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domingo, 19 de marzo de 2017

EL INCLUSIVISMO DIALÉCTICO

Cuando leo a colegas que -como mi admirado Sánchez Ledesma- además de escribir divinamente ponen un empeño pedagógico en muchos de sus artículos, me quedo tocado de ánima. Hay mucho talento por los periódicos, como lo hay en instituciones educativas y culturales. Qué lástima de productividad, tan rica. Apenas si se notan los efectos de la inmensa tarea que ocupa a escritores, conferenciantes y divulgadores de conocimiento. Conscientes todos de su efímera incidencia en el personal.

No son pocos los comentaristas que aluden con cierta frecuencia al mal empleo de la lengua. Muy especialmente, de un tiempo a esta parte, a eso que se ha dado en llamar "lenguaje inclusivo", una suerte de arbitrario galimatías que consiste en acudir al género femenino pretendiendo -dícese- alertar sobre la dignidad de la mujer, mal tenida en cuenta, según usuarios y recurrentes, por el lenguaje ordinario. El lenguaje inclusivo sería, en la cima de sus pareceres, la perfección del antisexismo idiomático. Sus cultivadores ignoran, de modo sorprendente, consideraciones elementales de la lengua española, pero no hay modo de desalojarlos de su supina ignorancia y lo que es peor, se empieza a notar su influencia. Ya hay curas que dicen "hermanas y hermanos" al dirigirse en sus homilías a los pacientes feligreses.

Para los "inclusivistas", el bellísimo poema de Miguel Hernández, que acoge la frase: "Andaluces de Jaén, aceituneros altivos…" se modificaría en el sentido de reconvertirla en "Andaluces y andaluzas de Jaén, aceituneros y aceituneras altivos y altivas…". Un problema que deja lo de la memoria histórica -histérica, dicen algunos, y no les faltan razones- a la altura del betún. Porque ya no es cosa de pene, vulva, ninguna o ambas cosas, o un poco de cada, sino de liarse con todo el lenguaje y poner patas arriba a prosa, a poesía y a toda clase de hilaturas literarias. Desde las Glosas Emilianenses al Código Civil. Sin evitar las otras lenguas, el "euskara batu" y sus dialectos, el "català unificat" de Pompeu Fabra y los suyos, y el bable, que también tiene su corazoncito. Todos ellos pillados en sus normas, tenidas ahora por sexistas por la progresía multiétnica y la izquierda divina.

Pero qué quieren que les diga. No hay nada que hacer. En los foros de todas las especies y pelajes, el "inclusivismo" avanza como un tsunami. Arrasando a su paso todo atisbo de corrección lingüística y de racionalidad. Por más que nos empeñemos unos cuantos, en resistirnos mansamente a la avalancha.


                                                                     ALBERTO PÉREZ DE VARGAS  Vía EUROPA SUR

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