Cuando leo a colegas que -como mi
admirado Sánchez Ledesma- además de escribir divinamente ponen un empeño
pedagógico en muchos de sus artículos, me quedo tocado de ánima. Hay
mucho talento por los periódicos, como lo hay en instituciones
educativas y culturales. Qué lástima de productividad, tan rica. Apenas
si se notan los efectos de la inmensa tarea que ocupa a escritores,
conferenciantes y divulgadores de conocimiento. Conscientes todos de su
efímera incidencia en el personal.
No son pocos los comentaristas que aluden con cierta
frecuencia al mal empleo de la lengua. Muy especialmente, de un tiempo a
esta parte, a eso que se ha dado en llamar "lenguaje inclusivo", una
suerte de arbitrario galimatías que consiste en acudir al género
femenino pretendiendo -dícese- alertar sobre la dignidad de la mujer,
mal tenida en cuenta, según usuarios y recurrentes, por el lenguaje
ordinario. El lenguaje inclusivo sería, en la cima de sus pareceres, la
perfección del antisexismo idiomático. Sus cultivadores ignoran, de modo
sorprendente, consideraciones elementales de la lengua española, pero
no hay modo de desalojarlos de su supina ignorancia y lo que es peor, se
empieza a notar su influencia. Ya hay curas que dicen "hermanas y
hermanos" al dirigirse en sus homilías a los pacientes feligreses.
Para los "inclusivistas", el bellísimo poema de
Miguel Hernández, que acoge la frase: "Andaluces de Jaén, aceituneros
altivos…" se modificaría en el sentido de reconvertirla en "Andaluces y
andaluzas de Jaén, aceituneros y aceituneras altivos y altivas…". Un
problema que deja lo de la memoria histórica -histérica, dicen algunos,
y no les faltan razones- a la altura del betún. Porque ya no es cosa de
pene, vulva, ninguna o ambas cosas, o un poco de cada, sino de liarse
con todo el lenguaje y poner patas arriba a prosa, a poesía y a toda
clase de hilaturas literarias. Desde las Glosas Emilianenses al Código
Civil. Sin evitar las otras lenguas, el "euskara batu" y sus dialectos,
el "català unificat" de Pompeu Fabra y los suyos, y el bable, que
también tiene su corazoncito. Todos ellos pillados en sus normas,
tenidas ahora por sexistas por la progresía multiétnica y la izquierda
divina.
Pero qué quieren que les diga. No hay nada que hacer.
En los foros de todas las especies y pelajes, el "inclusivismo" avanza
como un tsunami. Arrasando a su paso todo atisbo de corrección
lingüística y de racionalidad. Por más que nos empeñemos unos cuantos,
en resistirnos mansamente a la avalancha.
ALBERTO PÉREZ DE VARGAS Vía EUROPA SUR
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