Los radicales no podrán acallar la democracia porque la mayoría de los ciudadanos no se dejan ya amedrentar por la violencia
Albert Rivera, durante su
intervención en la plaza de los Fueros de Rentería, donde fue recibido
con grandes lazos amarillos y una cacerolada.
ARABA PRESS
Al escrache contra Cayetana Álvarez de Toledo el
jueves en la Autónoma de Barcelona y las agresiones sufridas por
militantes de Vox el sábado en San Sebastián y Bilbao se sumaron ayer el
acoso y los insultos lanzados en Rentería contra Albert Rivera, Fernando Savater y Maite Pagazaurtundúa.
En apenas tres días de campaña ha quedado escenificada la triste
realidad de que en España existen territorios donde algunos pretenden
que no se pueda ejercer la democracia. El nacionalismo ha vuelto a
mostrar su cara más violenta e intransigente con la
intención de amedrentar no solo a los partidos que critican su proyecto
de ruptura constitucional, sino a todos los españoles que se oponen a la
imposición de una ideología totalitaria y excluyente que se sigue
sirviendo de la violencia para lograr sus objetivos.
El contraste que se vio ayer en dos localidades de Guipúzcoa es la constatación de que, pese a que los asesinos han dejado ya de matar en nombre de la pureza racial y los privilegios fiscales, la ofensiva independentista mantiene su vigor en el País Vasco. Mientras Rivera, Savater y Pagazaurtundúa fueron recibidos en la plaza de los Fueros de Rentería con tres grandes lazos amarillos colocados en las fachadas, una cacerolada, insultos y gritos de "fuera fascistas", en Eibar Pablo Iglesias, ikurriña en mano, era vitoreado por un público abertzale exaltado ante proclamas republicanas y promesas de garantizar un gobierno "progresista y plurinacional". Dos escenas que por desgracia se siguen repitiendo con impunidad en Esukadi desde hace ya demasiados años.
Pero con ser grave que un intelectual como Savater, comprometido en la lucha civil contra la violencia terrorista, y la europarlamentaria Pagazaurtundúa, hermana de Joseba Pagazaurtundúa, asesinado por ETA, sean tachados de "fascistas", resulta intolerable la pretensión de convertir a los agresores en víctimas que han de defenderse de las provocaciones, y a las víctimas en provocadores. Así, Álvarez de Toledo, Abascal o Rivera no habrían hecho otra cosa que ir a provocar buscando hablar en lugares donde el discurso nacionalista ha copado el espacio público. Especialmente reprobables son las palabras que Echenique lanzó ayer en Twitter para justificar la violencia nacionalista. Para el número tres de Podemos, el líder de Cs habría ido a Rentería a "incendiar la convivencia entre los diferentes pueblos de España a ver si rebaña votos de odio en otros territorios".
Las palabras de Echenique sólo destilan rencor y son el síntoma de que el único interés del populismo es romper la convivencia entre españoles y reabrir heridas que la Transición cerró en 1978. Pero los radicales no podrán acallar la democracia porque la mayoría de los ciudadanos no se dejan ya amedrentar por la violencia de unos pocos.
EDITORIAL de EL MUNDO
El contraste que se vio ayer en dos localidades de Guipúzcoa es la constatación de que, pese a que los asesinos han dejado ya de matar en nombre de la pureza racial y los privilegios fiscales, la ofensiva independentista mantiene su vigor en el País Vasco. Mientras Rivera, Savater y Pagazaurtundúa fueron recibidos en la plaza de los Fueros de Rentería con tres grandes lazos amarillos colocados en las fachadas, una cacerolada, insultos y gritos de "fuera fascistas", en Eibar Pablo Iglesias, ikurriña en mano, era vitoreado por un público abertzale exaltado ante proclamas republicanas y promesas de garantizar un gobierno "progresista y plurinacional". Dos escenas que por desgracia se siguen repitiendo con impunidad en Esukadi desde hace ya demasiados años.
Pero con ser grave que un intelectual como Savater, comprometido en la lucha civil contra la violencia terrorista, y la europarlamentaria Pagazaurtundúa, hermana de Joseba Pagazaurtundúa, asesinado por ETA, sean tachados de "fascistas", resulta intolerable la pretensión de convertir a los agresores en víctimas que han de defenderse de las provocaciones, y a las víctimas en provocadores. Así, Álvarez de Toledo, Abascal o Rivera no habrían hecho otra cosa que ir a provocar buscando hablar en lugares donde el discurso nacionalista ha copado el espacio público. Especialmente reprobables son las palabras que Echenique lanzó ayer en Twitter para justificar la violencia nacionalista. Para el número tres de Podemos, el líder de Cs habría ido a Rentería a "incendiar la convivencia entre los diferentes pueblos de España a ver si rebaña votos de odio en otros territorios".
Las palabras de Echenique sólo destilan rencor y son el síntoma de que el único interés del populismo es romper la convivencia entre españoles y reabrir heridas que la Transición cerró en 1978. Pero los radicales no podrán acallar la democracia porque la mayoría de los ciudadanos no se dejan ya amedrentar por la violencia de unos pocos.
EDITORIAL de EL MUNDO
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