Los líderes de los países con mayor peso de Europa se reúnen en el palacio francés como preparación previa a la cumbre de final de semana. Nuestro país acude por derecho pleno
Mariano Rajoy es recibido por Angela Merkel en Berlín, el pasado noviembre (EFE)
Tras una legislatura en la que España acentuó su pérdida de influencia en la esfera comunitaria, lastrada por el rescate a la banca y su condición de “deudora” de sus socios, Rajoy ha sido invitado a volver a ocupar un lugar entre los países con mayor relevancia dentro del bloque comunitario.
La reunión con el saliente presidente francés, François Hollande; la canciller alemana, Angela Merkel; y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni; no podría llegar en un momento más adecuado. Servirá comouna primera toma de contacto entre los cuatro grandes países días antes del encuentro que mantendrán con el resto de líderes de los Veintiocho este jueves y viernes en Bruselas. Una cita en la que existe la expectativa de que la “premier” británica, Theresa May, oriente a sus socios sobre la fecha exacta de este mes en la que finalmente invocará el artículo 50 de los Tratados comunitarios, dando comienzo así a las negociaciones para la salida de Reino Unido de la UE.
El Brexit es la razón de ser de este nuevo grupo a cuatro. El abandono de la segunda economía del club comunitario ha obligado, tras años de estrategias a salto de mata para tratar de mantener la cabeza fuera del agua durante las sucesivas crisis, a que los países se planteen la cuestión del futuro de Europa. El modelo está agotado tras sesenta años de integración y expansión sostenidas, articuladas bajo el principio de “más Europa”, con mucha economía y poca política. Con los populismos al acecho, la economía tocada, la crisis de legitimidad en la que se encuentran las instituciones comunitarias y el deterioro de los valores europeos (con los casos extremos de Polonia y Hungría), empuja a los cuatro a tomar el timón.
Marzo va a ser un mes decisivo para encaminar a los Veintisiete a un nuevo modelo sin Reino Unido. Comenzó con la presentación el pasado día 2 de el “Libro Blanco sobre el Futuro de la Unión Europea”, con el que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha tratado de obligar a los Estados miembros a encarar el debate sobre su porvenir. El documento propone, en líneas muy generales, cinco escenarios para una Unión Europea sin Reino Unido: continuar como ahora, acotar la Unión al mercado único, una UE a varias velocidades, otra en la que el bloque haga menos pero mejor y finalmente la opción de avanzar hacia el federalismo.
A finales de mes, el 25 de marzo, los líderes europeos volverán a reunirse en Roma con motivo del sesenta aniversario de la firma de los tratados fundacionales de la Unión Europea. Un encuentro que se espera que transcienda lo simbólico de la efeméride y sea un primer paso a Veintisiete, dado que la cita se celebrará sin Theresa May y para entonces debería haber sonado el pistoletazo de salida de los dos años de negociaciones que culminarán en el Brexit.
Varias velocidades
La Cumbre de Versalles es, de facto, un reconocimiento de lo que Hollande ha defendido de manera clara en numerosas ocasiones: la necesidad de una Unión Europea a dos o más velocidades, que en la práctica es más o menos lo que viene sucediendo desde hace ya un tiempo. Merkel también se ha mostrado partidaria de esta opción. Se trata de permitir que aquellos países que deseen avanzar hacia una mayor integración en asuntos concretos -por ejemplo, en materia de seguridad, defensa o fiscalidad- puedan hacerlo, dejando al margen a aquellos socios que se oponen. Eludir los bloqueos, que tantas veces ha protagonizado precisamente Reino Unido (aunque también Francia y Alemania en sus respectivas áreas de interés).
El formato a cuatro -que ya estrenaron Hollande, Merkel, Gentiloni y Rajoy el pasado mes de noviembre durante la gira de despedida del ex presidente estadounidense Barack Obama- no quiere decir que Alemania, Francia, Italia y España vayan a conformar un grupo separado del resto de sus socios. Pero sí muestra una voluntad de liderazgo desde la Europa occidental que había quedado un tanto relegada desde que la llegada al poder de Hollande debilitara el eje franco-alemán y que supone un formato más amplio que el triunvirato formado puntualmente con el ex primer ministro italiano, Matteo Renzi.
También permitirá contrarrestar de manera más eficaz a otros cuatro países de menor calado que no obstante han cobrado una gran relevancia en los últimos tiempos: Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia. La crisis de refugiados ha permitido al conocido como Grupo de Visegrado dejar clara su independencia de la tradicional influencia que mantenía Alemania sobre ellos. Y revelarse como unos vecinos incómodos. Como muestra un botón: en un movimiento inaudito, el ultraconservador Gobierno polaco ha retirado este sábado su apoyo a su conciudadano y rival político, Donald Tusk, al anunciar que presentará otro candidato para relevarle al frente del Consejo Europeo. La maniobra ha provocado reacciones inmediatas en Bruselas. El presidente del Partido Popular Europeo (PPE), el alemán Manfred Weber, ha dejado claro el apoyo de su grupo a Tusk y ha advertido al nuevo candidato polaco, el eurodiputado Jacek Saryusz-Wolski, que si no renuncia a postularse será expulsado de sus filas.
Más allá de sus afinidades -que podrían saltar por los aires si Marine Le Pen lograra imponerse en las próximas presidenciales galas-, Alemania, Francia, Italia y España son además los países que más peso tienen en el Consejo de la Unión Europea, la institución que representa a los Estados miembros en Bruselas, gracias al tamaño de su economía y de su población. Una coordinación inteligente entre ellos podría sacar a la Unión Europea del impasse en el que se encuentra. Aunque, por el momento, no hay garantías de ello.
MARÍA TEJERO MARTÍN Vía EL CONFIDENCIAL
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