Basta ya del juego de la confusión de hacer sinónimo la ideología de género con la igualdad y el real ejercicio de los derechos de la mujer. La perspectiva de género es una creencia muy específica de cómo abordar lo que en realidad incorpora muchas más cosas, tantas que lo que hace es un rediseño de la sociedad que en nada tiene que ve con aquellos derechos, porque, en último término, lo femenino en la ideología gender es algo opcional, voluble.
También el comunismo preconizaba la justicia social, pero la justicia social no era el comunismo. Pues lo mismo pasa ahora con la perspectiva de género. Los derechos de la mujer son una cosa y el gender otra, como lo revelan hechos tan bestias como la censura y liquidación de la mayoría de cuentos infantiles, que han emprendido una serie de escuelas de Barcelona.
La leyenda de Sant Jordi, La Bella Durmiente, Caperucita Roja entre otros muchos clásicos, y otros más modernos, como el famoso Teo, han sido eliminados de las bibliotecas escolares por ser libros “tóxicos” porque reproducen caracteres sexistas (sic).
¿Esto qué significa? Pues que Sant Jordi es valiente y salva a la princesa. Que los caballeros o príncipes salven princesas es “tóxico” y debe ser prohibido, que en una viñeta aparezcan unas niñas jugando con muñecas y Teo corriendo tras una pelota debe ser prohibido por tóxico, y así sucesivamente, de manera que el caso del que se conocen más datos porque los han hecho público con gran orgullo, es la escuela Taber de Barcelona, pero hay otros más como el Colegio Montseny de Barcelona y la escuela pública Fort Pienc, o el Instituto Llobregat de la población de Sallent.
En la escuela Taber han mandado a la hoguera nada menos que 200 libros de cuentos infantiles, el 30% de su biblioteca, y otro 60% lo han considerado poco adecuado. Solo se salva el 10% Esto ya da una idea del genocidio cultural que deben acometer para que la literatura se ajuste al canon del género.
Naturalmente TV3, a quien le encantan los totalitarismos, ha corrido a dedicarle un amplio espacio informativo celebrando la masacre cultural.
Todos los totalitarismos van a por la cultura. Los nazis quemaban toda la “basura” literaria que era decadente para la raza, ahora los Comités de Género hacen lo mismo porque son “tóxicos” prácticamente todos los cuentos infantiles.
Su sectarismo, el de los padres que promueven esta depuración cultural es tan grande y su incultura tan inmensa que les impide ver que eso es lo mismo que hacen los totalitarismos intensos; los nazis, y los comunistas, como sucede hoy en China, y sucedió en Rusia desde Lenin y la revolución comunista.
Orlando Figues, sin duda uno de los mejores historiadores de la Revolución Rusa y el periodo soviético, tiene un libro estremecedor, “Los que Susurran. La represión en la Rusia de Stalin” que explica como unos de los fines de la visión comunista desde el inicio, consistía en una batalla constante contra la costumbre y los hábitos, contra la tradición y la “cultura burguesa”, que era prácticamente la mayor parte de la cultura histórica del país. Se trataba de corregir -prohibir- la conducta “burguesa” y los malos hábitos como la religión (p. 53). Con este fin perseguían extinguir la familia basada en el “matrimonio patriarcal” que oprimía a mujeres y niños, y que debía ser sustituida por “uniones amorosas libres”, también pretendían transforma el espacio doméstico. Convirtieron el matrimonio en un simple trámite, otorgaron los mismos derechos a las parejas de hecho que a los matrimonios (p. 56) y eliminaron toda la literatura infantil que no expresara las tesis del partido (p. 59). ¿Qué diferencia hay entre esto y la perspectiva de género? Una, que no es la de su totalitarismo, sino que se trata de un totalitarismo que los liberales de hoy defienden.
Su sectarismo e incultura les impide entender que, en la historia de la humanidad, y por consiguiente la cultura humana, ha sido el hombre quien ha salido a cazar, quien ha peleado en las guerras, si no en exclusiva si muy mayoritariamente, mientras que el papel de la mujer era el de cuidadora y la maternidad. Eso no tiene nada de discriminatorio, entre otras razones porque el hombre está mejor preparado para aquella tarea por causas biológicas, y la mujer es la única que posee la capacidad de infantar y el esfuerzo que esto significa hace que su naturaleza esté equipada para esta tarea de cuidar la vida. Eso en si no tiene nada de malo al menos que lo natural lo sea. La cuestión es lo bien o mal que se ejerza, el reconocimiento social que las diversas funciones posean, el contexto histórico cultural en la que estén situados, y algo muy importante que el Gender, la coartada liberal que compra la izquierda olvida siempre: la clase social a la que pertenecen. Porque si se quiere una perspectiva histórica concreta, el problema no radica en la diferencia entre el príncipe y la princesa, sino entre ambos y los siervos de sus posesiones, hombres y mujeres.
Pero de la misma manera que no le pedimos a un cuento que sea un tratado de realismo social, ni un manual político, tampoco vamos a liquidarlo porque el príncipe siempre salva a la princesa.
Los cuentos infantiles no son solo cuentos, se inscriben en una tradición cultural, en una historia. Liquidarlos por razones ideológicas no es nada más que la censura de la historia y la voluntad de reescribirla para formatear las mentes e implantar una dictadura. Y a esto es a lo que hay que decir basta, y ahora.
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