Después del Brexit y de la victoria de Trump, las democracias occidentales no pueden permitirse un nuevo accidente populista en una gran potencia europea
La líder del Frente Nacional y candidata a las elecciones presidenciales, Marine Le Pen. (Reuters)
Imaginen que en España el presidente del Gobierno se eligiera de forma directa y que los candidatos del PP y del PSOE ocuparan la cuarta y quinta posición en las encuestas. Imaginen que los dos favoritos fueran la líder de la extrema derecha y un político neófito, de perfil ideológico híbrido y sin un partido detrás. Que el candidato de la extrema izquierda, en plena remontada, estuviera ya tercero, a tiro de piedra de los dos primeros. Imaginen, en fin, que el partido del Gobierno tuviera a su candidato último destacado, con cifras de intención de voto por debajo del 10% y muchos de sus principales dirigentes pidiendo públicamente el voto para otros.
Europa y el mundo contienen la respiración ante lo que sucederá en Francia. Después del Brexit y de la victoria de Trump, las democracias occidentales no pueden permitirse un nuevo accidente populista en el voto para otros.
Europa y el mundo contienen la respiración ante lo que sucederá en Francia. Después del Brexit y de la victoria de Trump, las democracias occidentales no pueden permitirse un nuevo accidente populista en una gran potencia europea: las consecuencias serían catastróficas.
Sin embargo, la incertidumbre crece por días. El pronóstico más extendido augura que Marine Le Pen y Emmanuel Macron pasarán a la segunda vuelta y que este ganará con holgura por la concentración del voto de rechazo a la líder extremista. Eso sale de una lectura convencional de las encuestas. Pero los marcos convencionales están desbordados por una realidad nueva, de la que solo sabemos lo que vamos aprendiendo tras cada sobresalto.
Muchos son los factores de incertidumbre que se concitan en esta elección:
1. Hace solo tres meses, todo parecía estar claro: François Fillon, el candidato del centro-derecha, había ganado las primarias de su partido y prácticamente se le daba como el próximo presidente.
Hoy, Fillon lucha por mantener en los sondeos la tercera posición frente al ultraizquierdista Melenchon, que en la última semana ya lo ha rebasado. Pero algunos especialistas creen que hay un voto oculto de Fillon (gente que siente pudor de declarar que votará a un corrupto) y que este podría emerger de nuevo a última hora.
Lo cierto es que hoy hay cuatro candidatos en un margen de cinco puntos que tiende a estrecharse: Le Pen y Macron aparecen en la zona del 24% y Fillon y Melenchon los persiguen en el 19%, sin que se pueda descartar que se desemboque en algo parecido a un cuádruple empate. El candidato socialista, Hamon, se despeña a buen ritmo: ya ha horadado la barrera del 10% y no parece dispuesto a frenar su descenso.
2. Los dos partidos hegemónicos de la V República pueden quedar fuera de la segunda vuelta, lo que significa que más de la mitad de los ciudadanos cambiarán esta vez su referencia de voto. Es complicado prever el comportamiento de tantos millones de votos migrantes.
3. Todo indica que el alineamiento tradicional derecha-izquierda ha pasado a segundo plano y pesan más otros posicionamientos: el nacionalismo frente al globalismo; la eurofobia frente al europeísmo; el rechazo al inmigrante frente a la integración, y la pulsión 'antiestablishment' frente a la lealtad a los partidos tradicionalmente gobernantes.
Salvo por la retórica antiinmigración, el discurso de Le Pen desde la extrema derecha y el de Melenchon desde la extrema izquierda suenan muy parecidos
Cuando se introducen esos ejes, la geografía política convencional salta por los aires. Por ejemplo: salvo por la retórica antiinmigración e islamófoba, el discurso de Le Pen desde la extrema derecha y el de Melenchon desde la extrema izquierda suenan muy parecidos. Ambos cuestionan la pertenencia a la Unión Europea, quieren abandonar la OTAN, prometen más gasto público, jornadas de trabajo más cortas y restablecimiento de barreras comerciales. Ambos son candidatos populistas y 'antiestablishment' que galopan sobre la frustración y el miedo al futuro de los votantes de la vieja clase obrera. Es una convergencia similar a la que se produjo en Estados Unidos, desde ideologías aparentemente antagónicas, entre el discurso de Trump y el de Sanders.
Visto con esa óptica, los dos candidatos más alejados entre sí son precisamente los que encabezan las encuestas: Le Pen y Macron. Ambos polarizan la batalla sin cuartel entre el nacional-populismo regresivo y el europeísmo modernizador.
4. En 2002, Jean-Marie Le Pen obtuvo un 17% en la primera vuelta y un 18% en la segunda, mientras su rival, Chirac, pasó de un 20% en la primera a un 80% en la segunda. El 'frente republicano' funcionó a tope: se llamó a rebato y todos los votos se agruparon para frenar al energúmeno.
¿Sucederá lo mismo esta vez? Muchos confían en ello, pero no está nada claro que así sea. Las encuestas más recientes muestran estos escenarios para la segunda vuelta:
Le Pen 39 | Le Pen 45 | Le Pen 43 |
Macron 61 | Fillon 55 | Melenchon 57 |
Pero el científico francés Serge Galam —que pronósticó el triunfo del Brexit y de Trump— advierte de que el electorado de Le Pen está mucho más motivado y decidido a votar que los demás, y calcula: con una desventaja de 20 puntos en la estimación (la que tiene con Macron), Le Pen podría ganar si en la segunda vuelta acudieran a las urnas el 90% de los que declaran su intención de votarla frente al 70% del supuesto 'frente republicano'. Si la proyección le da una desventaja de solo 10 puntos (como sucede con Fillon), le bastaría una movilización del 85% de los suyos frente al 65% del resto.
Por un lado, está claro que Marine Le Pen no se quedará clavada en su resultado de primera vuelta, como le ocurrió a su padre en 2002: las mismas encuestas que le atribuyen un 24% para la primera vuelta le conceden un salto de al menos 15 puntos en la segunda.
Por otro, para derrotarla en segunda vuelta se necesitará un nivel altísimo de participación de todos aquellos que, habiendo votado inicialmente a otros candidatos, quieran mover su voto dos semanas más tarde para apoyar a su rival.
¿Qué hace pensar que, por ejemplo, los votantes del ultraizquierdista y eurófobo Melenchon acudirían masivamente a respaldar al sospechoso liberal europeísta Macron en lugar de quedarse en su casa? Es la abstención en el campo rival la que puede dar la victoria a la candidata de la ultraderecha.
5. Los dos grandes partidos se han ahorcado con la soga de las primarias. Los socialistas votaron a un candidato quizá muy popular entre las bases partidarias, pero claramente despreciado por los ciudadanos. Y los Republicanos eligieron a un candidato que posteriormente se reveló como corrupto y por tanto 'invotable', pero que se aferró a la legitimidad de las primarias para encaminarse a una probable y humillante derrota.
Las primarias ni añaden legitimidad social a quien las gana ni son un método eficiente para la selección del candidato más competitivo
Quizá tengan otras ventajas, pero caso por caso vamos comprobando que las primarias ni añaden legitimidad social a quien las gana ni son un método eficiente para la selección del candidato más competitivo. Y es que cuando usted va a una tienda a comprar un vestido, no pregunta cómo eligieron al jefe de la empresa: simplemente, mira la calidad y el precio del producto.
IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL
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