En ciertas naciones ya ha comenzado la venganza de la mayoría
silenciosa de ciudadanos. Efectivamente, algunas elecciones o referéndums celebrados desde hace un
año hasta hoy han dado resultados sorprendentes: recordemos el Brexit, el presidente
Trump de Estados Unidos,... Actualmente, otros líderes europeos se preparan
para liberar a las mayorías de sus ciudadanos, que todavía los políticos
marginan y explotan en beneficio de grupos minoritarios bien organizados. Concretamente, en la campaña electoral de la presidencia de
Francia, hundida la izquierda por su orfandad de ideas y proyectos; y aplastada
la derecha por una corrupción galopante, emerge una Marine Le Pen prometedora,
que es antieuropea, liberal pero autoritaria (sic), y que ofrece más
incertidumbres que seguridades. Y en 2017 también habrá elecciones generales en
Alemania, Holanda, Italia...Antes o después, la Unión Europea tiene que refundarse.
Los mencionados resultados contra el
establishment han tenido lugar a pesar de que los gobiernos, los medios de
comunicación y la movilización de los grupos minoritarios a favor de lo
políticamente correcto se volcaron para que los resultados favoreciesen a los
candidatos y a los designios de los oligarcas del poder mundialista y
multicultural.
Y en la partidocrática España
¿qué hace la mayoría silenciosa de ciudadanos?. Pues en España hay calma política, una preocupante calma
precursora tal vez de una incontrolable tormenta. Aquí,
las minorías sociales campan a sus anchas en la casa común de unos
grandes partidos, que están contaminados por un social-demócrata afán
despilfarrador de los escasos recursos disponibles; así como por una creciente
ideologización de género, que se impone totalitariamente hasta lo absurdo, enfrentado
al humanismo cristiano.
Los políticos, instalados cómodamente
en su partidocracia rampante, siguen atrincherados "a verlas venir",
manteniendo sus aforamientos y sus privilegios, su colonización invasora
de Justicia, su Ley Electoral proporcional d'Hont sin #DiputadoDeDistrito y con "listas cerradas y
bloqueadas", su corrupta impunidad... Como a los políticos les va bien,
no tienen intención de modificar sustancialmente nuestra obsoleta y defectuosa
Constitución de 1978.
Pero esa
modificación es indispensable llevarla a cabo lo antes posible porque, como ha subrayado
Lorenzo Abadía[1]:
"De todas las
carencias de nuestra Constitución, la más importante sin duda, porque alude a
aquello para lo que una constitución es concebida, es la forma en que regula el
poder. España es una partidocracia porque así lo consagra la Constitución del
78, guste o no guste oírlo. Y, en una medida importantísima, el blindaje que
nuestros mal llamados representantes establecieron desde el origen de este
régimen que no es una dictadura pero tampoco una democracia, radica en el
sistema electoral proporcional y en la provincia como circunscripción consagrados
en los puntos 2 y 3 del artículo 68 de la Constitución.
Para pasar de esta
oligarquía de partidos a un sistema democrático, además de separar los tres
poderes del Estado, es necesario que aquellos que habiten las Cortes Generales
representen a los ciudadanos, única garantía de que se esfuercen por el interés
común. Solo hay un sistema electoral que garantiza que el diputado dependerá en
todo caso de los electores y no de la cúpula de su partido y que elimina el
poder de éstas, suprimiendo las listas de partido. Este es sistema uninominal o
también llamado de diputado de distrito, del que disfrutan países como EEUU,
Francia o Reino Unido.
Toda reforma
autollamada de regeneración que no incluya este principio está abocada al
fracaso".
Para conseguir una completa
regeneración política que elimine la dictadura de los partidos y el nefasto
caudillaje caciquil de sus líderes, es
preciso que haya un decisivo rearme de una sociedad civil capaz
de obligar a los partidos a un cambio radical que desmonte la
partidocracia e instaure en España una verdadera democracia,
devolviendo la soberanía popular a sus únicos propietarios: los ciudadanos, la
gente.
Desde luego, este
cambio ha de comenzar con el logro de un objetivo básico: una modificación
sustancial de la legislación electoral que permita a los ciudadanos elegir
directamente a sus representantes políticos en distritos unipersonales; es
decir, al #DiputadoDeDistrito
Este
cambio se ha de hacer urgentemente, aunque inicialmente
tendrá solo el alcance que le permite la vigente Constitución. Por ello, el
cambio deberá continuar avanzando incesantemente hasta
que logre su meta final, tras la necesaria modificación sustancial de la
Constitución de 1978.
En todo este proceso la
sociedad civil intensificará cada vez más la presión a los partidos
políticos y propondrá una
eficaz política por objetivos con el fin
de profundizar en la regeneración política y en la auténtica
democratización, acometiendo para ello las reformas que sean necesarias de
nuestra obsoleta Constitución. ¡España tiene que dejar de ser una
partidocracia!. A los partidos inmovilistas que se opongan a esos
objetivos, los ciudadanos tendremos que boicotearlos dejándoles
de votar, porque ya somos mayores de edad políticamente y no
necesitamos ni aceptamos la nefasta tutela de los partidos ni sus listas
cerradas y bloqueadas de candidatos.
Dado el inmovilismo de los partidos,
tanto viejos como "nuevos", se observaLo que si se vislumbra un creciente hartazgo de dos colectivos mayoritarios, los pensionistas y los católicos,
que podrían organizarse para reformar el actual sistema político. Los
pensionistas ya están en pie de guerra. Y lo están porque han
descubierto la trampa que les ha tendido el PP de Rajoy, que en lugar de
congelar las pensiones un año, como hizo el PSOE, las congela permanentemente; eso sí, con el cuento de aumentarlas
anualmente un 0'25 %, a pesar de que el PIB crezca ahora a una tasa del 3,2 % y
de que el coste de la vida aumente un 3 % anual, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo que
sufren los pensionistas.
En cuanto a los católicos, hartos del
pueril anticlericalismo del PSOE y de la perfidia del PP (que
hace exactamente lo contrario de lo que promete en las campaña electorales
sobre los temas que afectan a las convicciones morales cristianas), ya
han tomado nota de que actualmente en España ningún partido importante con
representación parlamentaria va a defender la concepción cristiana de la vida y
de la sociedad, más bien todo lo contrario, porque esos partidos están
ampliamente inspirados por la ideología de género y porque se han acostumbrado
a la corrupción dominante, que es sistémica e institucional, y no solo
personal. Hoy
los católicos no pueden votar gustosamente a ningún partido y,
además, tienen
que ver, indefensos, cómo ciertas minorías atacan o se mofan del humanismo cristiano,
así como de sus ideas y de sus imágenes más queridas.
Ante ese panorama, Benigno Blanco[2] ha concluído lo siguiente:
"No es razonable que una
parte de la sociedad española renuncie a que su voz se oiga en la vida política
española y por eso creo que hay, desde la sociedad civil, que impulsar
plataformas que devuelvan esa voz a las instituciones. En toda Europa y en Estados Unidos se está viviendo este mismo
fenómeno: surgen partidos y líderes
nuevos para dar voz a aquellos que ya no se sienten representados por unas
formaciones políticas que se enquistan en planteamientos viejos, cómodos,
autorreferenciales y políticamente correctos, pero ajenos a las nuevas
sensibilidades y a la necesidad de no tirar por la borda lo mejor de nuestra
tradición cultural y ética".
Ahora, mientras la sociedad civil siga desorganizada y desarmada, la
abstención masiva de los católicos en las elecciones, así como la inhibición de
la mayoría de los votantes pensionistas, podrían cambiar la balanza del poder
político en nuestro país. Pero también la cambiaría decisivamente la
fundación de uno o varios partidos políticos que, de verdad, defendiesen a esos
dos sectores mayoritarios de votantes y que, además, se identificaran con las
aspiraciones y demandas de la mayoría de los ciudadanos.
Entretanto, para que nuestra partidocracia se convierta
en una verdadera y satisfactoria democracia, desde el movimiento Diputado de Distrito seguiremos exigiendo que se instaure el mandato personal, expreso y
concreto, de los votantes sobre sus representantes mediante una reforma de la
Ley Electoral que habilite la elección en circunscripciones uninominales del
#DiputadoDeDistrito
De
momento, en el país políticamente subdesarrollado que es España, la venganza de la mayoría silenciosa
tendrá que esperar, porque todo sigue atado y bien atado por la clase extractiva
que ha configurado la partidocracia avasalladora dominante.
JOAQUÍN
JAVALOYS
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