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martes, 30 de abril de 2019
El laberinto constitucional venezolano
La situación es verdaderamente
estupefaciente porque todos los pasos dados desde entonces por el
chavismo no hacen sino demostrar la deriva autoritaria del régimen
Nicolás Maduro, en un acto en Caracas. (EFE)
En la actualidad, el laboratorio constitucional está en Iberoamérica.
Allí se hacen los experimentos más audaces, las apuestas más
arriesgadas. Una suerte de "constitucionalismo mágico". Unas veces esos
experimentos salen bien, otras no tanto porque la realidad, tozuda, se niega a acomodarse a los dictados
de unas constituciones que no traen las mejoras prometidas en sus
textos y que, en el peor de los casos, socavan los fundamentos de la
democracia misma so pretexto de promoverla.
Venezuela
es un ejemplo del "experimentalismo" aludido y acaso el que peor
resultado ha deparado. En la versión más clásica del caudillismo, el
régimen chavista acabó derivando en un poder personal del presidente que
al segundo intento consiguió reformar la Constitución
para ser reelecto indefinidamente. El superpoder presidencial fue
desactivando los débiles contrapesos y el régimen derivó, como tantas
veces ha sucedido en aquellos lares, en poder personal, en gobierno de uno, en "monarquía",
según el sentido que los griegos dieron a esta palabra, no en el
moderno que recibe hoy en algunas de las más avanzadas democracias
existentes en Europa.
Tras
la desaparición del presidente Chávez, indudablemente muy popular en su
país, su sustituto fue perdiendo inmediatamente el control, lo que
culminó en la aplastante victoria de la oposición en las últimas
elecciones libres celebradas en Venezuela, en 2015. Ante esta situación
el Sr. Maduro, abrió un fraudulento proceso, consistente en hacer la
revolución desde el poder, es decir, hacer estallar el orden constitucional chavista desde la presidencia de la República chavista. Lo hizo convocando unas trucadas elecciones a una sedicente asamblea constituyente que ha operado en paralelo a la legítima Asamblea Nacional elegida en 2015.
La
situación es verdaderamente estupefaciente porque todos los pasos dados
desde entonces por el chavismo, incluyendo una ilegítima elección
presidencial a la que no pudo concurrir la oposición y de la que se
benefició el Sr. Maduro, no hacen sino demostrar la deriva autoritaria del régimen
que, paradójicamente, ha renegado de su propio fundamento
constitucional, claro está, después de que la oposición lo batiera
electoralmente con las propias reglas del régimen.
Aunque
no hay duda de parte de quién está la legitimidad constitucional y por
tanto democrática, Maduro sigue detentando el uso de la fuerza
Aunque
no hay duda de parte de quién está la legitimidad constitucional y por
tanto democrática, el Sr. Maduro sigue detentando el uso de la fuerza
que no ha dejado de emplear de la peor manera, violando los derechos
humanos. La situación ya es de franca tiranía, por
utilizar el término, también griego, que describía la degeneración de la
monarquía. En esta descomposición ni hay respeto de los derechos ni
división de poderes que los garantice.
El camino no puede ser otro
que el emprendido por la Asamblea Nacional como única institución que
conserva su legitimidad, pues todas las demás, incluyendo el Tribunal
Supremo y las Fuerzas Armadas están aún de parte del usurpador,
Ilegítimo por no haber sido elegido en un proceso limpio y por no haber
jurado ante de la Asamblea Nacional como exige la Constitución.
Y en ese
camino que Venezuela debe recorrer para recuperar la democracia, un paso
decisivo ha sido el acceso a la Presidencia del presidente de la
Asamblea Nacional, en ausencia de Presidente legítimo. Como otras
constituciones iberoamericanas, el presidente de alguna cámara
parlamentaria asume la más alta magistratura de la República por vacante
sobrevenida en la jefatura del Estado. Así lo dispone precisamente el artículo 333 de la Constitución
venezolana para el supuesto de ausencia de presidente electo. Se trata
desde luego de una situación provisional que se encauzará con la
elección presidencial libre que fue insistentemente reclamada por buena parte de la comunidad internacional, incluida España.
Definitivamente
el experimento venezolano ha fracasado. Lejos de perfeccionarse el
Estado democrático y ser mejor ejercidos los derechos fundamentales, es
obvio el retroceso, al que se ha sumado, para completar la catástrofe, una penuria que estrangula a la población. Con todo, un pueblo que añora su libertad está luchando por recuperarla y en esta lucha el pueblo español está de su parte.
RAÚL CANOSA USERA* Vía EL CONFIDENCIAL
*Raúl Canosa Usera es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid.
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