Sin la formación de Abascal en el escaparate junto a Cs y el PP, Sánchez es menos Sánchez y quizá deba asumir más riesgos, sin caer en la tentación de una espantada a cuenta de la fecha del debate
El presidente de Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro
Sánchez (c), se fotografía con simpatizantes durante un paseo electoral
por Ibiza. (EFE)
La estrategia electoral de Pedro Sánchez nunca fue
de fondo o programática sino táctica y de oportunidad. Para conseguir
sus objetivos con éxito, se dio de bruces con Vox y, sobre todo, con la foto de Abascal, Rivera y Casado en la plaza de Colón de Madrid el pasado 10 de febrero. El PSOE
ya tenía cartel. Se lo habían regalado las 'derechas' al concentrarse
con evocaciones anacrónicas en el centro de Madrid para reclamar al
presidente del Gobierno una decisión que el inquilino de la Moncloa ya
había tomado: convocar elecciones generales tras el previsto rechazo a los Presupuestos Generales del Estado por los independentistas catalanes.
Aquella concentración fue un error de bulto que amenazaba al PP y a Ciudadanos con desplegar todos sus efectos negativos en el debate a cinco que había organizado Atresmedia el próximo martes 23 de abril y que la Junta Electoral Central ha entendido contrario a los criterios de pluralidad y neutralidad que establece la Loreg.
La gran herramienta de Sánchez en esta campaña consistía en optimizar la concurrencia de Vox. La fuerza política que dirige Abascal era —sigue siéndolo— muy funcional para los socialistas. Porque, de una parte, introduce contradicciones entre el electorado potencial de PP y Cs, y, por otra, la radicalidad del partido de Abascal moviliza, más aún de lo que están, a los votantes socialistas y de Podemos.
El debate en La Sexta y en Antena 3 —TVE no podía incluir al presidente de Vox por razones de orden legal— se configuraba así como el acontecimiento central de una campaña que ya dio la medida de sus posibilidades en el debate a seis del pasado martes en la televisión pública. Y ahora, esa previsión —en la que Sánchez había depositado muchas expectativas— se ha venido abajo. Vox no compartirá debate con los cuatro grandes partidos y Casado y Rivera podrán enfrentar el de TVE con una mayor tranquilidad.
Sánchez es un político brillante en sus decisiones intuitivas. Ocurre que no siempre son viables o plantean problemas de ejecución. Cuando eso ocurre, se traba. Él y su plana mayor contaban con la activa colaboración de Vox para ganar las elecciones del 28-A. Sin la formación de Abascal en el escaparate junto a Ciudadanos y el PP, Sánchez es menos Sánchez y quizá deba afrontar la próxima semana —últimos cinco días de campaña— con algo más de energía y mayor riesgo.
Porque no solo le ha volado la posibilidad de que se repitiese en la TV la foto de los 'tres tenores' o los 'tres temores', sino que la exclusión —que es perfectamente legal— de Vox en el debate estrella de la campaña y su subsiguiente suspensión le entrega un argumento muy vendible en un sector amplio del electorado: el de sentirse 'extramuros', expulsado, del sistema. El populismo —véase cómo Iglesias y Montero machacan con los poderes fácticos— emplea con habilidad estos recursos de victimización.
Esta contrariedad que ha sufrido Sánchez —no pequeña, pero tampoco insuperable— no permitiría minusvalorar la capacidad de reacción del candidato socialista, que con su equipo ha preparado al milímetro esta convocatoria electoral. De modo que Casado y Rivera tendrían que revisar —y más de una vez— el vídeo del debate del pasado martes en TVE y decidir si quieren repetir la jugada (Cayetana Álvarez de Toledo pareció ejecutar la consigna de reventarlo) o son más ambiciosos.
Aunque quizá sea una impresión personal y un tanto ingenua, creo que los ciudadanos aceptan y desean la discrepancia, pero formulada en unos términos claros y, a la vez, dialécticamente controlados. También importa calcular cómo debe cada aspirante pronunciarse en un debate, si propositiva o reactivamente. Y a partir de ahí, preparar bien la discusión con tiempos limitados, lo que requiere destreza dialéctica y un buen acompañamiento gestual y de imagen.
Sánchez se ha venido valiendo —discursos, mítines, entrevistas— de la emergencia de Vox (propulsándolo electoralmente) para disminuir a Ciudadanos y PP. Cuando vuelvan el sosiego y la reflexión, Casado y Rivera, que se han escorado a la derecha, tendrán que asumir una cuota de responsabilidad en una estrategia seguramente confundida. Pero Sánchez será corresponsable de la irrupción de Vox en el Congreso. En otros países —fue el caso de Francia— no sería posible entender la fortaleza de expresiones ideológicas parecidas a Vox sin el estímulo de la izquierda para que el nacional-populismo sustituyese a liberales y conservadores. Es lo que Sánchez está haciendo ahora en España.
Solo queda por resolver la discrepancia sobre la fecha del debate. Es de suponer que el candidato socialista no se ampare en razones de calendario —él quiere que se celebre el día 23 en RTVE, y La Sexta y Antena 3 mantienen su oferta para el mismo día— para dar una espantada que resultaría políticamente temeraria.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
Aquella concentración fue un error de bulto que amenazaba al PP y a Ciudadanos con desplegar todos sus efectos negativos en el debate a cinco que había organizado Atresmedia el próximo martes 23 de abril y que la Junta Electoral Central ha entendido contrario a los criterios de pluralidad y neutralidad que establece la Loreg.
El debate ideal para Sánchez, la ocasión de Casado y la prueba del algodón de Abascal
La gran herramienta de Sánchez en esta campaña consistía en optimizar la concurrencia de Vox. La fuerza política que dirige Abascal era —sigue siéndolo— muy funcional para los socialistas. Porque, de una parte, introduce contradicciones entre el electorado potencial de PP y Cs, y, por otra, la radicalidad del partido de Abascal moviliza, más aún de lo que están, a los votantes socialistas y de Podemos.
El debate en La Sexta y en Antena 3 —TVE no podía incluir al presidente de Vox por razones de orden legal— se configuraba así como el acontecimiento central de una campaña que ya dio la medida de sus posibilidades en el debate a seis del pasado martes en la televisión pública. Y ahora, esa previsión —en la que Sánchez había depositado muchas expectativas— se ha venido abajo. Vox no compartirá debate con los cuatro grandes partidos y Casado y Rivera podrán enfrentar el de TVE con una mayor tranquilidad.
Sánchez
es brillante en sus decisiones intuitivas. Ocurre que no siempre son
viables o plantean problemas de ejecución. Cuando ocurre, se traba
Sánchez es un político brillante en sus decisiones intuitivas. Ocurre que no siempre son viables o plantean problemas de ejecución. Cuando eso ocurre, se traba. Él y su plana mayor contaban con la activa colaboración de Vox para ganar las elecciones del 28-A. Sin la formación de Abascal en el escaparate junto a Ciudadanos y el PP, Sánchez es menos Sánchez y quizá deba afrontar la próxima semana —últimos cinco días de campaña— con algo más de energía y mayor riesgo.
Porque no solo le ha volado la posibilidad de que se repitiese en la TV la foto de los 'tres tenores' o los 'tres temores', sino que la exclusión —que es perfectamente legal— de Vox en el debate estrella de la campaña y su subsiguiente suspensión le entrega un argumento muy vendible en un sector amplio del electorado: el de sentirse 'extramuros', expulsado, del sistema. El populismo —véase cómo Iglesias y Montero machacan con los poderes fácticos— emplea con habilidad estos recursos de victimización.
El debate sobre el debate: gana Vox, pierde Sánchez
Esta contrariedad que ha sufrido Sánchez —no pequeña, pero tampoco insuperable— no permitiría minusvalorar la capacidad de reacción del candidato socialista, que con su equipo ha preparado al milímetro esta convocatoria electoral. De modo que Casado y Rivera tendrían que revisar —y más de una vez— el vídeo del debate del pasado martes en TVE y decidir si quieren repetir la jugada (Cayetana Álvarez de Toledo pareció ejecutar la consigna de reventarlo) o son más ambiciosos.
Aunque quizá sea una impresión personal y un tanto ingenua, creo que los ciudadanos aceptan y desean la discrepancia, pero formulada en unos términos claros y, a la vez, dialécticamente controlados. También importa calcular cómo debe cada aspirante pronunciarse en un debate, si propositiva o reactivamente. Y a partir de ahí, preparar bien la discusión con tiempos limitados, lo que requiere destreza dialéctica y un buen acompañamiento gestual y de imagen.
Es
de suponer que el candidato socialista no se ampare en razones de
calendario para dar una espantada que resultaría políticamente temeraria
Sánchez se ha venido valiendo —discursos, mítines, entrevistas— de la emergencia de Vox (propulsándolo electoralmente) para disminuir a Ciudadanos y PP. Cuando vuelvan el sosiego y la reflexión, Casado y Rivera, que se han escorado a la derecha, tendrán que asumir una cuota de responsabilidad en una estrategia seguramente confundida. Pero Sánchez será corresponsable de la irrupción de Vox en el Congreso. En otros países —fue el caso de Francia— no sería posible entender la fortaleza de expresiones ideológicas parecidas a Vox sin el estímulo de la izquierda para que el nacional-populismo sustituyese a liberales y conservadores. Es lo que Sánchez está haciendo ahora en España.
Solo queda por resolver la discrepancia sobre la fecha del debate. Es de suponer que el candidato socialista no se ampare en razones de calendario —él quiere que se celebre el día 23 en RTVE, y La Sexta y Antena 3 mantienen su oferta para el mismo día— para dar una espantada que resultaría políticamente temeraria.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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