La Ciencia Económica está de suerte. El cambio tecnológico ha tenido un efecto muy positivo en la misma. Actualmente, la disponibilidad de datos y la existencia de nuevas herramientas de análisis, principalmente computacionales, han permitido arrojar luz sobre muchas cuestiones que hasta la fecha se circunscribían al mundo de lo teórico. Y es que actualmente los economistas son principalmente empíricos. Gran parte de los trabajos conllevan un potente análisis de datos que, sometidos a una metodología econométrica en gran parte desconocida por el gran público pero cada vez más sofisticada y refinada, permiten ir poco a poco despejando algunas dudas sobre cómo funciona el mundo de lo económico. Cada vez es más posible ofrecer respuestas a preguntas que hasta la fecha no las tenían. Y aunque sea necesario reconocer que dichas respuestas nunca son definitivas, muchas van orientando hacia la compresión del mundo que nos rodea, lo que finalmente permite ofrecer medidas de política económica para tratar de construir un mundo mejor.
Una de esas preguntas que siempre ha revoloteado en el debate económico es el efecto del tamaño del Estado en el crecimiento económico a largo plazo. Muchos se preguntaban si un Estado con más o menor presencia, mayor o menor peso, podía condicionar positiva o negativamente el devenir de las economías. Pues bien, un trabajo reciente de la OCDE con una nueva base de datos y un magnífico análisis econométrico ofrece respuestas a esta pregunta. Ojo, he dicho respuestas no por error, y es que un trabajo de esta índole tiene tantos matices que no presentan solo un mensaje, sino muchos a la vez.
En primer lugar, como he adelantado, los autores de este trabajo, Jean-Marc Fournier y Åsa Johansson, tratan de estimar el efecto que el gasto público tiene sobre el crecimiento a largo plazo, el crecimiento potencial de una economía. En segundo lugar, también tratan de evaluar el efecto del gasto público sobre la desigualdad de rentas. Concretamente buscan identificar cómo el Estado a través del fomento del crecimiento económico puede influir sobre la misma. Dada la amplitud del trabajo y de la enorme cantidad de resultados hoy solo voy a concentrarme en el primero de los ejercicios, a saber, las consecuencias en el crecimiento del tamaño del Estado.
El primer resultado que se van a encontrar si leen el documento publicado por la OCDE es directo y simple: un mayor tamaño del Estado, medido como un mayor peso del gasto público en el PIB, reduciría el crecimiento económico a largo plazo. Tal cual. Esta es la estimación de varias especificaciones que los autores encuentran en sus modelos econométricos. Si traducimos a otro lenguaje más práctico, esto vendría a decir que para elevar el bienestar a largo plazo de los ciudadanos se debería promover la reducción del peso del Estado. Sin paños calientes.
Pero cuidado, este resultado es solo el principio. Lo mejor y más jugoso viene después. Los autores encuentran que este efecto negativo desaparece si condicionan el análisis a la calidad institucional del gobierno. Así, encuentran que un mayor peso del gasto público no afectaría al crecimiento si el Estado que lo promueve transmite confianza a los ciudadanos, si dicho Estado lucha contra la corrupción, si regula adecuadamente, si descentraliza las decisiones de política, si muestra estabilidad institucional e, incluso, si promueve la igualdad de género en los organismos de decisión política. O dicho al revés, reducir el tamaño del Estado sería positivo salvo que en dicho país el gobierno cumpliera con los requisitos de efectividad y eficiencia.
Así pues, un Estado con virtudes de buen gobierno y de un tamaño relevante no parece condicionar negativamente el crecimiento. El mensaje puede parecer contrario al anterior, pero no lo es. Fíjese que lo que hacen los autores, y así debemos leerlo, es que el efecto lo condicionan a otras variables, a otras características, de tal modo que si se dan estas últimas, a saber, la virtud de un buen gobierno, a mayor tamaño no se encuentra dicha relación negativa.
Por último, y quizás más importante, es que según los resultados de este trabajo, la composición del gasto importa y mucho. Así, independientemente de cuál sea el efecto del tamaño del gasto público el crecimiento a largo plazo será mayor si se dedica un mayor esfuerzo a mejorar la educación y a elevar la inversión pública. Sin embargo y aunque los resultados encontrados son sólidos, de nuevo los autores destacan ciertos matices pues afirman que existen límites a estos posibles efectos positivos. Por ejemplo, los autores señalan que en el caso de la inversión en educación importa más la calidad que la cantidad de la misma, algo ya conocido en la literatura. En cuanto a la inversión pública, los autores recuerdan que toda inversión tiene un límite, sea pública o privada. La existencia de rendimientos marginales decrecientes muestran que el tamaño de la inversión no puede ser todo lo elevada que queramos, pues llega un momento que deja de ser rentable para el crecimiento. Sin embargo, los propios autores afirman en base a otros trabajos que tan solo Japón estaría en ese punto de “saturación” y que el resto de los países de la OCDE tienen “espacio” para mejorar su productividad vía inversión pública.
Finalmente, y contrariamente a lo que ocurre con la educación y la inversión pública, un mayor peso en el gasto público de pensiones o subvenciones a empresas y/o actividades económicas sí reduce el crecimiento a largo plazo, algo que de nuevo la literatura ya había encontrado en trabajos anteriores.
¿Cómo podemos trasladar estos resultados a una propuesta de política económica en España? Como ya argumenté la semana pasada, numerosos indicadores muestran que el peso del gasto público en España no es elevado, al menos para los parámetros europeos existentes. Otra cosa son las preferencias individuales sobre su nivel, en lo que no voy a entrar. El problema presupuestario español proviene más de un ineficiente diseño fiscal y no tanto de un gasto excesivo. Por lo tanto, aunque no necesariamente esto implique que haya que elevar el gasto, reducirlo para fomentar el crecimiento económico no parece ser una condición suficiente para crecer más. Existen, por el contrario, vectores de crecimiento que hay que aprovechar elevando la eficiencia de las administraciones, reduciendo partidas como las subvenciones o ayudas a empresas, reformando el sistema público de pensiones, pero especialmente y con diferencia, dedicando más recursos y/o esfuerzos a la mejora del sistema educativo y a la inversión pública.
Concretando y para finalizar, en primer lugar debería realizarse de una vez por todas una apuesta clara por aumentar la transparencia de la actividad pública, con un decidido ataque a la corrupción y una racionalización en el proceso de la toma de decisiones. La regulación debe ser simplificada y las interferencias en el sector productivo por “lazos” de entendimiento ajenos a las necesidades productivas del país deben ser eliminadas. Deben las Administraciones Públicas proseguir y mejorar sus inversiones públicas así como finalmente acordar un verdadero pacto educativo. Claro está, todo esto sustentado en un peso del gasto público razonable y consolidado por una verdadera y profunda reforma tributaria. Así podremos probablemente asegurar un crecimiento económico sostenido a largo plazo.
MANUEL ALEJANDRO HIDALGO Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario