Lo que era una confluencia de Podemos (En Comú Podem) depreda también al partido de Iglesias como en su momento ocurrió con En Marea en Galicia y como lo hace Compromis en Valencia
Hoy sábado es un día -un mal día- importante para Podemos. Se vota en Cataluña la ponencia política del partido de los “comunes” que lideran Ada Colau y Xavier Domènech. Se trata de una nueva formación política inicialmente de ámbito catalán que define aquella comunidad como una “república social y democrática” libre para decidir su relación “con el resto de los pueblos de la península”. Aunque este texto ha recibido muchas enmiendas, es unánime el republicanismo y mayoritaria la opción confederal. El coordinador general de la organización será, con toda probabilidad, el diputado Domènech, mientras que la referencia fundacional la retendrá Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, desde cuyo puesto controla el segundo presupuesto público más importante de Cataluña y preside el área metropolitana que integra más de treinta municipios del entorno barcelonés generador de más de la mitad del PIB de la comunidad.
No es fácil describir con precisión qué son, ideológicamente hablando, los “comunes” catalanes. La lectura del libro 'Los (bienes) comunes', una conversación entre el politólogo Joan Subirats y el filósofo y sociólogo César Rendueles, ayuda a entender este nuevo movimiento a caballo entre un comunismo depurado de leninismo y un socialismo que regresa del eufemismo socialdemócrata. En todo caso, parece que se trata de una apuesta por una democracia comunera, con mecanismos de acción sociales, democracia directa en detrimento de la representativa y apartamiento de cualquiera de las fórmulas convencionales del constitucionalismo vigente. En el fondo, los “comunes” intentan una reformulación de la izquierda después de que la vertebración neocomunista y socialdemócrata haya fracasado. No faltan quien les denomine “el PSUC del siglo XXI”*. Tiene mucho sentido histórico que este partido surja en Cataluña que ha sido una comunidad vanguardista -no siempre positiva, ni ordenada, ni duradera- de movimientos políticos y culturales que se han proyectado sobre toda España.
Podemos en Cataluña no tiene vela en la celebración de este nacimiento. El dirigente podemista allí, Albano Dante Fachín, no ha logrado trabar un acuerdo con Colau-Doménech ni siquiera presionado por Pablo Iglesias que deseaba compartir el proyecto de la alcaldesa, que se configura como una apuesta electoral próxima de mucha envergadura. De ahí que pueda afirmarse que lo que hasta ahora era una confluencia de Podemos (En Comú Podem) depreda también al partido de Iglesias como en su momento ocurrió con En Marea en Galicia y como lo hace Compromis en la Comunidad Valenciana en donde le ha robado la merienda a los morados, simples comparsas del partido de Baldoví y Oltra. Ni la confluencia gallega, ni la valenciana y, ahora, tampoco la catalana: las partes parecen canibalizar al todo y Podemos se está quedando en chasis. Si, además, se suma la disidencia evidente de Teresa Rodríguez, la líder de Podemos en Andalucía que reclama una relación confederal, el panorama para Iglesias es desolador.
Iglesias está perdiendo la cohesión del puzle que es Podemos cuyo futuro parece situarse más en una dispersión territorial con débiles lazos confederales
Podemos en el Congreso está compuesto por 65 diputados y constituye un grupo confederal (Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea) que está registrando una mínima actividad parlamentaria que sustituye por la introducción en la Cámara de una nueva dialéctica, actitudes rupturistas respecto de las convenciones anteriores, y un activismo que tiende a una infantilización del alboroto. Cosa de poca consistencia porque Iglesias ha perdido la brújula. Ganó Vistalegre II pero está perdiendo la cohesión del puzle que es Podemos cuyo futuro parece situarse más en una dispersión territorial con débiles lazos confederales que en una organización aglutinada y bien coordinada. Iglesias y su equipo no son gestores solventes, ni políticos experimentados ni parlamentarios avezados. Siguen en una fase muy primaria de la política que es la de la agitación y la ruptura.
Están en el histrionismo semántico y en la acentuación de sus señas de identidad radicales: sale a relucir la “trama” para sustituir a la manida “casta”, regresa el chavismo para no condenar el golpismo de Maduro y, en un Ayuntamiento tan emblemático como el de la capital, ocho concejales de Ahora Madrid se niegan a condenar el asalto por las juventudes de la CUP de la sede barcelonesa del PP. En el consistorio madrileño Podemos ha perdido el control de la alcaldesa y se visualiza ya un evidente fracaso de gestión. Al tiempo, se ampara a los que agredieron brutalmente a los policías nacionales en Navarra y se reclama la derogación del tipo penal de enaltecimiento del terrorismo.
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