Al tiempo que sube Le Pen también lo hace el índice que calcula la incertidumbre económica francesa, situándose en máximos históricos: a los empresarios galos no les llega la camisa al cuello
El ‘establishment’ vaticina que Marine Le Pen pasará el primer corte pero después caerá en la segunda vuelta de las presidenciales. Más que un pronóstico es un deseo, por eso de no ver a la ultraderecha en el poder y porque no tienen un plan para ese escenario. Nadie lo tiene.
“Primero se especuló sobre la posibilidad de Manuel Valls, luego se aseguró que ganaba Juppé, posteriormente llegó Fillon y ahora dicen que sí, que Macron será el próximo presidente de la República francesa. En fin… estamos como para creérnoslo”, comenta con retintín un importante empresario español con intereses en aquel país.
Después del ‘Penelopegate’ y el atentado terrorista de Westminster, las opciones de victoria del Frente Nacional han subido hasta el 36%, 10 puntos más que 24 horas antes, según las casas de apuestas consultadas por Bloomberg. Es como si los acontecimientos quisieran dar un empujón a Le Pen en sus aspiraciones para convertirse en el vigésimo quinto presidente de Francia. Nunca antes le habían concedido tantas posibilidades de ganar.
Pero al mismo tiempo que sube Le Pen también lo hace el índice que a los empresarios galos no les llega la camisa al cuello.
¿Y si Le Pen hace posible lo imposible y se convierte en la nueva inquilina del Elíseo? ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Qué está ocurriendo ya?
Sí, es cierto, no queramos vender una Francia distópica de película de ciencia ficción. Para que ganara el Frente Nacional, se tendría que dar una desmovilización de los votantes anti-Le Pen y una caída sin precedentes en la tasa de participación, cosa poco probable. Aun así, resultaría difícil, por no decir imposible, imaginar que pudiera cruzar el umbral del 50%. En todos los escenarios, le faltarían entre dos y tres millones de votos. Demasiados votos.
Los partidarios de Le Pen podrían apelar a los precedentes más inmediatos para argüir que estos cálculos son erróneos y que, como sucedió en Estados Unidos y Reino Unido, los sondeos volverán a fallar. No parece que vaya a ser el caso. Tanto Trump como el movimiento Brexit eran fenómenos relativamente nuevos y, por ende, bastante difíciles de cuantificar. El Frente Nacional, en cambio, cuenta ya con cierto historial a sus espaldas.
Pero pongámonos en ese escenario que nadie quiere ver, en la piel de ese empresario con intereses en Francia que se muestra escéptico con el futuro del país y reniega de los analistas después de que estos hubieran vaticinado la victoria de Juppé, luego de Fillon y ahora, a falta de más candidatos, de Macron. ¿Y si Le Pen hace posible lo imposible y se convierte en la nueva inquilina del Elíseo? ¿Qué consecuencias económicas tendría? ¿Qué ocurriría? ¿Qué está ocurriendo ya? El francés Christopher Dembik, responsable de macro de Saxo Bank, da las claves en un informe del 23 de marzo:
1.- Especulaciones con la deuda soberana francesa. El volumen de deuda negociada se disparó en enero hasta alcanzar los 236.100 millones de euros, lo que supone un aumento del 40% respecto a la media mensual de 2017.
2.- Caídas del CAC-40. El índice de la bolsa francesa ha tenido un peor rendimiento que los del resto de Europa desde comienzos de año. El economista de Saxo Bank vaticina una fuerte caída del CAC si Le Pen sale reforzada en la primera ronda de las presidenciales.
3.- Escalada de la prima de riesgo. El ‘spread’ (diferencia de rentabilidad) del bono francés respecto al bund alemán a 10 años sube hasta los 80 puntos básicos, su nivel más alto desde 2012. Hace escasas fechas, se situaba alrededor de los 20 puntos.
4.- Aumento de los seguros contra riesgo de impago. Los CDS ('credit default swap') franceses cruzan el nivel de los 70 puntos básicos cuando a finales de enero se situaban en los 40.
Quienes luchan por las estructuras del Estado del bienestar corren el riesgo de que, cuando estas se derrumben, queden enterrados bajo los escombros
Con un ojo puesto en los sondeos y el otro en los informes económicos, socialistas, republicanos y liberales apelan a la ‘grandeur’ francesa y a unos valores atávicos para frenar a Le Pen, sin percatarse de que “aquellos que más esforzadamente han luchado por mantener en pie las estructuras del Estado del bienestar empiezan a correr el serio peligro de que, cuando estas se desmoronen, sean sus cuerpos los primeros en quedar aplastados bajo los escombros” (Manuel Cruz, ‘El ojo del halcón’, Arpa Editores).
El simple hecho de tildar de populistas a las formaciones emergentes, de acusarlas de engañar a los ciudadanos con medidas simplistas para asuntos que requieren de soluciones complejas, deviene estrategia vana en tanto en cuanto, como señalaba en este diario Guillermo Fernández, investigador de la Complutense especializado en comunicación política, estos candidatos, “en lugar de tratar de entender qué es lo que está pasando para que el Frente Nacional logre el 25% de los votos, prefieren adoptar un lenguaje moral”.
El mercantilismo de nuestros empresarios y la miopía de nuestros políticos impiden ver que el tejido de vínculos sociales que mantenía unida a nuestra sociedad ha sido desgarrado por completo. Las desigualdades han aumentado y la clase media ha ido menguando hasta convertirse en marginal y sin representantes. La socialdemocracia ha dejado de ser el referente de esta clase social, de ahí su hundimiento. Europa, con Francia y España incluidas, requiere de un nuevo contrato social que frene el populismo. Mientras esto no ocurra, Le Pen seguirá aupada a lo más alto de las encuestas.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
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