El Real Madrid jugará su tercera final de la Champions consecutiva en una nueva demostración de quién es el mejor del mundo y por qué tiene esta sangre azul de genética
Benzema, con sus dos goles al Bayern, tuvo su primera gran noche en
mucho tiempo y fue clave para la clasificación del Real Madrid. (EFE)
La hegemonía fabrica mitos como este Real Madrid que va a jugar su tercera final de la Champions consecutiva después de ser el primero que gana dos seguidas. El 26 de mayo, en Kiev buscará el triplete.
Pierda o gane, esto no quedará aquí porque es, simplemente, el Real
Madrid. Es muy difícil definir y encontrar una explicación a la realeza
de un club que está más cómodo en lo extraordinario que en la sencillez
de lo ordinario. Cumplidor y nada indolente cuando tiene que encarar la
dificultad del reto más inalcanzable. Es el ADN del Real Madrid: triunfar en Europa mejor que en España. Unas veces con más autoridad y brillantez, como demostró en el partido de vuelta de octavos de final contra el París Saint-Germain y en la ida de los cuartos en Turín ante la Juventus. En otras ocasiones, agarrado a su capacidad de sufrimiento, carácter, supervivencia y épica como en la vuelta contra la Juventus en el Bernabéu
y estas semifinales frente al Bayern de Múnich. De una u otra manera o
de todas las posibles estamos ante la leyenda del equipo de fútbol más
grandioso, uno que sigue haciendo historia tras empatar con el Bayern (2-2) y clasificarse para otra final.
El realísimo Real Madrid. Ese monstruo que intimida y provoca pánico en los otros grandes equipos de Europa, como quedó de manifiesto en el segundo gol de Benzema, con un fallo de Ulreich. El portero alemán que salió mal a por una pelota, quizás nervioso o demasiado intimidado ante la presencia de un Benzema que decidió morder. O quizá fue el miedo escénico que provoca el Bernabéu. O quién sabe si la presión de tener que clasificarse para una final que puede con otros, pero no con el Madrid. Esos síntomas no los sufre porque tiene sangre azul en esta competición. Donde para reinar tienes que demostrar el verdadero gen de los campeones. Lo demostró Benzema, perdido toda la temporada y decisivo en la semifinal. Como Keylor Navas, sempiterno cuestionado, y decisivo con dos paradones. Colosal ante los alemanes.
Es, como ha vuelto a quedar demostrado ante los alemanes, la genética del Real Madrid. Un equipo que compite contra sí mismo y tiene la necesidad de construir una leyenda que tiene motivaciones de expansión, conquistas y ansias de gloria. Es la historia de un club que seduce a los aficionados y a cada uno de los futbolistas que consiguen empaparse y entender el legado que han ido dejando las anteriores generaciones, unas con más éxito y fortuna que otras, pero igualmente fructíferas. Del fracaso siempre nació la obligación y el orgullo de sobreponerse para la siguiente batalla. Es la sangre azul del Real Madrid la clave del éxito del mejor club del mundo. Si no eres capaz de seguir la dinastía de reinar en Europa, estás sentenciado de muerte y vendrán otros para seguir la guerra. Muchos entrenadores y jugadores cayeron en el intento. El club no entró en parálisis ni sucumbió. Hubo épocas muy duras, como los 32 años de derrotas y decepciones que pasaron entre la sexta Copa de Europa y la séptima en Ámsterdam. Pero perseveró.
Es la grandeza del Real Madrid y la única explicación para entender por qué tiene sangre azul y no la roja de los alemanes del Bayern de Múnich. Levantarse cuando le marca Kimmich, en el minuto 3, para empatar en el 10 con un gol de cabeza de Benzema. Los dos goles madridistas los marcó un futbolista repudiado por Francia que, pinchado en el Madrid, brota sangre azul. Sí, este es el realísimo Real Madrid que hace una Liga de plebeyos y se pone la corona y coge el bastón de mando para salir a mandar por el Viejo Continente. Todo empezó con la época dorada de las Copas de Europa y ahora ha vuelto a expandir sus dominios en el formato de la Champions con los ochos años seguidos que lleva disputando las semifinales y, a puño de hierro, ha ganado la décima, undécima y duodécima en los últimos cuatro años.
No hay reinado sin sangre, sudor y lágrimas. La grandeza del Real Madrid para triunfar en escenarios adversos y de sufrimiento quedó demostrada ante el Bayern en el Bernabéu. Debilitado atrás sin Carvajal (lesionado) y Casemiro, suplente por decisión táctica. Tuvo que sufrir mucho para conseguir el pase a la final con Lucas Vázquez en el lateral derecho, Modric tapando huecos por la banda de Ribéry y Kovacic en el medio, en una extraña decisión de Zidane, que prefirió al croata antes que a Casemiro. Un partido que derivó en un ida y vuelta peligroso con protagonismo para los porteros. Y en ese duelo salió vencedor Keylor Navas. Así se reina en la Champions. Nadie te puede asegurar que es fácil ni te van a hacer el pasillo. Cuántos equipos querrían tener los defectos de este Real Madrid que seguro que tiene muchas imperfecciones, pero que compite con la sangre azul que el dios fútbol le ha dado.
ÚLISES SÁNCHEZ-FLOR Vía EL CONFIDENCIAL
El realísimo Real Madrid. Ese monstruo que intimida y provoca pánico en los otros grandes equipos de Europa, como quedó de manifiesto en el segundo gol de Benzema, con un fallo de Ulreich. El portero alemán que salió mal a por una pelota, quizás nervioso o demasiado intimidado ante la presencia de un Benzema que decidió morder. O quizá fue el miedo escénico que provoca el Bernabéu. O quién sabe si la presión de tener que clasificarse para una final que puede con otros, pero no con el Madrid. Esos síntomas no los sufre porque tiene sangre azul en esta competición. Donde para reinar tienes que demostrar el verdadero gen de los campeones. Lo demostró Benzema, perdido toda la temporada y decisivo en la semifinal. Como Keylor Navas, sempiterno cuestionado, y decisivo con dos paradones. Colosal ante los alemanes.
La frustración de Zidane por no saber qué hizo tan mal para 'tirar' la Liga
Es, como ha vuelto a quedar demostrado ante los alemanes, la genética del Real Madrid. Un equipo que compite contra sí mismo y tiene la necesidad de construir una leyenda que tiene motivaciones de expansión, conquistas y ansias de gloria. Es la historia de un club que seduce a los aficionados y a cada uno de los futbolistas que consiguen empaparse y entender el legado que han ido dejando las anteriores generaciones, unas con más éxito y fortuna que otras, pero igualmente fructíferas. Del fracaso siempre nació la obligación y el orgullo de sobreponerse para la siguiente batalla. Es la sangre azul del Real Madrid la clave del éxito del mejor club del mundo. Si no eres capaz de seguir la dinastía de reinar en Europa, estás sentenciado de muerte y vendrán otros para seguir la guerra. Muchos entrenadores y jugadores cayeron en el intento. El club no entró en parálisis ni sucumbió. Hubo épocas muy duras, como los 32 años de derrotas y decepciones que pasaron entre la sexta Copa de Europa y la séptima en Ámsterdam. Pero perseveró.
El éxito del repudiado Benzema
Es la grandeza del Real Madrid y la única explicación para entender por qué tiene sangre azul y no la roja de los alemanes del Bayern de Múnich. Levantarse cuando le marca Kimmich, en el minuto 3, para empatar en el 10 con un gol de cabeza de Benzema. Los dos goles madridistas los marcó un futbolista repudiado por Francia que, pinchado en el Madrid, brota sangre azul. Sí, este es el realísimo Real Madrid que hace una Liga de plebeyos y se pone la corona y coge el bastón de mando para salir a mandar por el Viejo Continente. Todo empezó con la época dorada de las Copas de Europa y ahora ha vuelto a expandir sus dominios en el formato de la Champions con los ochos años seguidos que lleva disputando las semifinales y, a puño de hierro, ha ganado la décima, undécima y duodécima en los últimos cuatro años.
No hay reinado sin sangre, sudor y lágrimas. La grandeza del Real Madrid para triunfar en escenarios adversos y de sufrimiento quedó demostrada ante el Bayern en el Bernabéu. Debilitado atrás sin Carvajal (lesionado) y Casemiro, suplente por decisión táctica. Tuvo que sufrir mucho para conseguir el pase a la final con Lucas Vázquez en el lateral derecho, Modric tapando huecos por la banda de Ribéry y Kovacic en el medio, en una extraña decisión de Zidane, que prefirió al croata antes que a Casemiro. Un partido que derivó en un ida y vuelta peligroso con protagonismo para los porteros. Y en ese duelo salió vencedor Keylor Navas. Así se reina en la Champions. Nadie te puede asegurar que es fácil ni te van a hacer el pasillo. Cuántos equipos querrían tener los defectos de este Real Madrid que seguro que tiene muchas imperfecciones, pero que compite con la sangre azul que el dios fútbol le ha dado.
ÚLISES SÁNCHEZ-FLOR Vía EL CONFIDENCIAL
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