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lunes, 8 de abril de 2019
La temperatura de las elecciones: movilización e indecisión
Entre la bradicardia que inducirá
Sánchez y la taquicardia que querrá provocar Rivera, Iglesias y Casado
bastante tienen con mantener el equilibrio, mirando con aprensión sus
suelos respectivos
'Haz que pase' será el lema de la campaña electoral de Pedro Sánchez. (EFE)
En estos días, los cronistas políticos y analistas electorales —y los
candidatos, que con demasiada frecuencia olvidan su papel y ejercen de
cronistas y analistas— hablamos sin parar de la movilización del voto, de los indecisos, de los escaños que van y vienen… Y no siempre hablamos de lo mismo. Más bien parecen conceptos de goma, que se adaptan al interés de quien los maneja.
El 'tracking' de IMOP para El Confidencial
nos ofrece varios indicadores para medir la temperatura electoral y su
evolución. El primero es el interés que los ciudadanos muestran por las
elecciones. El segundo, la intención de participar. El tercero, el porcentaje de quienes ya tienen su voto decidido. El cuarto, los que expresan directamente intención de voto a un partido. Observemos cómo se han movido:
Elaboración propia.
A medida que avanza la precampaña, crecen el interés por las elecciones, la voluntad de participar y el número de personas que mencionan directamente
a un partido cuando se les pregunta a quién votarían hoy mismo. Sin
embargo, el porcentaje de quienes ya han decidido su voto está estancado
entre el 55% y el 57%. Aumenta, pues, la movilización, pero ello no hace disminuir la indecisión.
En esta última oleada, el 72% asegura que su probabilidad de ir a votar es máxima: 10 sobre 10. Si eso se confirmara el 28 de abril, habría en las urnas algo más de 25 millones de votos.
Pero de esos que anuncian su segura participación, solo el 65% dice
tener su voto ya decidido; y el 16% de estos no declara a qué partido
votará.
Así pues, de 25 millones de votantes probables, casi nueve millones se declaran indecisos;
a los que hay que añadir 2,5 millones que aseguran que irán a votar y
que ya han decidido su voto, pero no se lo cuentan al entrevistador. Lo
extraordinario de esta ocasión no son las cifras en sí (que se pueden
cuantificar con estos u otros criterios) sino el hecho de que suban todos los indicadores de temperatura excepto
el voto decidido. Al parecer, una gran masa de votantes ha decidido
firmemente aplazar su decisión, sin que ello implique que estén
desmovilizados o desentendidos de las elecciones.
Lo que da una fortaleza singular a la posición del PSOE es que su voto es el más firme en todos los aspectos.
La gran mayoría de sus votantes potenciales están seguros de
participar, dicen tener la decisión ya tomada y señalan directamente al
PSOE como su opción definitiva de voto. Son los que menos dudan.
Además, la fidelidad de sus antiguos votantes es altísima (85%), pierde
muy poco hacia otros partidos y sigue recibiendo más de un millón y
medio de votos procedentes de la galaxia podemita. Crece por momentos la
convicción social de que será el partido ganador. También es cierto que
todo ello puede estar señalando su techo: no se ve cómo podría aumentar aún más su ventaja.
La otra cara de la luna es Ciudadanos. Su espacio electoral es un mar de dudas. Entre quienes muestran inclinación por el partido de Rivera, solo el 40% tiene su voto decidido. El 72% declara intención directa, mientras el 28% restante sale de la simpatía. El centro derecha moderado es el territorio ideológico en el que el voto aparece más lábil y movedizo. Tiene una peligrosa vía de agua hacia Vox. Su electorado está dividido respecto a las coaliciones poselectorales. Y la mayoría de sus votantes potenciales cree que el PSOE ganará las elecciones.
Un
buen número de las personas entrevistadas en el 'tracking' admite estar
dudando entre dos o más partidos. Ciudadanos aparece en la mayoría de
las combinaciones: 26% duda entre Ciudadanos y PP; 15%, entre Ciudadanos y PSOE; 6%, entre Ciudadanos y Vox;. 6%, entre Ciudadanos, PP y Vox. En total, un 53% de los dubitativos incluye en su dilema al partido de Rivera.
Lo que es un problema evidente, pero podría trasformarse en
oportunidad. Si para Sánchez las cartas parecen ya jugadas, para Rivera
todo estaría aún por jugarse.
Este cuadro muestra bien la situación:
Estimación de voto
Voto decidido
(55%)
Voto no decidido
(44%)
PSOE
34,7%
27,0%
PP
20,5%
19,1%
Cs
10,3%
24,2%
UP
12,7%
13,4%
Vox
12,1%
5,0%
Si únicamente votaran los que ya tienen el voto decidido, el PSOE arrasaría y Ciudadanos sería el quinto partido. Si solo lo hicieran los indecisos, la ventaja socialista se reduciría considerablemente y Ciudadanos estaría segundo, a solo tres puntos del partido de Sánchez.
Si solo votaran los indecisos, la ventaja socialista se reduciría considerablemente y Ciudadanos estaría segundo
Quizás
esto ayude a comprender por qué Sánchez desearía que la Semana Santa
comenzara ya y se extendiera hasta el 27 de abril. Por qué ha prescrito
dosis masivas de narcótico para la campaña. Por qué la televisión pública, ignorando la tradición y su obligación institucional, no ha abierto hasta ahora la boca para proponer un debate entre
los líderes. Por qué el PSOE procrastina y sabotea subterráneamente los
debates peligrosos (es decir, todos en los que tenga que participar
Sánchez). Por qué para el presidente del Gobierno Cataluña ha pasado a
ser “ese territorio del que usted me habla”. Por qué les ha traicionado el subconsciente en el lema: 'Haz que pase'. Cuanto antes, por favor.
También se comprende por qué Rivera necesita desesperadamente lo contrario: que los indecisos se decidan. Movilización a tope. Campaña de perfil alto, golpes de efecto constantes,
piezas provocativas. Debates, cuantos más mejor. Alborotar la campaña,
patear el tablero. Que se agiten de nuevo las banderas. Por eso su lema
de campaña es el grito de un forofo: 'Vamos, Ciudadanos'.
Entre la bradicardia que inducirá Sánchez y la taquicardia que querrá provocar Rivera, Iglesias y Casado bastante tienen con mantener el equilibrio, mirando con aprensión sus suelos respectivos. Y Abascal, con lograr que tamaña erección no termine en gatillazo. Todo es cuestión de temperatura.
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