Independientemente de tan pintoresca argumentación, resulta que la Unión Europea es una aliada de los Estados Unidos en la OTAN, una alianza cuyo objetivo es cooperar para garantizar la defensa y seguridad de los aliados, por lo cual es incomprensible que las exportaciones de acero y aluminio de la Unión Europea se vean restringidas en los Estados Unidos sobre la base precisamente de la ‘seguridad’. La actuación de Trump supone una afrenta a la Unión Europea, pero también a la OTAN.
Las concesiones que Trump está buscando para otorgar excepciones a ese incremento de tarifas tienen poco que ver con el acero y el aluminio: de China espera concesiones sobre transferencias tecnológicas y de propiedad intelectual; de Europa, México y Canadá espera que se sometan ‘voluntariamente’ a cuotas que limiten las exportaciones de acero y aluminio, pero también se rumorea que quiere concesiones sobre las exportaciones de automóviles europeos a los Estados Unidos, con la excusa de que esos automóviles contienen acero.
Todo parece indicar que Trump está utilizando la amenaza de tarifas sobre el acero y el aluminio como excusa para abrir una negociación comercial más amplia, asegurándose una posición beneficiosa y saltándose las reglas del juego de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Una afrenta a la Unión Europea y también a la OMC.
La semana pasada, Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo tripartito con Irán y Europa que dio lugar en 2015 al plan de acción sobre el programa nuclear de Irán. Y anunció sanciones para las empresas que comercien o inviertan en Estados Unidos independientemente de que tales empresas sean americanas o no. El uso de ese tipo de sanciones extraterritoriales (que se denominan ‘sanciones secundarias’) tiene como efecto principal el evitar que las empresas europeas inviertan o comercien con Irán, pues (a diferencia de muchas empresas asiáticas) casi todas las empresas europeas que han entrado en el mercado iraní desde 2015 tienen fuertes lazos comerciales con Estados Unidos; la posibilidad de investigaciones y altísimas multas por parte de las autoridades americanas hacia esas empresas constituye una amenaza de calibre suficiente como para que salgan del mercado iraní.
Trump sabe que por mucho que proteste la Unión Europea, es muy difícil que pueda garantizar a sus empresas inmunidad jurídica con respecto a las autoridades de los Estados Unidos. Como también sabe que cuando se retiró del acuerdo tripartito sobre Irán, lo hizo a pesar de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas había reafirmado en una resolución ese acuerdo en 2015. Una afrenta a la Unión Europea y también a Naciones Unidas.
A primera vista, muchas de esas decisiones de Trump pueden parece imprevistas, inconexas, fruto de decisiones momentáneas e incluso temperamentales. Pero cuando se consideran en su conjunto, lo que emerge es un panorama desolador: un intento continuado por parte del presidente de Estados Unidos de liberarse de las ataduras del orden jurídico internacional.
La reacción europea ha sido de prudencia, aunque muchos han empezado a pedir una reacción mucho más fuerte. Pero es difícil saber cómo reaccionar, porque nunca hasta ahora nos habíamos enfrentado a una situación parecida. A los países que deciden salir del orden internacional se les suele denominar ‘rogue states’. Pero el cuestionamiento del orden jurídico internacional por parte de Trump es una situación tan incomprensible que no sabemos ni lo que es.
MIRIAM GONZÁLEZ Vía EL CONFIDENCIAL
La Unión Europea ha reaccionado como se reacciona ante cualquier intento de proteccionismo por parte de cualquier otro país: lamentando las medidas, pidiendo negociaciones para limar los efectos negativos, amenazando con casos ante la Organización Mundial del Comercio y subrayando la importancia del orden legal internacional. Una reacción ‘de libro’.
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El problema es que las amenazas de Trump no son un intento proteccionista más por parte de cualquier país, sino que son un cuestionamiento del orden jurídico internacional en materia comercial por parte del presidente de la primera potencia comercial mundial. Una situación sin precedentes, porque ese orden internacional ha sido creado (y hasta ahora salvaguardado) precisamente por los Estados Unidos.
Trump ha justificado las tarifas sobre el acero y el aluminio diciendo que las altas exportaciones de estos productos desde China, la Unión Europea y otros países a Estados Unidos ponen en peligro la seguridad nacional. Argumenta que si los Estados Unidos se tuviesen que enfrentar a una guerra de las dimensiones de la de Vietnam, tendrían producción nacional de acero suficiente, pero si tuviesen que enfrentarse a una guerra de las dimensiones de la Segunda Guerra Mundial (algo claramente improbable), la seguridad nacional de Estados Unidos estaría en entredicho.
Es incomprensible
que las exportaciones de acero y aluminio de la UE se vean restringidas
en los EEUU sobre la base precisamente de la 'seguridad'
Independientemente de tan pintoresca argumentación, resulta que la Unión Europea es una aliada de los Estados Unidos en la OTAN, una alianza cuyo objetivo es cooperar para garantizar la defensa y seguridad de los aliados, por lo cual es incomprensible que las exportaciones de acero y aluminio de la Unión Europea se vean restringidas en los Estados Unidos sobre la base precisamente de la ‘seguridad’. La actuación de Trump supone una afrenta a la Unión Europea, pero también a la OTAN.
Las concesiones que Trump está buscando para otorgar excepciones a ese incremento de tarifas tienen poco que ver con el acero y el aluminio: de China espera concesiones sobre transferencias tecnológicas y de propiedad intelectual; de Europa, México y Canadá espera que se sometan ‘voluntariamente’ a cuotas que limiten las exportaciones de acero y aluminio, pero también se rumorea que quiere concesiones sobre las exportaciones de automóviles europeos a los Estados Unidos, con la excusa de que esos automóviles contienen acero.
Trump está utilizando
la amenaza de tarifas como excusa para abrir una negociación comercial
más amplia, asegurándose una posición beneficiosa
Todo parece indicar que Trump está utilizando la amenaza de tarifas sobre el acero y el aluminio como excusa para abrir una negociación comercial más amplia, asegurándose una posición beneficiosa y saltándose las reglas del juego de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Una afrenta a la Unión Europea y también a la OMC.
La semana pasada, Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo tripartito con Irán y Europa que dio lugar en 2015 al plan de acción sobre el programa nuclear de Irán. Y anunció sanciones para las empresas que comercien o inviertan en Estados Unidos independientemente de que tales empresas sean americanas o no. El uso de ese tipo de sanciones extraterritoriales (que se denominan ‘sanciones secundarias’) tiene como efecto principal el evitar que las empresas europeas inviertan o comercien con Irán, pues (a diferencia de muchas empresas asiáticas) casi todas las empresas europeas que han entrado en el mercado iraní desde 2015 tienen fuertes lazos comerciales con Estados Unidos; la posibilidad de investigaciones y altísimas multas por parte de las autoridades americanas hacia esas empresas constituye una amenaza de calibre suficiente como para que salgan del mercado iraní.
Trump sabe que por mucho que proteste la Unión Europea, es muy difícil que pueda garantizar a sus empresas inmunidad jurídica con respecto a las autoridades de los Estados Unidos. Como también sabe que cuando se retiró del acuerdo tripartito sobre Irán, lo hizo a pesar de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas había reafirmado en una resolución ese acuerdo en 2015. Una afrenta a la Unión Europea y también a Naciones Unidas.
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A primera vista, muchas de esas decisiones de Trump pueden parece imprevistas, inconexas, fruto de decisiones momentáneas e incluso temperamentales. Pero cuando se consideran en su conjunto, lo que emerge es un panorama desolador: un intento continuado por parte del presidente de Estados Unidos de liberarse de las ataduras del orden jurídico internacional.
La reacción europea ha sido de prudencia, aunque muchos han empezado a pedir una reacción mucho más fuerte. Pero es difícil saber cómo reaccionar, porque nunca hasta ahora nos habíamos enfrentado a una situación parecida. A los países que deciden salir del orden internacional se les suele denominar ‘rogue states’. Pero el cuestionamiento del orden jurídico internacional por parte de Trump es una situación tan incomprensible que no sabemos ni lo que es.
MIRIAM GONZÁLEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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