Si la ambición en un hombre valioso engendra a un estadista, en un mediocre solo engendra sectarismo
/JAVIER BARBANCHO/EL MUNDO
Todo es mentira en Sánchez salvo la ambición. Pero si la ambición en un hombre valioso engendra a un estadista, en un mediocre solo engendra sectarismo. Hay ambiciosos que alcanzaron y conservaron el poder practicando la concordia, como Suárez. Y luego está el tahúr que con una mano oculta la baza de Bildu y con la otra vende corazones moderados, pero cuya voz de odre hueco solo suena sincera cuando insulta a la oposición. Nunca le importaron los huesos de Franco, ni la sororidad feminista, sino poder llamar franquistas y machistas a Rivera y a Casado. La agenda de Moncloa lleva nueve meses elaborándose no en función de las necesidades del país sino del daño potencial que inflija a la oposición. Privado de empatía, incapaz de todo gesto de elegancia moral, en vez de apelar al consenso para despenalizar el suicidio asistido de María José arrojó su cadáver caliente a la cara de Cs en prime time, escamoteando al público la ley que Cs había presentado. Y ahí es cuando reconocemos al Sánchez profundo. El que se reconstruyó mediante el afán de venganza tras ser defenestrado por sus compañeros. El que intentó colar la incapacitación presupuestaria del Senado en una ley feminista, y una mesa con relator para atrincherarse en Moncloa, y una urna tras una cortina para perpetuarse en Ferraz. El tipo que es, no el que sus publicistas hacen que pase. Los escrúpulos le persiguen, pero él corre más rápido. Hasta ganar las elecciones.
JORGE BUSTOS Vía EL MUNDO
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