Como escriben Eduardo Mendieta y Jonathan Vanantwerpen en “El Poder de la Religión en la esfera pública”: Muchas
de nuestras opiniones comunes sobre la religión y la vida pública son
mitos que poco tienen que ver con nuestra vida política o con nuestra
experiencia cotidiana. Por ejemplo, la religión no es ni meramente privada ni puramente irracional. Y la esfera pública tampoco es un ámbito de franca deliberación racional
ni un espacio específico de acuerdos libres de coacción. Sin embargo,
durante mucho tiempo estas han sido las ideas dominantes sobre la
religión y la esfera pública. Y, de hecho, así se sigue predicando y
argumentado en el presente, como si esta visión deliberadamente
deformadora de la realidad, que utilizó la Ilustración, al menos la
parte decididamente anticristiana de ella, fuera algo más que una
soflama panfletaria.
El propio Habermas ha evolucionado desde una posición prácticamente antirreligiosa hacia un reconocimiento de su potencial y significación para la cultura política, si bien bajo una determinada delimitación: Para
que se pueda disponer del potencial capital semántico de las
tradiciones religiosas con el fin de enriquecer la cultura política. Reconozcamos
que la religión no se ha marchitado bajo la presión de la
modernización… Habermas considera las fuentes religiosas del sentido y
la motivación como aliados indispensables para combatir las fuerzas del
capitalismo global, pero recalca la diferencia entre fe y conocimiento.
Considera que siguen siendo fuente importante de valores, fomentan la
solidaridad y el respeto a todos (ob cit p14). Habermas hace el
reconocimiento de lo que aquí, ni el PSOE, ni el Cs, ni Podemos son
capaces de hacer. Pide, eso sí, que se formulen en un idioma secular y con un lenguaje universalmente accesible,
algo que pensamos que es exactamente lo que viene a exponer la doctrina
social de la Iglesia. No es necesario aducir ninguna categoría
metafísica para mostrar su coherencia, adecuación universal.
El daño ilustrado al ser humano por su
destrucción -mejor dicho, intento- del sentido religioso es
extraordinario, pero no es el único. Otro atañe a la desigualdad. La
Ilustración se alzó al grito de la igualdad, pero en realidad era un
tipo de igualdad que poco tenía que ver con la economía y la
redistribución de la riqueza. Todos los philosophes coincidían en que la igualdad era imposible (La Lucha por la Igualdad Gonzalo Pontón Pasado Presente 2016). En la Enciclopedia Diderot escribirá “en la democracia, incluso en la más perfecta, la igualdad entre sus miembros es imposible” La Ilustración en realidad está reservada a unos pocos filósofos, una “iglesia invisible”. Diderot considera que solo
esta pequeña tropa y no la canalla prevalecerá a la larga… y el
populacho es demasiado estúpido, demasiado miserable y demasiado ocupado
como para ilustrarse. Voltaire defiende la libertad, pero le
aterra la igualdad. Los hombres están divididos en dos clases, una la
de los ricos, que mandan, y otra la de los pobres, que sirven… El género
humano, tal y como existe, no puede subsistir sin que haya una infinidad de hombre útiles, que no posean absolutamente nada (p 575, 576). Rousseau en un texto emblemático de la Ilustración y su vástago la modernidad, que mantiene hoy su valor totémico,
El Contrato social, sostiene “Por qué hay que enseñar al populacho. Una
cosa es le Peuple (las clases medias) y otra les vulgaire” (los
comunes) (p 577)
Esta visión ilustrada contrasta con la visión bíblica de la que surge, ya en el Antiguo Testamento, una fuerte y extendida preocupación y prioridad por los pobres, las viudas –la forma más extendida de pobreza femenina- y los huérfanos. Los Salmos son un continuo reiterar de esta idea: (Dios) Para el desvalido será una plaza fuerte, una plaza fuerte en momento de peligro (S9) “Tú eres la ayuda del huérfano (S10). Rotundo: Dice el Señor “Si los desvalidos son oprimidos y gimen los pobres, ahora mismo me levanto; los salvaré si se burlan de ellos (S12). Os reís de las esperanzas del pobre, pero el Señor mismo los ampara”
(14). La constancia en la atención a los pobres y desvalidos recorre
una gran parte de los 150 textos del salterio hasta el penúltimo: “corona el triunfo de los humildes” ( S. 149)
En realidad, y globalmente, la sociedad
teocrática judía en su estructura estamental, era ya más igualitaria que
el resultado de la Ilustración+ industrialización+ mercado, y algo
parecido sucede con la sociedad estamental medieval, la estructura de
gremios protege de manera mucho más eficaz al trabajador de los abusos
del mercado, que la situación del siglo XIX surgida de la Ilustración.
Solo falta leer a Marx (véase por ejemplo Sociología y filosofía social.
Edicions 62,1967, Origens i Desenvolupament del capitalisme p 149 y ss)
para constatarlo
Hay un inmenso engaño histórico en todo esto que solo se está comenzando a deshacer.
Y aún no hemos salido de esta confusión,
cuando una nueva “Ilustración nos amenaza: la de la perspectiva de
género y su confuso y contradictorio, pero eficaz, discurso sobre la
“igualdad” de “géneros”, “orientaciones” “identidades” sexuales. También en este caso se trata de una igualdad tramposa, alejada de la reivindicación histórica cristiana, porque si los philosophes entendían la igualdad, para ellos, los generistas,
radica en privilegios para ellos, como lo constatan las políticas de
género y las leyes LGBTI, las ingentes subvenciones, las recompensas
legales. Nadie se ha parado a contar cuánta gente vive de esto en la
sociedad, las administraciones públicas, las universidades, y para qué
sirve más allá de realimentar bizantinamente su extraña teoría, alcanzar
situaciones de poder y perseguir a sus opositores. Todo eso poco tiene que ver con combatir la desigualdad real. Al contrario, es bien útil para enmascararla. Por eso el Sistema la cuida y alienta.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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