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domingo, 7 de abril de 2019

VENEZUELA ES MENTIRA



Un niño en uno de los campos de refugiados en la frontera entre...

Un niño en uno de los campos de refugiados en la frontera entre Venezuela y Colombia. LUIS ROBAYO / AFP


 
Tenemos una crisis informativa en Venezuela. Puede parecer una nimiedad comparada con las múltiples crisis que asolan a los venezolanos (alimentaria, médica, de refugiados, económica, institucional y de derechos humanos) pero conviene tomársela muy en serio. Porque sus responsables buscan paralizar la ola de solidaridad internacional que, saben, es lo que de verdad derribará a Maduro y su régimen criminal.

¿Cómo lo hacen? Sembrando las dudas sobre los hechos, incontrovertibles, que describen la realidad venezolana y esas múltiples crisis. Planteando versiones alternativas que supuestamente explicarían esos hechos. Apuntando a intereses oscuros y operadores en la sombra que estarían bloqueando una solución pacífica. Apelando a una paz y diálogo sin contenido.

Esa estrategia se llama desinformación y es mucho más eficaz y peligrosa que las noticias falsas (que son más fáciles de desmontar). Busca sembrar dudas sobre los hechos, confundir a la opinión pública con informaciones contradictorias, llevar al público a pensar que los periodistas mienten, son parciales u ocultan la verdad, que los medios de comunicación están sesgados ideológicamente o al servicio de empresas o gobierno. ¿El objetivo? Que concluyamos que con tantos intereses en juego nunca conoceremos la verdad sobre los hechos, dejemos de prestar atención y tiremos la toalla. Es el caso, reciente, de los cortes de luz, claramente atribuibles a la corrupción y a la incompetencia, y no a los sabotajes, pero eficazmente manipulados.

Una prueba del éxito de esa estrategia de desinformación es que políticos y opinadores españoles, también periodistas, difundan esas versiones, renuncien a investigar los hechos, releguen Venezuela de la atención informativa y, en último extremo, abdiquen de su responsabilidad con la verdad. 
Piensen, por ejemplo, en cuántos periodistas se embarcaron en el Aquarius para contarnos el periplo de aquellos inmigrantes y cuántos narran en directo la vida en los campamentos de refugiados venezolanos en Colombia. Piensen en cómo seguimos el éxodo de los refugiados sirios y qué poco sabemos de los tres millones de venezolanos que han huido del país. Piensen en el niño kurdo Aylan ahogado en la playa y díganme el nombre de un joven estudiante ejecutado a sangre fría por los colectivos paramilitares, de alguna mujer que haya muerto en un quirófano sin luz o de una sola persona que haya abandonado ese país con lo puesto víctima de la pura desesperación. ¿Sus nombres? No, Venezuela no es mentira. Es verdad.


                                                                       JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA  Vía EL MUNDO

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