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viernes, 5 de abril de 2019

OTRA VEZ LA MISERIA Y LA TRAGEDIA DE LAS DOS ESPAÑAS

Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. /Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón” (A. MACHADO, Proverbios y Cantares, LIII).








Al subir -esta mañana en Ponferrada- al autobús de Alsa, que a Rafael y a mí nos vuelve a Madrid, antes incluso de ocupar el asiento, tomo de su anaquel algo de prensa para leer en el viaje: el Diario de León, la Voz de Galicia y el ABC del día son los elegidos. 

Me recreo un rato con la crónica de la pintoresca entrevista conjunta a los ex–presidentes Zapatero y Rajoy que el relator del Diario de León subtitula El show de los hermanos Marx. Dos “artistas –como piensa el relator en su Tribuna- que vinieron a lanzar una suerte de soflamas baratas, que incitan a pensar que vinieron a León con la idea preconcebida de que somos idiotas de remate sin solución de continuidad”. Pase la cosa, me digo.

Seguidamente me entretengo con la lectura de la Tercera del ABC del día. Su título es Miseria del guerracivilismo, interesante y actual ensayo de J. Morillas, profesor de Economía Aplicada en la Universidad CEU San Pablo de Madrid.

Lo leo y lo releo despacio. Es tema siempre vivo en las manos de muchos como arma arrojadiza que es en nuestra guerra perenne de unos contra otros. Tras pensarlo un buen rato, tomar varias notas y rememorar con desencanto y un punto de tristeza la letrilla de Machado que arriba se recoge, escribo varios puntos de vista en varias notas que perfilo y paso a limpio el día después. Son notas de mi experiencia vivida, que a una distancia de más de ochenta años sólo evocan rememoranzas de sentimiento y pena. Lástima también de que aún haya quienes aquel sentimiento lo mantenga n vivo en forma y maneras de resentimiento.

* El 18 de julio de 1.936 yo tenía 5 años. Mis recuerdos de aquello son poco más que penumbrosos, crepusculares, desvaídos y, por supuesto, netamente infantiles. Pero, aún siendo así, no se han borrado del todo.

Recuerdo habernos –los chavales- salido aquel día a “la cabaña” para ver pasar el largo tren de los mineros de Asturias que en Ponferrada se dieron la vuelta convencidos por el capitán Losada de que allí no eran necesarios…

Recuerdo haber oído conversaciones que decían que los curas de Castro, de Calamocos, de San Miguel y de Congosto –don Aurelio, don Angel, con Alejandro y don Pedro- se habían “echado” al monte por miedo…

Recuerdo haber visto –a lo lejos- las llamas y el humo del santuario de la Virgen de la Peña, de Congosto, ardiendo por los cuatro costados…

Y después, por días y días, otros recuerdos: “los moros” destacados en el pueblo; el miedo de los atardeceres ante la posible “visita” de los “maquis”; a Mercedes, amiga de casa, a quien le cortaron el pelo al cero por ser hija del ti Jacintón; a las mujeres que, por las noches, se turnaban para guardar el convento de las monjas para que no las asaltaran; y sobre todo la escalofriante noticia, cada mañana, de los tiroteados la noche anterior en las cunetas de la carretera, que mi padre y mi tío veían al regresar al amanecer de la Minero, en Ponferrada, donde trabajaban en turnos de día y noche….

Cuando se acabó la guerra, en abril de 1939, tenía casi nueve años, y ya me daba cuenta más y mejor de lo que era, y estaba siendo aún, aquella locura que, de forma tan salvaje otra vez, se empeñaba en mantener en todo lo alto la bandera de miseria y tragedia de los “dos Españas”. “Tragedia”, sí, porque, al drama que de suyo es la vida humana -y lo es aquí y en todas partes (es signo de la vida del hombre en su conexión personal y social)-, se añadía la cultivada furia asesina que, desde comienzo del s. XIX, parece haberse instalado como en sede propia en nuestra piel de toro.

Y. amigos, no es cosa –creo yo- de mirar a los lados y señalar a otros, actitud frecuente por demás cuando de filiar culpas propias o ajeas se trata; sino de ser sinceros y honestos con uno mismo –y no farsantes- y de recordar que Fuenteovejuna, como la “picaresca”, las “castañuelas” o la “siesta”, son parte de nuestra fisonomía o folklore nacional. Y el “folklore”, por mucho que sea o parezca, no pasa de ser un aliciente del turismo o poco más.

Parecimos un día decididos todos -es la única forma de hacerlo eficazmente- a pasar página, cerrar heridas, olvidar agravios y seguir viviendo juntos y sin matarnos. Se dieron la mano el falangista y el comunista en un momento que no dudaría en llamar “estelar” de nuestra historia moderna. 

No se trataba ni de enterrar ni desenterrar a nadie; se trataba sólo de pasar la página, cicatrizar las heridas y dejar de odiarnos y matarnos los unos a los otros…. Pareció que “sí” durante bastantes años, hasta que Carlos Cano con aquel augurio de su Metamorfosis se encargó de recordarnos que “no”, que el “tiempo de los enanos” y los “liliputienses” seguía siendo escenario y haciendo de cama a nuestras polaridades, veleidades o maldiciones carpetovetónicas, como diría Cela.

No hace tanto (lo recuerdo como si fuera hoy) –en relax mañanero a orillas del Oribio en San Cristobo do Real, cerca de Samos y en plena ruta jacobea, en grata confidencia con un señor francés que hacía el “Camino”- oía de sus labios aquella frase que no he podido nunca olvidar. y que con frecuencia rememoro por si al fin lográramos entrar en razón: “Ay que ver, amigo, como se odian ustedes unos a otros. ¿No deberían, para no deshonrar su grande y honorable historia, dejar de odiarse y ponerse a caminar juntos? ¿No les sería más ventajoso?”.

“No es cosa de los genes el odio” -recuerdo que le comenté-, “pero a veces lo parece”. Al verlo irse camino de Samos por aquella rodera entre robles, pinos y algunos castaños me iba yo diciendo que “si en todas las casas de cuecen habas, en la nuestra….”. Una pena que, por ahí, tengan el odio como uno de nuestros distintivos. Otra pena….

Es difícil no volverse pesimistas ante circunstancias así.

Resulta penoso –y esta pena (que conste) no es drama sino tragedia… Resulta penoso ver de nuevo al “guerracivilismo” revivirse a cada paso –o sea, cuando les conviene- en las manos de políticos y gobernantes tan utilitarios que, al confundir –como ya predijera Ortega en El Espectador- la “utilidad” con la “verdad”, no dudan en poner el caramelo del poder de sus ansias locas por encima de todo otro valor, no ya ético o cristiano, sino simplemente cívico.

Ya con el autobús de Alsa enfocando el Valle de los Caídos y algo más lejos El Escorial con sus altas torres de nuestra vieja y gloriosa historia –gloriosa efectivamente, a pesar de los que aún siguen creyendo que la Leyenda Negra fue justa y no un invento casi al cien por cien de los que envidiaban nuestra grandeza-, repaso por última vez la Tercera de ABC sobre la “miseria del guerracivilismo”. 


Y me hago preguntas hasta con cierto puntillo de optimismo y esperanza. ¿No es hora ya de dejarnos de odiar y, por tanto, de guerrear los unos contra los otros? ¿No somos capaces de percatarnos de que -en los cultos al odio- es más imbécil y pierde más el que odia que el que es odiado? ¿Somos tan ciegos para no ver que quienes, ahora mismo, niegan la grandeza y la visión responsable de quienes en 1978 se dieron la mano sinceramente para acabar de una vez con la tragedia de “las dos Españas”, son realmente sembradores de odios? Pensemos un poco.

Y a los que están usando –ahora mismo- el “guerracivilismo” como arma o instrumento electoral, unas veces para conservarnos en el odio pero sobre todo para ganarse unos cuantos votos de los resentidos que aún quedan a pesar de los casi ochenta años de la “gran tragedia incivil” –hace falta piel gorda para conservar el odio tanto tiempo sin corroerse con su veneno… A los culpables, ahora mismo, de la pervivencia de la malaventura que, con fiera poesía denostara el egregio y sufridor también don Antonio Machado en su gráfica letrilla…. A esos, “ni agua!”; ni un voto a ser posible en las próximas elecciones.

No lo dudo ni un segundo. Servirse del “guerracivilismo” para medrar en política o mantener en alto unas ansias locas de poder es tan deleznable y ruin, tan injusto e inhumano como venenoso. Solamente utilitario además, porque sería, en su fondo, cantar victoria de que lo útil es lo verdadero y lo bueno. Incluso, si se piensa bien la cosa, eso es además netamente antidemocrático: al pueblo no se le ha de engañar, ni con la excusa de ganar un solo voto!!! Pues en esas estamos….

Está claro; y con ello cierro la trascripción de mis notas del autobús. Siempre que fallan las razones del respeto o las del amor, entran en escena las razones de la fuerza y de las violencias. Y el odio –ese odio infausto y fratricida que alimenta nuestra tragedia de los “dos Españas”- es –no me cabe duda- una perfecta, exquisita, forma de violencia contra los demás.


                                        
                             SANTIAGO PANIZO ORALLO  Vía el blog CON MI LUPA 

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