No sabemos definir
qué es la Modernidad en la que vivimos. Lo intentó explicar desde una
izquierda educada Noam Chomsky, y lo consiguió Augusto Del Noce. ¿Pero
lo saben los rebeldes de hoy?
Está de moda hablar de un
“nuevo” orden mundial, y por tanto también de uno “viejo”. ¿Pero qué es
eso? En sus obras no estrictamente lingüísticas, Noam Chomsky ha
mostrado cómo la libertad, en Estados Unidos y en los países que siguen
su modelo social y económico, subsiste en parte gracias a los límites
tácitos que se le imponen.
La libertad individual,
que sigue siendo la gran virtud y el principal aliento de nuestro
sistema político (teóricamente y por ahora), no es completa, ya que
existen intereses y poderes ajenos a la democracia y su necesaria
premisa, la transparencia. Por otra parte, ese análisis simple, que a
duras penas vale para el Nuevo Mundo, se complica hasta la explosión si
hablamos de Europa. La complicada Europa, sobre todo si pretendemos
encorsetarla en las premisas inquisitoriales de cualquiera de las ideologías/religiones aún vivas.
La
cultura de nuestra época alimenta el consenso apriorístico en torno a
los gobernantes, y, lo que es más importante, en torno a los valores
presentados como dominantes. Chomsky, hombre de izquierdas, fundamentó
su análisis en los mecanismos sociales de producción de la voluntad
general, en el mundo occidental contemporáneo.
Este lingüista, judío y
de formación marxista, descubrió más de una vez, con mayor detalle según
avanzó en sus libros, lo que Antonio Gramsci había anticipado y los
totalitarismos aplicado en los siglos XX y XXI: las masas pueden ser
conducidas a gobiernos autoritarios con enorme facilidad, y del dominio
del lenguaje se deriva un control absoluto de la cultura y, al cabo, de
la política.
¿Qué es la modernidad?
Por eso uno se
queda con la duda de qué habría pasado si Chomsky si hubiese leído a
Augusto Del Noce, lo que probablemente no hizo. Encuentro nos ofrece
ahora, en su primera traducción española –‘Modernidad. Interpretación
transpolítica de la historia contemporánea’-, dos ensayos del filósofo
italiano que responden en gran medida a las inquietudes de fondo de
nuestro tiempo –esas que no llegan a las masas, pero sí llegan a
adversarios políticos capaces de reflexionar sin prejuicios, como
Chomsky-.
En suma: ¿qué es la
modernidad? ¿Es reversible? ¿Es la antimodernidad una mirada imposible,
nostálgica, llorona, a un pasado que no volverá, es otra cara de la
misma modernidad, o es una mirada al futuro?
La modernidad no
deja de ser el triunfo de ciertos valores y su vertebración a través de
diversos sistemas de pensamiento y de gestión política. Del Noce en eso,
sin ningún pudor, explicó que tan moderno es el liberalismo y su
versión democrática –materialistas, individualistas, inmanentistas- como
el socialismo marxista –materialista, colectivista, inmanentista- pues
niegan el valor de la trascendencia, de lo espiritual, de la comunidad,
del sacrificio o del heroísmo.
Son dos caras de la misma moneda, o ni siquiera eso.
Del Noce fue más allá, y
consideró al mismo antimodernismo, en todas sus versiones, como otra
rama del mismo árbol, opuesta a las otras pero en suma parte del mismo
tiempo. Mirar al pasado anterior para aprender de la naturaleza humana
sí, peor pretender su restauración es colocarse fuera del mundo, una
enfermedad bien extendida; e incluso los fascismos, aunque hicieron
posible una respuesta completa y rompedora, en la práctica y en gran
medida fueron también modernos, o vivieron en esa tensión (y cita, con
no poco humor, la confluencia de los chicos de Bottai y de Primato con
los herederos de Ordine Nuevo y de Gramsci en la gestión de décadas dela
izquierda italiana).
Una gran lección que el filósofo puede dar
al político y al historiador es esta: que lo que haya de venir no será
“contra” o “antes” de la modernidad, sino “desde” ella, superándola
quizás pero arrancando de ella sin cerrar los ojos a la naturaleza
humana pero tampoco a lo vivido por nuestras comunidades o las que las
sustituyan.
Este proceso de
disolución no legitima como respuesta real una antimodernidad que niegue
los hechos, de hecho esa no-respuesta sólo contribuiría a alargar y
agravar lo que los dos o más filos de la modernidad hacen. En España hay
unos cuantos, no muchos ni muy importantes pero sí muy obnubilados, que
tendrían que leer este ensayo, barato chez Encuentro por lo demás.
La importancia del "otro" político
Augusto
del Noce vivió el inicio de este cambio de época. No pudo prever, ni
quiso hacerlo, cuál será nuestra salida, pero sí por dónde no ha de
venir… Él afirma que la naturaleza humana no cambia, y que por tanto
vivimos unatransformación, irreversible, pero no permanente. No se puede
actuar como si la modernidad o parte de ella no hubiese sucedido. Pero
tampoco como si fuese a ser eterna.
Leer a Chomsky refuerza esta
explicación con un hecho innegable: el consenso político se ha visto
siempre enormemente facilitado con la existencia, siquiera dialéctica,
de un “otro”, un rival. Occidente vivió, en este sentido, tras el fin de
la U.R.S.S. y el vaciamiento de su supuesto anterior anticomunismo, una
sutil crisis política, a la búsqueda de un enemigo. De este modo,
persiste un anticomunismo casi sin comunistas, y nuestra democracia
liberal-capitalista estuvo buscando, en su pasado, o en sus
proximidades, una amenaza. ¿Le bastarán los islamistas, necesitará
reinventar una Rusia malvada..? O simplemente, el castillo se caerá y de
sus ruinas otra cosa surgirá. ¿O está surgiendo ya, con Del Noce ya
muerto?
Tal vez la mayor enseñanza del libro sea que sería más
honesto mostrar nuestro sistema tal y como es, con sus verdaderas
relaciones de poder y su correspondiente elenco de debilidades. Como
dijo en su momento Alessandro Bedini, lo primero que hay que hacer es
recuperar espacios de libertad de tipo comunitario. Hacer política
pensando sólo en el poder, o afirmar valores sin hacerlos vivos en
pequeñas y grandes comunidades, no sería respuesta suficiente. Por eso
también, el modelo italiano de política y de pensamiento, explicado por
Del Noce, ayuda a entender esa acción desde la base que a veces
desespera a los que quieren "respuestas ya”, sin darse cuenta que nada más moderno hay que esa prisa de ellos.
PASCUAL TAMBURRI Vía LA GACETA
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