Los hermanos Nadal, Álvaro y Alberto.
Circular por la A-67, la autovía que une Palencia con
Santander, más conocida como Autovía de la Meseta, se ha convertido en
un suplicio diario para quienes se ven obligados a conducir sobre un
firme muy deteriorado, con un carril derecho casi impracticable en ambos
sentidos, lo que obliga a la mayoría a ocupar el izquierdo si no quiere
salir volando incluso conduciendo por debajo de los 120 km/h.
Inaugurada hace menos de 10 años, con una inversión superior a los 300
millones y siendo ministro del ramo José Blanco,
la vía soporta un elevado tránsito de vehículos pesados -comunica la
meseta con el puerto de Santander- que la han convertido en una trampa
mortal. "Es verdad que el frío y la sal empleada para combatir las
heladas hacen daño, pero ese no es el problema, sino los fallos técnicos
de diseño evidentes incluso para un lego, y una capa de asfalto tan
fina que en algunos tramos deja aflorar barro y tierra a la superficie".
Y bien, ¿cumplieron las constructoras con las condiciones del pliego?
¿Quién fue el alto funcionario encargado de su recepción? ¿Por qué le
dio el visto bueno? ¿Algún alto cargo se ha metido dinero en el
bolsillo?
El caso del almacén de gas Castor, situado frente a las costas de Castellón. El Gobierno Zapatero adjudicó su construcción a Escal UGS, filial de ACS, la constructora del empresario "padrino" Florentino Pérez,
y lo hizo incluyendo en el contrato una cláusula que le garantizaba
"una indemnización equivalente al valor de las instalaciones, incluso en
caso de dolo o negligencia imputable de la empresa adjudicataria". Tras
la alarma causada por los seísmos producidos en la zona, el Gobierno Rajoy
se vio obligado a anular la concesión en octubre de 2014 y a indemnizar
con 1.461 millones a Escal UGS. Un escándalo sin paliativos. ¿Dónde
estaban los altos funcionarios de la Administración, los interventores,
los abogados del Estado, por cuyas manos necesariamente tuvo que pasar
un expediente que deberían haber paralizado? ¿Por qué no impidieron esa
concesión? ¿Quién se corrompió permitiendo la inclusión de aquella
cláusula? ¿Hay alguien ahora mismo en la cárcel por este motivo?
El juez García-Castellón
de la Audiencia Nacional investiga estos días el pago "sistemático" de
comisiones ilegales (se habla de hasta 40 millones) por parte de la
constructora OHL a distintos cargos de Fomento, de Ayuntamientos y de
CC.AA. (Andalucía, Extremadura, Canarias y Madrid) a cambio de contratos
para la realización de obra pública. El pago de esas mordidas era un
secreto a voces dentro del sector. Todo el mundo lo sabía, pero ningún
alto funcionario se atrevió a denunciarlo. Otrosí ocurre con la reciente
denuncia formulada por la CNMC relativa a la existencia de un cártel de
constructoras que durante años amañó contratos relacionados con la
electrificación de líneas de AVE y tren convencional. El cártel, que se
benefició de contratos por importe de 837 millones, burlaba a Adif con
ofertas casi idénticas que se pactaban en un hotel de Madrid. En
consecuencia, la CNMC ha impuesto multas a filiales de ACS, OHL, Sacyr,
Isolux y Abengoa, entre otras, que suman 118 millones.
La CNMC estima que la falta de transparencia concursal origina desviaciones al alza de 47.500 millones (4,6% del PIB)
La
lista de golferías consentidas por los encargados de velar por la
pureza en la contratación pública –alrededor de 194.000 millones
anuales, cifra equivalente al 18,5% del PIB- sería interminable. La
propia CNMC estima que la falta de transparencia concursal origina
desviaciones al alza de 47.500 millones (4,6% del PIB), cifra muy
superior al pago de intereses de la deuda pública (31.547 millones en
2018), dinero que se despilfarra por la mala gestión o la simple y llana
corrupción. El buen o mal gobierno (eso que algunos llaman
“gobernanza”) de las instituciones es un asunto de capital importancia
para la salud del Estado de Derecho y la calidad de la democracia, en
tanto en cuanto influye directamente sobre el bienestar o malestar de
los ciudadanos y sobre la buena o mala marcha de la economía. De la
gestión de las instituciones se encargan los cuerpos de elite de la
Administración en sus distintos niveles, gente con brillantes currículos
académicos, cuyo ingreso en los mismos -Cuerpo Superior de
Administradores Civiles (el antiguo TAC), el más numeroso; Técnicos
Comerciales (Tecos), abogados del Estado,
inspectores de Hacienda y del Banco de España, Interventores, cuerpo
diplomático, etc.,- implica superar unas difíciles oposiciones,
básicamente limpias aunque con sesgo (hay que poder financiar los 3/4
años que dura el intento), de las que teóricamente sale gente muy
cualificada, con capacidad de gestión, amplitud de miras y una cierta
vocación en defensa de los intereses generales por encima de los
personales o de partido. Una burocracia basada en el mérito y enemiga,
en principio, de la politización y el amiguismo.
La aparatosa provisionalidad de Sánchez
Los
problemas empiezan una vez aprobada la oposición. Porque el modelo
administrativo español se rige por el principio de la libre designación,
"una tradición predemocrática difícil de erradicar", en opinión de Elisa de la Nuez,
una mujer que en el blog "Hay Derecho" (altamente recomendable) ha
escrito mucho sobre los vicios del sistema. La libre designación permite
nombrar a amigos y/o conmilitones para ocupar los puestos más
importantes alegando motivos de confianza. El sistema cobija con holgura
todo tipo de injusticias. Opacidad, arbitrariedad y nepotismo. Y tiene
voz pasiva: la llegada de un nuevo Gobierno supone el cese inmediato de
los altos cargos nombrados por su antecesor, lo que provoca una
auténtica escabechina en los más altos niveles de la administración, un
espectáculo que tuvimos ocasión de presenciar en mayo pasado con la
llegada de Pedro Sánchez a Moncloa. La
aparatosa provisionalidad que rodeaba al Ejecutivo socialista no fue
obstáculo para que el susodicho se apresurara a nombrar a sus fieles,
aquellos que le acompañaron en su travesía del desierto, para ocupar las
mejores posiciones administrativas, incluidas la presidencia de las
empresas públicas. El escándalo llegó al punto de colocar a un amigo,
además de ex jefe de su gabinete, en la presidencia de Correos. Lo
primero que hizo Juan Manuel Serrano nada
más tomar posesión del cargo fue firmar un acuerdo con los sindicatos
asumiendo una subida salarial del 9% y la creación de 11.200 nuevos
empleos fijos. Conviene recordar que, con 52.000 personas en plantilla,
Correos perdió 147 millones en el ejercicio 2017. ¿Dónde queda la
búsqueda del bien común?
La libre designación se ha convertido en un mal endémico que explica en gran medida una corrupción, tanto de PP como de PSOE, que ha terminado por dañar el crédito de las instituciones
La libre designación significa que el ministro de turno
no tiene ningún problema para nombrar a quien le dé la gana entre la
plétora de amigos y compañeros de partido situados a partir del nivel 28
de la Administración. Como es obvio, el nombrado a dedo carece de la
independencia necesaria para oponerse a cualquier arbitrariedad que, a
través del correspondiente expediente, su jefe le pase a firma. Los hay
dispuestos a participar con gusto en la fechoría. Quienes, por el
contrario, tienen la honradez por norte y el servicio al interés general
por bandera, se lo piensan mucho antes de ponerse a levantar alfombras,
porque al hacerlo ponen en riesgo su cabeza. Atreverse a frenar un
expediente que le ha puesto delante el jefe político puede suponer, en
el mejor de los casos, afrontar un traslado a Ciudad Real que se traduce
en un recorte en la nómina por la pérdida de los pluses. Este atroz
sistema de dependencia acaba teniendo una enorme importancia en la
calidad de la gestión pública, con resultados que a veces suelen
manifestase años después de ocurridos los nombramientos. El escándalo de
la Gürtel y otros del mismo pelaje (extracción de rentas o vulgar robo a
mano armada) que han afectado al PP, difícilmente se hubieran producido
si los capos del partido en Madrid y Valencia no hubieran ido situando
de forma paulatina en los puestos de gestión de las instituciones
municipales y autonómicas a sus funcionarios paniaguados obligados a
participar en el juego de la sumisión y la fidelidad perruna, a veces a
disgusto y otras muy a gusto como cooperadores necesarios y
beneficiarios directos. Peca el político por acción, y el funcionario
por omisión.
La libre designación se ha convertido en
un mal endémico que explica en gran medida una corrupción, tanto de PP
como de PSOE, que ha terminado por dañar el crédito de las instituciones
y la calidad de nuestra democracia, dando lugar a la aparición de los
populismos. Ningún Gobierno ha intentado poner coto a este tipo de
prácticas durante la Transición. El sistema ha invadido también los
órganos de control del Ejecutivo, instituciones tan importantes a la
hora de asegurar el funcionamiento del Estado de Derecho como la CNMC,
el Banco de España (BdE) o el Tribunal de Cuentas (por no hablar de CIS o
de RTVE, sometidas hoy a la grosera manipulación del Gobierno Sánchez),
de cuya efectiva independencia depende la aplicación de esos checks and balances
que garantizan la separación de poderes y el cumplimiento de la ley por
parte de los poderes públicos. Todos esos organismos están trufados de
altos funcionarios nombrados a dedo. Los “partidos del turno” se han
negado en redondo a sacar las manos de esos centros de poder, porque
hacerlo hubiera significado perder mucha capacidad de mangoneo y quedar
expuestos a la acción de la Justicia, razón por la cual había que ocupar
los dichos organismos y la propia Justicia. Los 60.000 millones
empleados en el rescate de las Cajas de Ahorro no hubieran sido
necesarios si al frente del BdE no hubiera estado primero Jaime Caruana (PP) y después un socialista contemplativo y ramplón, un jeta de estricta obediencia como el famoso MAFO, y si él y su claque en Cibeles, en particular Javier Aríztegui,
responsable de Supervisión antes y subgobernador después, no hubieran
impedido al antaño prestigioso cuerpo de inspectores de nuestro banco
central ejercer con independencia su labor fiscalizadora sobre balances y
cuentas de resultados de las entidades de ahorro.
La bala de plata de los hermanos Dalton
Esta
semana se acaban de decidir varias docenas de nombramientos para
puestos muy “golosos” (sic) en las embajadas de España en el exterior
(embajadores, cónsules, secretarios, representantes en organismos
financieros, consejeros económicos y comerciales, etc.) Frente al viejo
criterio de capacidad y mérito, se impone el dedo a palo seco. Los
Gobiernos se han ido dando cuenta de que estos puestos, muy bien
remunerados (mucho más que cualquiera en España de la función pública),
son un auténtico botín en sus manos, un medio de premiar fidelidades o
agradecer los servicios prestados por funcionarios pasados a la
política. También lugares en los que colocar a políticos en cesantía,
dentro de la estricta aplicación del más burdo sistema clientelar, hasta
el punto de que el sistema de nombramientos ha terminado siendo copado
por la libre designación. Ilustrativo el caso de los famosos Dalton (Álvaro y Alberto Nadal),
los listísimos hermanos del PP que tras dejar la política tuvieron la
desfachatez de anunciar su intención de usar su “bala de plata”
eligiendo embajada (naturalmente Londres y Washington, no cualquier
cosa) meses antes de que pudiera reunirse la correspondiente Comisión de
Destinos en el Exterior. Álvaro ha logrado su propósito en la
agregaduría comercial de Londres, pero la secretaria de Estado de
Comercio socialista ha tenido los santos bemoles de vetar a Alberto para
la de Washington, una ofensa de la que el afectado tratará de vengarse
con creces.
Frente al viejo criterio de capacidad y mérito, se impone el dedo a palo seco
En la memoria de todos, el intento de Luis de Guindos de colocar a su ex compañero de gabinete y amigo, José Manuel Soria,
como director ejecutivo en el Banco Mundial en Washington (uno de los
puestos más codiciados por cualquier alto funcionario, 250.000 dólares
libres de impuestos) tras su obligada dimisión provocada por los
llamados “Papeles de Panamá”. El dedazo lo invade todo. Lo importante
ahora para cualquier Teco que se precie es poder
responder con solvencia a preguntas tipo ¿quiénes son tus amigos? ¿A qué
clan perteneces? ¿Qué compañeros de promoción tienes? La “bala de
plata” de los amigos de Nadia Calviño se ha convertido en puro platino. Caso de Mario Buisán (Berlín), Enrique Verdager (Bruselas), Juan José Zaballa (Shangai), Prieto Kessler (París-OCDE), Fernando Hernández (Tokio), José Luis Kaiser (Washington) o Borja Rengifo
(Roma). Alguno de los nombrados sigue todavía en activo. Y si de
cuerpos menos elitistas hablamos, entonces el dedo funciona a discreción
en la asignación de Consejerías de Interior (ex comisarios cesados),
Turismo, Educación, y no digamos ya cuando se trata de los agregados
laborales. Un auténtico escándalo que comparten por igual socialistas y
populares, que el Gobierno entrante suele premiar por igual a
correligionarios que a adversarios políticos. Hoy por ti, mañana por mí.
Naturalmente, el funcionario sin padrinos se morirá haciendo su trabajo
lo mejor que puede sin llegar a saborear nunca las delicias de un
destino bonito y bien pagado que proporciona un buen dedazo.
Algo
habría que hacer para poner fin al secuestro del Estado por las elites
administrativas. Algo, para evitar el despilfarro de fondos públicos
empleados en mantener el nivel de vida de varios miles de altos
funcionarios y políticos en cesantía convertidos en “grasa” del sistema,
gente a la que resultaría más barato mantener en su casa cobrando el
sueldo que enviarlos a puestos para los que técnicamente no están
preparados. Al menos evitaríamos el daño que causan al prestigio de las
instituciones y a la calidad de nuestra democracia, dificultando una
corrupción que se alimenta de la ausencia de contrapoderes efectivos
entre los políticos en ejercicio y los gestores públicos. Es evidente
que una de las obligaciones de un Ejecutivo es dirigir la
Administración, y que todo nuevo Gobierno necesita contar con gente de
confianza al frente de las instituciones para poder llevar a cabo los
cambios que los ciudadanos demandan en las urnas, pero de ahí a la
ominosa exaltación del nepotismo en que se ha convertido el sistema de
libre designación media un abismo. ¿Qué hacer? Tal vez empezar por
delimitar claramente las carreras del alto funcionario y del político,
cuyas trayectorias a menudo se confunden, poniendo barreras a ese
trasiego entre una y otra trinchera que suele hacerse con las ventajas
de ambas en la mochila y casi ninguna obligación. Poniendo coto al
dedazo de la libre designación, y universalizando los nombramientos en
base al tan vapuleado concurso de méritos. Exaltando el valor de talento
y esfuerzo. Y para empezar, tal vez deberíamos preguntar a la clase
política qué opina al respecto y cómo piensa acabar con esta escandalosa
situación en caso de llegar al poder el 28 de abril.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario