Que alguien plantee presentar a un ex primer ministro francés como
candidato a alcalde de Barcelona es una sorpresa asombrosamente
disruptiva en el discurso tradicional de la política española
El exprimer ministro de Francia Manuel Valls, en un acto de Societat Civil Catalana.
EFE
Hace no muchos años resultaba
evidente que pocos iban a comprar por internet, arriesgándose a no
recibir algo que no sabían quién y desde dónde se lo le estaba
vendiendo. A lo sumo llegaría a ser un segmento marginal de comercio, se
dijo. Luego se pasó a reconocer que tal vez algo sí que se compraría,
pero poco y ni cosas caras ni ropa. Hoy lo evidente es que se hacen
millones de transacciones: caras, baratas, tecnológicas, ropa, zapatos y
hasta se empieza a llenar la nevera por internet. Parecía increíble
pero ya es realidad.
De hecho, ese sector que supuestamente iba a ser tan
marginal es ahora, junto con el resto de empresas tecnológicas, la nueva
esperanza recaudatoria de Europa y de España, hasta el punto de que el
Gobierno pretende que sostenga una buena parte del incremento de las pensiones pactado con el PNV para mantener a Rajoy en la Moncloa. Ahí es nada.
Asistimos
a un huracán transformador que convierte lo increíble en cotidiano y
que tampoco respeta la política. Como les pasó al principio a las
sorprendidas grandes superficies, nuestros partidos tradicionales de
siempre (los 1.0 según el nuevo lenguaje) también están desarbolados y
confusos ante el vendaval, evidenciando que aún no han sabido reaccionar
y aplicarse a una sociedad que ha cambiado, con ideologías menos estandarizadas y en la que los nuevos votantes no entran buscando una identidad política
a la que pertenecer, firmes hasta alcanzar la utopía, sino más bien
respuestas claras honestas y novedosas, en las que estos votantes
reconozcan las cosas que les preocupan ahora. La seguridad de que el
paquete comprado por internet se va a recibir, no han alcanzado a
ofrecerla los partidos políticos con sus productos.
El PNV es muy consciente de que su privilegiada posición actual depende de que PSOE y PP continúen como hasta ahora: grandes y débiles
La irrupción de Podemos y Ciudadanos fue despachada en su
momento como resultado de fuerzas más o menos oscuras que solo trataban
de perjudicar a los partidos de siempre. Lo bueno de las teorías
conspirativas es que te facilitan un enemigo y te mantienen en el centro
del tablero; lo malo es que te ciegan a la hora de detectar si está
pasando algo de verdad. Y resulta que sí están pasando cosas. Que el 15M
trajo más cambios que los que se vieron entonces y que las réplicas de
aquello siguen.
Que Ciudadanos ganase las elecciones
en Cataluña con un discurso nítidamente antinacionalista no puede
considerarse una anécdota. Si se quiere, también pueden desdeñarse como
herramientas contaminadas todas las encuestas que dan a los naranjas
ganadores en España, pero -oiga- ese río empieza a sonar demasiado para
llevar tan poca agua como dicen. Sólo que planteen presentar a un ex
primer ministro francés como candidato a alcalde de Barcelona es una
sorpresa que, salga o no, resulta asombrosamente disruptiva en el
discurso tradicional de la política española.
Por su parte Podemos está a punto de culminar, de la mano de Alberto Garzón y Julio Anguita, la digestión completa de IU, para desesperación de Gaspar Llamazares y los comunistas de siempre. Los de Iglesias incluso han sido capaces de superar con aseo y prontitud una crisis interna que se anunciaba catastrófica.
El
panorama en los partidos tradicionales no tiene nada que ver. El seny
catalán, que hay que suponer que seguirá existiendo, anda huérfano de
siglas en medio de gritos, esteladas, políticos huidos o presos y
aspavientos victimistas. El PSOE ha optado por reconvertirse, dando todo
el poder a un líder que acertará o se equivocará pero que decidirá él,
sin otra condición que pedir a la militancia el refrendo de lo decidido.
El avispero del PP bastante tiene con aguantar detrás de Rajoy, cuyo único objetivo es terminar la legislatura a cualquier precio. No parece que exista ningún otro proyecto salvo aguantar el chaparrón de casos, juicios, delaciones e indignidades.
Uno que ha visto muy bien la gravedad de la situación ha sido el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, que, esta semana declaraba en El Correo de Bilbao que “a quien más le pedimos que espabile es a la izquierda española, que es quien más puede rentabilizar este tiempo que hemos ganado”. El
PNV es muy consciente de que su privilegiada posición actual o futura
depende por completo de que la estructura política de España no cambie y
hará todo lo que pueda para que así sea y para que PSOE y PP continúen
como hasta ahora: grandes y débiles.
Entre las muchas cosas que parecían increíbles está, por ejemplo, que en Francia Emmanuel Macron
crease un partido nuevo en abril de 2016 y que solo un año después ya
fuese el Presidente de la República. Increíble, ¿verdad? Pues de igual
forma que pasó con los paquetes de Amazon; ya iremos viendo cuántas
cosas que hoy nos parecen increíbles en la política española se
convierten en realidad y cuáles no.
CARLOS GOROSTIZA Vía VOZ PÓPULI
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