Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en uno de sus encuentros en Moncloa.
Efe
Apenas unas horas después de que Mariano Rajoy lograra aprobar en el Parlamento los PGE para 2018, el diario La Razón, esa especie de Mundo Obrero del Gobierno que maneja con destreza Mauricio Casals,
abría su edición del jueves con el anuncio de que ahora se va a enterar
Ciudadanos (C’s) de lo que vale un peine, porque de eso se venía
hablando desde hace semanas, de que en cuanto Mariano tuviera la
legislatura en franquía, el PP se iba a dedicar a machacar a quien se ha
convertido en el enemigo a batir del marianismo. Apenas unas horas después, sin embargo, Mariano y el PP están más que nunca en manos de C’s. Esta misma semana, Mariano y Pedro Sánchez,
PP y PSOE en plena sintonía, se pusieron de acuerdo para repartirse el
nombramiento de altos cargos en el Banco de España, dejando fuera de
juego a C’s. Unas horas después, Sánchez planteaba a Mariano una moción
de censura para echarlo del Gobierno. Esta misma semana, el PNV daba su
apoyo a los PGE después de haberse cobrado su peso en oro. Unas horas
después, el portavoz vasco Aitor Esteban,
el mejor amigo de Mariano, se declaraba dispuesto a escuchar a Sánchez
si su moción de censura “va más allá de la foto”. En apenas unas horas,
la sentencia de la Audiencia Nacional (AN) sobre el caso Gürtel ha
puesto la política española patas arriba.
"La mejor historia de España en los últimos años está
toda ella teñida, determinada, por una vieja tradición de melancolía que
en forma muy visible reaparece en los mayores historiadores del
momento. A la contemplación de la historia se le inyecta el deseo de que
hubiese sido de modo algo distinto de como fue, no por capricho o
sentimentalidad, sino porque la historia de España hace siglos que viene
consistiendo en un anhelo de desvivirse, de escapar a sí misma”. El
párrafo está tomado de “La realidad histórica de España”, el célebre
ensayo de Américo Castro enmarcado en el
debate intelectual acerca del "Ser de España" o el "Problema de España",
el tópico más querido por la intelectualidad del momento a caballo
entre los siglos XIX y XX. Desvivirse, escaparse a sí misma. Es la
sensación que el viernes invadía a millones de españoles viajeros en el
tren de la bruja, o más bien en la montaña rusa en que la dichosa
sentencia ha instalado al país, el paisaje de tierra quemada en que ha
devenido la crisis política española a resultas del napalm de la
corrupción.
Ha sido Sánchez quien se ha apresurado,
capazo en mano, a recoger las nueces caídas del árbol del PP tras el
vendaval causado por los jueces de la AN. Lo ha hecho con la torpeza que
le caracteriza y eso que lo tenía fácil para haberse presentado como el
líder de un partido de Gobierno preocupado por España y su estabilidad,
simplemente proponiendo una moción de censura avalada por un programa
tan sencillo como único: la convocatoria inmediata de elecciones
generales. En su lugar, el señorito ha enseñado la patita: pretende
gobernar un año, dos si pudiera, quiere tocar pelo, volver a aparentar
sintonía con el Estado y tomar ventaja antes de acudir al desafío de las
urnas. Y para lograrlo está dispuesto a pactar con la patulea
separatista, Bildu incluido, grupos cuyo interés en el bienestar de la
nación es perfectamente descriptible, lo que viene a confirmar algo que
desde hace tiempo sabemos: la irrefrenable ambición del muchacho por
convertirse en presidente del Gobierno al precio que sea.
Un
precio tan alto para él como para España, un precio que dejaría al PSOE
reducido a cenizas tras su paso cual estrella fugaz por Moncloa. Mucho
cuidado, con todo, porque el líder del PSOE tiene sus opciones,
problemáticas todas, de ganar esa moción de censura. Si hubiera que dar
crédito a su promesa de no hacer concesión alguna a los
independentistas, entonces no habría caso y estaríamos perdiendo el
tiempo en cháchara infame. Sin embargo, y como todo en Sánchez induce a
sospecha, habrá que concluir que la suerte de su moción depende en gran
medida del PNV, un partido que ha pasado, cual infame Aviraneta, de apoyar a Rajoy a conspirar contra él sin solución de continuidad. Casi de inmediato saltó a la palestra José Manuel Villegas,
para, en nombre de C’s, anunciar una línea de conducta muy entrada en
razón: la legislatura está liquidada por los casos de corrupción y no
cabe otra solución que no pase por “dar la voz a los ciudadanos”, razón
por la cual Mariano Rajoy, que es quien tiene la competencia, estaba
–está- obligado a convocar elecciones. En caso de que el presidente
rechazara la propuesta, la formación naranja estaría dispuesta a “apoyar
o impulsar un moción de censura instrumental” con el único objetivo de
ir a la celebración de elecciones. Irreprochable.
Mariano no se da por enterado
Pronto, sin embargo, llegó el tío Paco con la rebaja. Apareció Mariano en su salsa, la del aquí no ha pasado nada y todo es culpa del loco
de Sánchez y de su iniciativa de presentar una moción de censura que
“debilita a España y perjudica gravemente los intereses de los
españoles”, añadiendo que “lo que es bueno para España es que la
legislatura perdure”. No es momento de desplegar calificativos para
definir la conducta de un político que está muerto aunque él pretenda
ignorarlo, un líder quemado y dispuesto a poner sus miedos e intereses
personales por encima de los de la nación. Tratar de componer la figura
del que no se da por aludido parece empeño imposible a estas alturas. No
es que los medios de comunicación hayan sobreactuado tras la sentencia
de marras, es que la sentencia ha sido la gota que ha colmado el vaso de
la paciencia de los españoles. La gota que ha logrado verter el
contenido de ese vaso de ignominia sobre el paisaje mancillado de un
país muy castigado por la corrupción.
Todo ha entrado
en una aceleración desconocida. Pretender que las cosas sigan igual,
como intenta Mariano, es sencillamente habitar en otro planeta, del
mismo modo que tratar de llevar la legislatura a término como si nada
hubiera pasado se antoja misión imposible sin apoyos en el Congreso y en
contra de la opinión mayoritaria de los españoles. Una locura que solo
podría acarrear graves consecuencias en términos de futuro para el país.
En estos momentos de aceleración histórica, la estabilidad empieza a
ser un bien preciado a cuidar con mimo, razón por la cual la
responsabilidad de lo que ocurra no dependerá o no será ya solo de
Mariano, sino de la cúpula del PP que consiente y calla ante el
desafuero. ¿Qué piensa, por ejemplo, el mundo de la economía y la gran
empresa de la intención del gallego de enrocarse en Moncloa y dejar
pudrir la situación? ¿Ponderan esos poderes la importancia de la paz
social como elemento imprescindible para poder continuar por la senda
del crecimiento?
La posición de C’s de retirarle su
apoyo y exigir elecciones se antoja, con todo, determinante, en tanto en
cuanto obligará al PP, más pronto que tarde, a aceptar la realidad.
Todo sería más fácil si, en un acto de realismo, la cúpula “popular”
–reducida a cenizas la idea de aprovechar los dos años que restan de
legislatura para intentar “la remontada”, expresión convertida en mito
en la calle Génova- asumiera que esto se ha acabado y forzara la
dimisión de Mariano para dar paso a un candidato/a encargado/a de
disolver las Cámaras y llamar a las urnas. Uno de los rumores que ayer
sábado corrían por Madrid apuntaba a una solución en tal sentido, un
acto reflejo consistente en sacrificar a Mariano y nominar a Sáenz de Santamaría
como presidenta de un Gobierno encargado de llevar la Legislatura a
término. Solución del agrado de no pocos grupos empresariales y
mediáticos, empezando por Prisa y Atresmedia, “pero pretensión loca a la
postre”, aseguran en C’s, “porque esa es mercancía que en estos
momentos ya no compra nadie. La necesidad de ir a elecciones es
ineludible, y solo un idiota o un zumbado puede pretender seguir como si
no hubiera pasado nada”.
La mala suerte de España con sus elites
La ex ministra de ZP y actual secretaria de Igualdad del PSOE, Carmen Calvo,
uno de los “cerebros” de Sánchez, volvió ayer a insistir en la
necesidad de “un plazo de tiempo razonable en términos de meses” para
“estabilizar al país en sus muchas crisis y restañar desigualdades”
(sic). Intentar gobernar con 84 de los 350 escaños del Congreso y el
apoyo de independentistas y podemitas, es idea que solo puede salir del
magín de alguien que ha pasado una mala noche o no termina de superar
los efectos de una grave intoxicación etílica. La mala suerte histórica
de España con sus elites o, en palabras de Ortega
en su “España invertebrada”, “la escasez de hombres dotados con talento
sinóptico suficiente para formarse una visión íntegra de la situación
nacional”. Al enfatizar la idea de ir a elecciones “en unos meses”, la
Calvo pareció, no obstante, querer insinuar un cierto acercamiento del
PSOE hacia las posiciones de C’s, que también ayer volvió a reiterar a
los socialistas su oferta de moción “con un candidato instrumental”, que
no sería ni Rivera ni Sánchez, y el objetivo único de dar la voz a los
españoles. “La solución a Rajoy no puede ser un Gobierno Frankenstein en manos de quienes quieren romper España”.
Puede
ser que la disolución de las Cámaras se demore hasta que se constate el
fracaso de la intentona de Sánchez, momento en el cual sería el propio
Gobierno Rajoy el encargado de convocar elecciones. Sería un tiempo para
la reflexión serena, que las prisas nunca han sido buenas y menos
cuando lo que está en juego es el futuro de España. Más que una crisis
de Gobierno o de partido, que también, estamos ante una crisis de
régimen, que reclama un Gobierno sólido con un mandato cerrado destinado
a acometer la profunda reforma institucional y política que España
viene reclamando desde hace por lo menos diez años. “No estamos
condenados por implacables leyes de herencia a seguir la misma senda que
hemos seguido hasta hoy. Todos los pueblos han cambiado en el curso de
su historia y seguirán cambiando en el mañana. Las inclinaciones
temperamentales de una comunidad histórica no son eternas. Pueden ser
superadas por la inteligente acción de los hombres. Siempre que la
conciencia histórica de la colectividad ponga tensos los resortes de la
voluntad nacional”. Es el hilo de esperanza que Sánchez Albornoz nos envía desde su “España, un enigma histórico”.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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