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viernes, 17 de marzo de 2017

RELIGIÓN Y ESFERA PÚBLICA EN ESPAÑA


Es una ley no escrita que cuando el PSOE se encuentra en dificultades o necesita llamar la atención ataca alguna faceta de la Iglesia. Es algo no duradero, pero, ciertamente, la reiteración acaba por dejar un poso. Uno de sus resultados ha sido que el grupo de cristianos socialistas, que llegaron a tener un cierto protagonismo, más puertas a fuera que dentro de la organización. Rodríguez Zapatero, el presidente que descuajeringo este país, bordaba este tipo de abordajes.

Podemos, a diferencia del PSOE, siempre mantuvo una actitud más contenida, cuidando el voto católico socialmente comprometido. Era una seña de identidad que lo diferenciaba de Izquierda Unida y expresaba su vocación de gran partido.

Después de Vistalegre 2, todo eso ha cambiado, y su mimetización con la organización postcomunista es cada vez mayor. Y en esta transformación se incluye la fijación contra lo católico, con alguna primera salida desafortunada incluso desde su propio interés electoral. No parece una gran idea prohibir el servicio religioso por la TV, que además de privar a las religiones minoritarias de uno de sus pocos altavoces, se carga una asistencia que tiene como beneficiarios a enfermos e impedidos, en el caso de la Eucaristía y, todavía peor, si pocos días después se opone en nombre de la libertad a la sentencia del Tribunal Europeo, que acepta que las empresas puedan limitar o impedir el uso de símbolos religiosos entre sus empleados, muy centrado en el pañuelo musulmán, pero que también atañe a la cruz y a le kipá judía. ¿Esa misma libertad para los símbolos religiosos que defiende en la empresa privada no ha de ser idénticamente sostenida en la esfera pública, de un servicio de todos como es la TV? Un mal pensado podría llegar a la conclusión de que lo que hace Podemos es defender la identidad musulmana, que es, sobre todo, quien tiene el problema, y atacar la cristiana, a la que se centra en la Televisión. No pensamos así, pero sí que queremos observar que sus puntos de vista son sectarios y pertenecen a otra época.

Pablo Iglesias y sus compañeros harían bien en leer al actual Habermas, que no es sospechoso de simpatías religiosas, y sí como postkantiano, de pretender la racionalidad.


Habermas considera las fuentes religiosas del sentido y la motivación como aliados indispensables para combatir las fuerzas del capitalismo global, pero recalca la diferencia entre fe y conocimiento. Siguen siendo fuente importante de valores que nutren la ética de la ciudadanía multicultural y fomentan la solidaridad y el respeto a todos.

La posición inicial de Habermas, 1970-89/90, Teoría de la secularización occidental (Habermas y la religión Michael Reder y Josef Schmidt) en el debate sobre la secularización de las décadas de los setenta y ochenta, era la de considerar que, en los países occidentales, la modernización y la individualización iban a relegar a la marginalidad a las religiones. Habermas participó de este criterio hasta la mitad de los ’90. Trata poco el tema y cuando lo hace es bajo el concepto de la secularización. En su Teoría de la Acción Comunicativa, 1981 (cátedra Madrid 1989) considera que con el advenimiento de la sociedad democrática moderna la autoridad de lo sagrado se ve sustituida por la autoridad del consenso (Vol. 2 pág. 118 de la versión alemana). Pero, incluso en este periodo, en una fecha como 1978 escribe, con motivo del ochenta cumpleaños de Gershom Acholen: “Entre las sociedades modernas solo aquella que pueda introducir contenidos esenciales de las tradiciones religiosas -que salen de lo meramente humano en los recintos de lo profano- podrán salvar también la sustancia de lo humano (Politik, Kunst, Religión, Essays, über zeitgenóssische Philosophen. Sttugard 1978).

En su posición actual, Habermas considera que las sociedades modernas deben implicarse en la perpetuación de las religiones y buscar un diálego constructivo con ellas.

En el debate con Ratzinguer recalca que las decisiones democráticas siempre remiten a las caracterizaciones éticas previas de los ciudadanos. La democracia depende de actitudes morales que proceden de fuentes propilíticas, por ejemplo, de los proyectos religiosos.

En definitiva, desde la racionalidad, la región, especialmente la tradición cristiana, aparece como un fundamento de la democracia y de la justicia. Haría bien Pablo Iglesias y sus gentes en meditar sobre eso antes de sumergirse en una visión reaccionaria de la realidad propia del siglo XIX.



                                                                                                   EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

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