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jueves, 3 de mayo de 2018
PP Y PSOE, SECUESTRADOS POR SUS LÍDERES
La sociedad española está cambiando. A pesar de todo, tanto el PP como el PSOE podrían adaptarse
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el líder del PSOE, Pedro Sánchez (i), el pasado octubre en Moncloa. (EFE)
No todo son malas noticias, basta con ver lo que le ocurre al PP. Viven los populares días difíciles.
Comienzan a asumir la entrada en el peor trance de su historia. Miran a
su alrededor y se ven rodeados de motivos para la depresión, el miedo o
la desesperación. Sin embargo, han escuchado un mensaje de aliento.
Alguien les ha dicho que no es para tanto, que no están tan mal. ¿Su
presidente? ¿Alguien que aspire a la sucesión? ¿Un referente histórico o territorial? No. La sesión de 'coaching' a la militancia de la derecha vino del líder de la oposición.
La frase de Sánchez —“el PP no está tan mal, se le subestima como al PSOE”—
forma parte de la teoría de la conspiración que pretenden difundir
desde Ferraz. Según parece, todas las casas de encuestas se han
conjurado para ocultar la envidiable credibilidad del
líder socialista y las robustas perspectivas electorales de su partido.
Por eso van por las esquinas filtrando encuestas con datos menos fiables
que la viagra del 'top manta'.
Ese argumento tiene una intención: mantener un despacho. Busca convertir al PSOE en un partido disecado.
Primero se extrajo la memoria, después se procedió al vaciado de
órganos y ahora toca rellenar el cuerpo con cifras infladas y selfis
prefabricados.
La frase de
Sánchez —“el PP no está tan mal, se le subestima como al PSOE”— forma
parte de la teoría de la conspiración que quieren difundir en Ferraz
A su vez, el planteamiento de la conjura contra el bipartidismo
responde a un descubrimiento estratégico tardío y contrario a la
evidencia actual. Al principio de la crisis del sistema de partidos, el
PP y el PSOE se necesitaban mutuamente, ambos podían recuperar terreno
si el sistema era capaz de resolver las crisis que no ha resuelto
todavía. Ya no estamos en esa etapa. El bloqueo del 'no es no' acabó con
esa oportunidad.
El antagonismo entre los dos grandes partidos ya
no basta para explicar la política española. Bastante más de la mitad
de la población reacciona igual a la pregunta “¿es usted del PSOE o del PP?”. La respuesta mayoritaria es “de ninguno de los dos”.
Hubo
una época en que el país entero contenía la respiración cuando
socialistas y populares se retaban. Eran los años de 'western' en la
tele, después de la comida. Ahora las pantallas son otras y el público
ha perdido interés en esa película. No solo porque el género de la vieja
política está en decadencia, también y sobre todo porque falta verdad
en el desafío. Ambos simulan el clásico duelo del oeste, pero
representan algo grotesco. Acordes de Morricone bajo un sol abrasador. Primeros planos. Los dos desenfundan al mismo tiempo. Rajoy dispara contra los de su banda
y caen cuatro del PP. Sánchez se pone a pegar tiros al aire como un
descosido. De golpe, cae una cigüeña de goma en mitad de OK Corral.
Cuesta tomárselo en serio.
Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes, en la convención nacional del PP de Sevilla. (EFE)
Parece
que no habrá cambio de programación a corto plazo. Para el Partido
Popular, el mes comienza en Madrid con un abanico naranja de encuestas
para la región, y sin Gallardón, sin Aguirre, sin Ignacio González ni Cifuentes en el día de la comunidad. También sin solución a la vista, aunque siguen buscando y rebuscando. Andan inmersos en una tarea que, por lo visto, resulta más compleja que dar con la aguja en el pajar. Tardan en encontrar alguien que esté limpio y pueda asumir la presidencia del primer bastión de su partido. Es sintomático.
Para el PSOE, mayo terminará con los fastos del primer aniversario de la victoria de Sánchez en las primarias.
Seguro que lo habrá. Las fechas redondas, ya se sabe, son propicias a
las celebraciones y a las evaluaciones. Son estos días adecuados para
poner en orden lo mucho que ha hecho su líder por España, y lo muchísimo
que han mejorado las perspectivas electorales de su organización. Son
jornadas idóneas para medir cuánto ha ganado el partido en musculatura ideológica,
y hasta qué altura astral ha llegado el impulso a la militancia. Son
semanas ideales para editar un 'greatest hits' con lo mejor de Margarita Robles en el Parlamento, quizá sea la manera más contundente de rebatir la idea de que todo ha ido a peor en el Partido Socialista.
Hay algo en la frase de Sánchez —“el PP no está tan mal, se le subestima como al PSOE”— que recuerda a esos boxeadores que se abrazan porque están exhaustos,
vacíos de claridad mental y de fuerza para pelear. Dos sonados
enlazados por el instinto de que ambos caerán si cualquiera de los dos
se suelta. Me pregunto si el baile del bipartidismo nos ha traído esta
coreografía torpe y primitiva.
El
mes comienza en Madrid con un abanico naranja de encuestas, y sin
Gallardón, sin Aguirre, sin González ni Cifuentes en el día de la
comunidad
Me pregunto, también, si las cosas podrían haber ocurrido de otra manera. Antes apuntaba que el bloqueo político condenó la posibilidad de que los dos grandes partidos obtuviesen la redención social. Pero hay más.
La suma de errores no forzados que viene exhibiendo el PP no tiene su explicación en la Ley de Murphy, sino en el sometimiento que Rajoy ejerce sobre los suyos. Y lo mismo puede decirse de la acumulación de volantazos de Sánchez,
en ambos casos nos encontramos ante líderes que mantienen inmovilizados
a sus partidos por una cuestión de supervivencia personal. Los dos
demuestran desinterés hacia la política —el bien del país, incluso el
interés de sus respectivos partidos— y un afán patológico por
atornillarse en el poder. Un poder que no se conjuga, que no es
productivo. Un poder que no tiene más utilidad que la de ser ostentado con furia o con desdén, ni más sentido que el de ser preservado a cualquier precio.
La sociedad española está cambiando. A pesar de todo, tanto el PP como el PSOE podrían adaptarse. Los dos sufren grandes problemas, pero contienen grandes potencialidades. Vienen cayendo en las encuestas
porque son víctimas de sus pesos muertos. Por eso son siglas que no
pueden retomar el vuelo. La diferencia, eso sí, está en las vanidades.
Rajoy podría marcharse para evitar una derrota humillante. Sánchez
parece feliz presumiendo de fracasos.
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