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viernes, 19 de abril de 2019
Las verdades tramposas de Pedro Sánchez sobre Cataluña
En sus múltiples reencarnaciones,
Sánchez ha hecho virtuosismo de la célebre frase de Groucho Marx: estos
son mis principios, si no le gustan, tengo otros
Pedro Sánchez saluda a varios simpatizantes a su llegada a un acto electoral del PSOE en Badalona. (EFE)
En lo tocante al problema catalán —y en general, a la concepción de España—, los discursos de Pedro Sánchez
giran como un tiovivo. La excursión retrospectiva por sus posiciones de
los últimos cinco años es mareante. En sus múltiples reencarnaciones, Sánchez ha hecho virtuosismo de la célebre frase de Groucho Marx: estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros.
Por
un momento, pareció que tenía la intención de pasarse la campaña entera
sin mencionar a Cataluña. Por si el empeño resultara inviable, le
prepararon un racimo de frases campanudas que repite sin parar y que
llevan el sello de la casa: son tan solemnes como vacuas y expresan
verdades aparentemente obvias que esconden una falacia. Podríamos
llamarlas 'verdades tramposas'. Repasemos someramente las más
estomagantes:
- "Mientras yo sea presidente, no habrá independencia ni referéndum de autodeterminación"
Sánchez es especialista en prometer lo que no está en sus manos cumplir o incumplir. Aquí la trampa consiste en insinuar que la independencia de Cataluña
o el derecho de autodeterminación dependen de la voluntad del
presidente del Gobierno. No sucederá ninguna de esas dos cosas, al
margen de que el presidente sea Sánchez o cualquier otra persona. Ni
siquiera Torra en la Moncloa podría hacer posibles la autodeterminación o la independencia. Porque están radicalmente fuera de la Constitución y cualquier movimiento gubernamental en esa dirección sería cortado de forma fulminante por el Tribunal Constitucional (salvo que antes se reforme la Carta Magna para habilitar la secesión, lo que está completamente fuera del alcance de Sánchez).
El
compromiso es tan gratuito —por tanto, tan fullero— como si asegurara
que con él de presidente no habrá pena de muerte en España, que no
enviaremos misiles nucleares a China o que en invierno hará más frío que
en verano. En este postulado, el truco semántico es presentar lo
accidental (“mientras yo sea presidente”) como lo esencial.
La formulación honesta de un dirigente responsable sería decir que con esta Constitución la independencia de Cataluña es imposible, gobierne quien gobierne. Pero eso no le sería útil para la campaña.
- “En Cataluña no hay un problema de independencia, sino de convivencia”
Claro
que hay un problema de convivencia. Pero este deriva del hecho de que
los gobernantes nacionalistas han fracturado la sociedad catalana para
llevar adelante el proyecto de la independencia. Y lo han hecho
violentando la legalidad democrática, expropiando las instituciones,
intoxicando con mentiras a la mitad de la población y despreciando a la
otra mitad.
Hay
un problema de convivencia porque se ha creado un problema de
independencia. No se puede honradamente afirmar el primero para eludir
el segundo. El 'procés' no es el producto de un previo clamor social,
sino de una estrategia incubada en la cúpula política del nacionalismo.
Si Mas
y compañía no se hubieran lanzado a la aventura secesionista, la
convivencia cívica en Cataluña no estaría destruida para varias
generaciones.
El planteamiento de Sánchez es tan falaz como si en tiempos de ETA
alguien hubiera sostenido que en el País Vasco no había un problema de
terrorismo sino de convivencia. Es confundir interesadamente el efecto
con la causa. Aún peor, manipular el efecto para camuflar la causa.
- “La solución es ampliar el autogobierno sin reformar la Constitución”
Reconozcamos que, al menos, esta mentira es nueva. Hasta Rubalcaba
admitió que para llevar el autogobierno de Cataluña más allá de sus
límites actuales hay que pasar por una reforma de la Constitución. El
problema es que ello exigiría un consenso transversal que Sánchez es
incapaz de articular.
La supuesta solución es doblemente imaginaria. Primero, porque choca contra el principio de realidad.
Como recordaba Garrincha a su entrenador, “los rusos también juegan”.
En este caso, los rusos son los dirigentes independentistas, que hace
mucho tiempo dieron por definitivamente clausurada la fase autonómica
para Cataluña y no muestran la menor intención de volver a ella. Para
dar por buena una hipotética reforma del Estatuto que no incorpore el
derecho de autodeterminación, tendrían que abjurar de todo lo que han
dicho y hecho durante esta década venenosa. Además, habría que conseguir
el consenso con la derecha del Congreso, salvo que se pretenda repetir
el fatídico error de Zapatero en 2006. Ninguna de las dos cosas está al alcance de Sánchez.
El
Tribunal Constitucional estableció en su día el perímetro de lo que
cabe en un Estatuto de Autonomía. ¿Qué hace pensar que el alto tribunal
validaría ahora lo que entonces rechazó? La composición actual del TC y
el tenor de sus sentencias recientes invitan más bien a suponer lo
contrario. Trátese de autoengaño voluntarista o de falsedad consciente,
este planteamiento de Sánchez tiene la utilidad de un placebo.
- “No es hora de hablar de indultos”
Tiene razón el presidente, pero no fueron Casado o Rivera
quienes introdujeron la cuestión de los indultos en el debate político.
Estaría bien que transmitiera el mensaje a los voceros oficiosos que
difunden la especie, para que llegue a los procesados, de que la
esperanza de recuperar pronto la libertad está ligada a la permanencia
de Sánchez en el poder.
En todo caso, la pregunta pertinente sería: ya que los socialistas promovieron la prohibición de conceder indultos
a los condenados por corrupción o por malos tratos, ¿debería extenderse
esa misma prohibición a los delitos de rebelión y sedición? Si la
respuesta es negativa, ¿dónde estaría el baremo de lo que es indultable y
lo que no lo es en un Estado de derecho?
- “Los dirigentes independentistas actuaron de mala fe y no son de fiar”
Conmovedora
perspicacia. Es imprescindible saber en qué momento exacto, desde 2012
hasta ahora, se dio cuenta Pedro Sánchez de que los políticos
independentistas no son gente en la que esta democracia pueda confiar.
Si, como parece, la revelación le vino como un rayo hace 15 días, va con
enorme retraso respecto al resto del país. Si lo sabía desde mucho
antes, tiene demasiadas cosas que explicar.
El mensaje implícito en el discurso electoral de Sánchez sobre Cataluña asombra por su osadía.
Se dirige a los posibles votantes socialistas que han vivido con
escándalo su connivencia con los partidos independentistas para
sostenerse en el Gobierno, y les dice: votadme para que no me vea
obligado a hacerlo de nuevo. El caso es que, al parecer, le está
funcionando, ¿quién dijo pudor?
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