En el PP no entienden nada de lo que les está pasando, pero todo tiene una razón de ser y, sobre todo, un origen: la parsimonia con la que se ha actuado frente a los casos de corrupción
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)
Aunque soy poco dado a creer en casualidades, supongo que esta lo es, pero no deja de sorprender el hecho de que al día siguiente de que Podemos pusiera en marcha su 'tramabús', los jueces de Gürteldecidieran llamar como testigo a Mariano Rajoy y, un día después, se produjera la detención del expresidente madrileño Ignacio Gonzálezpor presuntos delitos de corrupción en el Canal de Isabel II, una operación que además deja muchos frentes abiertos que van a dar material informativo para aburrir. Es como si tras el alud de críticas del lunes a la operación de 'marketing' y propaganda del partido morado, alguien hubiera decidido echarle gasolina al vehículo.
En el PP no entienden nada de lo que les está pasando, pero lo cierto es que todo tiene una razón de ser y, sobre todo, un origen: la parsimonia —primer error— con la que se ha actuado frente a los casos de corrupción les está haciendo pagar una terrible factura. El PP tenía que haber acometido una profunda renovación interna hace ya tiempo, y no lo hizo. El hecho de que tal y como se han producido las circunstancias en este país, hoy Mariano Rajoy sea el único dirigente político que garantiza los mínimos esenciales de estabilidad para gobernar no desautoriza a quienes desde el minuto uno tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015 entendimos que tenía que dar un paso al lado… Y no porque él esté implicado en ningún caso de corrupción, que no lo está ni creo que lo llegue a estar nunca, porque su honradez personal parece bastante incuestionable, sino porque es el último representante de una época en el PP que ahora mismo está totalmente cuestionada por los numerosos casos de corrupción que lo acechan.
Rajoy es el último representante de una época en el PP que ahora está totalmente cuestionada por los numerosos casos de corrupción que lo acechan
Si yo fuera Rajoy, acudiría sin dudarlo a declarar ante el juez —nada de hacerlo por escrito o por videoconferencia—, para coger el toro por los cuernos, porque es cierto que bajo su mandato ha sido cuando los corruptos fueron expulsados del PP. Es más —segundo error—, ya tenía que haberlo anunciado. Y en su descargo debo añadir que no entiendo por qué se llama a declarar como testigo a Rajoy, y no al expresidente Aznar, quien, en cualquier caso, tenía mucha más responsabilidad como presidente del partido en esa etapa que el ahora presidente. Pero, dicho eso, es cierto que Rajoy va a tener que afrontar un interrogatorio complicado porque, aunque la investigación que le atañe se refiere a un periodo muy concreto en el que él se ocupaba de las campañas electorales del PP, no es descartable que en las preguntas del juez acaben apareciendo hasta los SMS en los que le decía a Bárcenasaquello de “Luis, sé fuerte”.
Bueno, esto había que haberlo evitado mucho antes, y lo curioso es que nadie en el PP —tercer error— creía que al final los jueces acabaran sentando a Rajoy en el banquillo, aunque fuera como testigo. A mí no me cabía duda. ¿Cómo renunciar a semejante actuación en vivo y en directo, habiendo sobre todo razones de peso para que eso ocurra? La realidad es que todo este asunto no ha hecho más que acrecentar la brecha que ahonda en las relaciones entre el PP y el Gobierno. Si antes de ayer en Génova 13 estaban por agachar la cabeza y aceptar la decisión de los jueces sin rechistar, desde Moncloa, escrita casi de puño y letra en el despacho de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, se hacía llegar al partido un comunicado —cuarto error— que en sí mismo implicaba una dura crítica a la decisión judicial. Algo que nunca antes había hecho el PP, ni siquiera ante decisiones más duras que esta.
A Martínez Maillo le tocó, como siempre, comerse el marrón de verbalizar una posición dura contra los jueces mientras que el Gobierno replegaba velas como si no fuera con ellos. Y a Cospedal esto le ha sentado mal. Muy mal. Aunque es consciente de que el comunicado se remitió al partido con el visto bueno del presidente, pero ella sabe que va a tener consecuencias. A la secretaria general del PP le duele que desde Moncloa se siga actuando como si nada de todo esto fuera con ellos, mientra el partido asume las consecuencias de los actos y las decisiones de otros, y la vicepresidenta sigue “inmaculada, sin que nada parezca tocarle a ella”. Y antes tenían mayoría absoluta, pero ahora las cosas han cambiado, y el PP “debe moverse con pies de plomo”, dicen en su entorno.
El arresto deja a Cifuentes manos libres para acabar con cualquier resto de aguirrismo y hacerse fuerte en un PP de Madrid que tendrá mucho que decir
Y es que, guste o no, el PP se ve obligado a recordar cada minuto que gobierna en minoría, y que lo ocurrido en las últimas horas no vaticina nada bueno para sus expectativas electorales, por lo que, ahora mismo, la opción de un adelanto electoral no parece la mejor de las soluciones. Habrá que esperar, pero mientras tanto a solo unos pocos kilómetros del Palacio de la Moncloa crece la figura de Cristina Cifuentes, la única que hasta ahora ha demostrado que lo de tomar cartas en el asunto de la corrupción iba en serio, tan en serio que hubo quienes la amenazaron —menuda vergüenza para la profesión periodística, por cierto— para que no siguiera adelante en su investigación sobre los presuntos desfalcos en el Canal de Isabel II.
La detención de Ignacio González y todo su entorno deja a Cifuentes manos libres para acabar definitivamente con cualquier resto de aguirrismo y hacerse fuerte en un PP de Madrid que va a tener mucho que decir en el futuro, mientras el entorno de Rajoy y la vicepresidenta —quinto error— callan ante un caso que hace tiempo les debió llevar a apartar a González de cualquier responsabilidad, porque esto ya se medio sabía. Y es que, digan lo que digan en Podemos o en Ciudadanos, la que puso a la Justicia sobre la pista del caso que ahora ha llevado a la detención de su antecesor ha sido, precisamente, ella, que se erige así en la única figura emergente y con mando en plazadentro del PP que, de verdad, se ha comprometido en erradicar la corrupción de su partido.
FEDERICO QUEVEDO Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario