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lunes, 10 de abril de 2017

AUGE DEL POPULISMO Y RÉGIMEN NEOLIBERAL

El populismo es una respuesta al neoliberalismo. Han hecho falta 40 años para que los verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros. Pero ahora que están claros, son dramáticos.


Uno de los temas más manidos en los medios de comunicación, especialmente en aquellos controlados por el sistema financiero -en nuestro país, casi todos-, es el surgimiento de los populismos. Sin embargo quienes se rasgan las vestiduras, lamentan y despotrican contra los populistas son los responsables últimos de su ascenso.

Para entender las causas del auge de los movimientos populistas es fundamental leer los últimos análisis del estratega jefe de una de las mejores gestoras de fondos del mundo, GMO, el extravagante y extraordinario James Montier, en colaboración con Philip Pilkington, de la Kingston University, ambos postkeynesianos de pro. Son dos piezas fundamentales, canela fina, llenas de humor “somarda”, claves para entender lo que está pasando desde una perspectiva distinta. Por un lado, “Six Impossible Things Before Breakfast”, y, por otro, sobre todo, “The Deep Causes of Secular Stagnation and the Rise of Populism
Para Montier y Pilkington el surgimiento del populismo tiene sus raíces en las mismas fuentes que han dado lugar al denominado "estancamiento secular"
Para Montier y Pilkington el surgimiento del populismo tiene sus raíces en las mismas fuentes que han dado lugar al denominado "estancamiento secular". La evidencia se amontona y cuando hurgamos la raíz del problema nos encontramos con un sistema roto de gobernanza económica, denominado "neoliberalismo", surgido a mediados de la década de 1970 y que se caracterizó por cuatro políticas económicas significativas. En primer lugar, el abandono del pleno empleo como objetivo político deseable y su reemplazo por objetivos de inflación. En segundo lugar, un aumento en la globalización de los flujos de personas, capital, y comercio. En tercer lugar, sin duda una de las mayores estupideces humanas, un enfoque a nivel empresarial basado en la maximización del valor para los accionistas en lugar de la reinversión y el crecimiento económico. Finalmente, la búsqueda de mercados laborales flexibles con la disrupción de sindicatos y trabajadores.

Bajo este marco, la visión ortodoxa sobre el estancamiento secular, tal como leemos de manera machacona en los mass media, adopta dos perspectivas distintas. O bien el estancamiento secular es causado por una situación en la que el tipo de interés real tiene que ser negativo para generar una vuelta al crecimiento (explicación desde el lado de la demanda); o bien algo no funciona desde el lado de las fuerzas que determinan la productividad en la economía (explicación desde el lado de la oferta).

El régimen neoliberal

Montier y Pilkington, al igual que otros tantos economistas postkeynesianos, y como modestamente venimos haciendo desde estas líneas, somos profundamente críticos con este marco de pseudo-pensamiento. Argumentamos hasta la saciedad que las razones últimas del auge del populismo se encuentran en las políticas que se han seguido bajo el paradigma neoliberal, y que han llevado a los "hechos estilizados" observados del actual estancamiento secular. El régimen neoliberal ha dado lugar a una inflación más baja, menores tasas de crecimiento económico, caídas de las tasas de expansión de la inversión, menor crecimiento de la productividad, aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, disminución de la seguridad laboral, y una seria deflación. Además, la economía mundial se ve temporalmente "obstruida" por los altos niveles de deuda, cuando los precios del colateral que la alimentan se hunden. Estas son tendencias de largo plazo que han sido visibles durante décadas, pero que se vieron gravemente exacerbadas por el colapso de la burbuja de la deuda mundial en 2008-2009.
Si no hay un cambio de rumbo hay muchas posibilidades de que el sistema siga adelante, independientemente de su disfunción, hasta que se descomponga
Pero a medida que los ciudadanos de varios países de todo el mundo percibieron que las soluciones puestas en marcha después de la crisis solo beneficiaban a la superclase, y que simplemente eran una coartada para mantener un sistema desequilibrado y cada vez más disfuncional, se rebelaron. Fue entonces cuando comenzaron a emitir votos para varios candidatos políticos populistas en un aparente esfuerzo por sacudir al sistema.

Si no hay un cambio de rumbo hay muchas posibilidades de que el sistema siga adelante, independientemente de su disfunción, hasta que se descomponga. Es lo que en su momento desde estas líneas denominaos la gran huida hacia adelante. Por eso es básico entender el marco de trabajo del régimen neoliberal, con sus cuatro pilares, pura chamanería. Y eso es lo que de manera prolija analizan Montier y Pilkington.

Por un lado el abandono como opción de política económica del pleno empleo. Y saben el porqué. A las élites les aterra el pleno empleo, la gente pierde el miedo y la disciplina. Prefirieron establecer objetivos de inflación e inventaron ciertas ficciones como la NAIRU (la tasa inflación que según la imaginación de ciertos economistas acelera el desempleo). Por otro, la globalización y el libre movimiento de todo. Ello ha llevado a un proceso de desindustrialización en los países desarrollados cuyo resultado más palpable ha sido la destrucción de empleos manufactureros muy bien pagados, estables, a menudo sindicalizados; y el crecimiento de puestos de trabajo de servicios poco remunerados, inestables y no sindicalizados. Es uno de los factores causales clave en la creciente acumulación de riqueza y desigualdad de ingresos.
Las empresas están tratando de maximizar los beneficios y aprietan las tuercas a los trabajadores, cuando en realidad están socavando la demanda de sus propios productos
El tercer pilar es el mantra de la maximización del valor del accionista unido a la flexibilización de los mercados laborales. Ya saben las consecuencias, que tantas veces hemos detallado: menor inversión privada, mayor remuneración de los ejecutivos de dichas empresas, más dividendos, más recompra de acciones, en definitiva, menor productividad y mayor ineficiencia. Pero además ha contribuido a la disminución de la participación del factor trabajo en la renta nacional. Si las empresas están tratando de maximizar los beneficios, aprietan las tuercas a los trabajadores, cuando en realidad están socavando la demanda de sus propios productos mediante la destrucción de los ingresos salariales y el mayor peso del factor capital en la renta nacional.

Neoliberalismo: un proyecto llamado desastre

El neoliberalismo se basa en falacias económicas. La evidencia se acumula y pone de manifiesto que la teoría generalmente aceptada y divulgada como verdades ineludibles simplemente es falsa. Como explicitan Montier y Pilkington, el neoliberalismo es un proyecto llamado desastre, que no podría ser peor para la política o la economía. Las políticas que prescriben son profundamente impopulares y disfuncionales. Los ciudadanos se tambalean viendo como pierden sus puestos de trabajo, como desaparece la estabilidad de los mismos -miedo y disciplina- y se esfuman sus ingresos, mientras que la economía se inclina hacia la inestabilidad y el estancamiento. Es un proyecto que beneficia a unos pocos a expensas de la mayoría. Esto se refleja en una clase mimada de individuos de altos ingresos, con la inestimable ayuda de ciertos tecnócratas que dan soporte mediante teorías económicas a esas políticas que llevan a la economía al caos. Pero dichas teorías simplemente no se ven corroboradas por la realidad.
Han hecho falta 40 años para que los verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros
El populismo es una respuesta al neoliberalismo. Han hecho falta 40 años para que los verdaderos efectos del neoliberalismo sean claros. Pero ahora que están claros, son dramáticos. La mayoría de las economías desarrolladas se han vaciado, mantienen enormes déficits comerciales, y todo lo que producen son trabajadores desempleados y ciudadanos insatisfechos. Pero el “establishment político” siguió y sigue ofreciendo más de lo mismo, de ahí la necesidad de un cambio radical que acabe rompiendo con un sistema que no funciona, es injusto e ineficiente.



                                                                                 JUAN LABORDA  Vía  EL CONFIDENCIAL 

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