Existe una cierta sensación social de que Madrid es un ejemplo para el resto del Estado como paradigma de la gestión económica, e incluso de la igualdad y distribución de la renta. Por supuesto, el mérito ha sido, y sigue siendo, de los magníficos gestores del PP que sustituyeron al siempre castizo y casposo, y hoy correligionario de la derecha más patética, Joaquín Leguina. Esta veneración mediática, trufada de millones en publicidad institucional, sigue resistiendo los sucesivos casos de corrupción, en un alarde de pérdida absoluta de dignidad y objetivad periodística.
El riego de dinero público ha logrado callar durante años las sospechas de corrupción en la Comunidad de Madrid.
La Comunidad de Madrid es cierto que tiene una de las mayores cifras de renta per cápita de España, algo que tiene algunos componentes exógenos que explican una parte importante de esta clasificación. En primer lugar, el plus de capitalidad es relevante, ya que es la sede de gran parte de las grandes empresas, de la Administración General del Estado, de la Curia y del Ejercito, y centro financiero neurálgico. Por tanto, sería bueno aislar este efecto, para saber cuál es el verdadero capital económico intrínseco a la Comunidad de Madrid para poder evaluar el impacto real de la gestión del PP, apoyado por Ciudadanos, y así poder juzgar con rigor su actuación.
Algún día se estimará el verdadero impacto del gobierno del PP en Madrid excluyendo el plus de capitalidad y la corrupción
Pero lo que sí es intrínsecamente madrileño ha sido la puesta en marcha de la supuesta agenda liberal, primero con Esperanza Aguirre y luego con Gallardón, cuyas consecuencias penales hoy las estamos viendo en todos los telediarios, no solo nacionales, sino también internacionales. Los que más criticaban al sector público son los que más se han aprovechado de él, engordando sus cuentas corrientes, propias y de familiares cercanos, con el beneplácito intelectual de colaboradores necesarios como Daniel Lacalle, hoy muy callado después de ser el fichaje estrella de Esperanza Aguirre y luego de Cifuentes, o Rallo, eterno defensor del PP en todas sus vertientes.
La agenda liberal de Aguirre y Gallardón en Madrid se ha traducido en vivir del dinero público a través del saqueo permanente
Esta puesta en marcha de la cadena de saqueos ha supuesto un enorme quebranto para la economía de Madrid, pero sobre todo para las clases más desfavorecidas, y ha dejado al aparato productor y social completamente desmoralizado, al entender que son las grandes familias las que se reparten el pastel de las grandes obras. Aquí no han faltado todos los ingredientes para un vodevil mafioso, y a veces muy cutre. Comenzó con el tamayazo, aquel episodio muy sórdido de compra de votos que nadie ha querido investigar a fondo, tal vez porque hay personas e instituciones demasiado poderosas involucradas, pero que fue el pistoletazo de salida para una carrera de apropiación de fondos públicos, que parece no tiene fin.
Curiosamente, el origen de aquellos diputados del PSOE, era un grupo capitaneado por un personaje siniestro como Balbás, hoy tertuliano en las teles de extrema derecha, que fue quien aupó a Zapatero en las primarias, y en cuyo grupo militaban personas hoy muy famosas como Antonio Hernando. Como se puede ver, las cloacas ya prometían en aquellos lejanos días de 2003, cuando los dos grandes partidos trataban de repartirse el enorme botín de Madrid.
El origen de la corrupción hay que buscarlo en el Tamayazo, silenciado porque podría alcanzar altas esferas
Llegada al poder por esta vía, Aguirre se fue despojando de la vieja guardia, acogiendo en su seno los pujantes nuevos cachorros, muchos de ellos caciques en sus municipios, como era el caso de Granados. Junto a esta mano derecha tan brillante, los subsiguientes nombramientos, tanto de la baronesa, como de Gallardón, no desmerecieron: Guemes, Lamela, González, Figar, Taboada, Pedro Calvo o la propia Cifuentes, han mostrado el mismo patrón: servirse del cargo para hacer negocios. El dinero público ha sido el lubricante para que grandes empresarios, y medianías como Arturo Fernández, viviesen del BOE o el BOCAM sin tener que arriesgar nada, simplemente esperando y amañando los concursos públicos para obtener obra pública: grandes hospitales, colegios, radiales, depuradoras, o simplemente la reforma de la calle Serrano en Madrid, pactada cuando escaseaba la gran obra pública.
La corte de aprovechados del dinero público que han acompañado a Gallardón y Aguirre es larga y todos/as de buenas familias
Los grandes beneficiados ya los sabemos todos, los cuales han sido generosos con la financiación del PP, como se comprueba al leer los múltiples sumarios delictivos que se filtran sin misericordia a los medios de comunicación. Tal vez por eso, Madrid va muy bien, porque las grandes elites no paran de hacer obras inservibles, como las radiales, la Ciudad de la Justicia fantasma, o el tren a Navalcarnero sin vías. Este engrase permanente, junto al plus de capitalidad, está permitiendo que la economía madrileña despunte, a lo que hay que unir el atractivo turístico.
Pero qué hay debajo de tanto boato y corrupción. Pues también hay mucha miseria. Hay barrios muy degradados que apenas se ven, porque la ciudad está diseñada para que el turista jamás tenga que pisar Villaverde, Vallecas o las Barranquillas, por no hablar de San Cristóbal de los Ángeles. La industria poco a poco ha desparecido, la ciudad de Madrid ha expulsado a muchos jóvenes, apenas hay política de vivienda asequible, el empleo basura es la tónica entre los menores de 30 años, y el envejecimiento de la capital favorece la inactividad y la desesperación entre las clases medias y bajas. Los servicios públicos se deterioran y los científicos del CSIC y otros organismos ya no pueden sobrevivir con los sueldos de miseria. Las universidades se vacían, en parte por la escalada de tasas, pero también por la escasa natalidad en una sociedad dura y sin posibilidades de conciliación.
La realidad de Madrid es otra muy distinta y hay mucha pobreza, desigualdad, envejecimiento sin atención y juventud sin futuro
Para ver en su estadio más crudo esta alienación laboral y el sin sentido de la vida en Madrid recomiendo visionar en el cine la película: “La Mano Invisible” de David Macian, basada en la novela de Isaac Rosa, a partir del día 28 de abril en casi toda España. Uno sale deprimido, después de una gran obra, pero al menos puede verse en un el espejo de la dura vida diaria para tanta gente en la capital. Mientras, el jolgorio de los medios afines a las elites extractivas sigue intentando exaltar el mérito democrático de Cifuentes porque ha llevado a la Fiscalía el tufo que desprendía el Canal de Isabel II, empresa de la que ella formó parte. Eso sí, con coacciones ficticias por medio, en boca del jurista, tertuliano e historiador Marhuenda, machista blanqueado por todo el grupo Atresmedia tras llamar zorra a la jefa de gabinete de Cifuentes, tal vez por un mero calentón o accidente.
Esta realidad de la alienación del factor trabajo se puede ver en una magnifica película: La Mano Invisible, con texto de Isaac Rosa.
Otro día también habrá que contar el otro gran cortijo de corrupción y mala gestión que asola otro gran territorio: Andalucía. Y ahí, Susana Diaz y sus antecesores tienen mucho que decir. Lamentablemente, los mecanismos son muy parecidos y los afectados los mismos: los más desfavorecidos.
ALEJANDRO INURRIETA Vía VOZ PÓPULI
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