Translate

lunes, 12 de noviembre de 2018

DIÁLOGO CON CONDICIONES




Esta semana ha sido noticia, una muy buena noticia, la absolución a Asia Bibi del cargo de blasfemia que se le imputaba. 

Esta joven mamá paquistaní lleva ocho años en la cárcel, en régimen de aislamiento, y no para castigarla aún más, sino para protegerla de las amenazas de los musulmanes fundamentalistas de su país. 

De hecho, en este tiempo en Paquistán, más de doscientos cristianos han sido asesinados por falsas acusaciones de blasfemias, que en muchos casos sólo tenía como objetivo quitar de en medio a un competidos o quedarse con sus bienes. Asia Bibi necesitará asilo político fuera de Paquistán y aún así su vida y la de su familia estará siempre en peligro. Es probable que también tengan que huir los jueces que la han absuelto, porque también ellos han sido amenazados.

Este caso trae a la actualidad otros muchos de los que no se habla nunca. Por ejemplo, lo que está pasando en China. Incluso tras el misterioso acuerdo entre el Gobierno chino y el Vaticano, sigue la represión y esta semana han sido destruidos dos santuarios marianos. Muchos se preguntan para qué ha servido entonces el acuerdo, si la consecuencia es más persecución.

Pero no sólo son los países islámicos o China los que acosan a los cristianos. También en India se sufre la persecución, en este caso a manos de los hinduistas. O en Sri Lanka, a manos de los budistas. O en Nicaragua, Venezuela y Cuba, a manos de los comunistas, como ha denunciado monseñor José Báez, el valiente obispo auxiliar de Managua que ha plantado cara al régimen sandinista de Ortega. Por no hablar de la persecución cruelísima que padecen los seguidores de Cristo en las naciones del centro de África. En total, se estima que 235 millones de cristianos son perseguidos por su fe.

Ante esto, las naciones occidentales se muestran totalmente indiferentes. No les preocupan, más allá de la retórica vacía, la defensa de los derechos humanos -uno de los cuales es la libertad religiosa- si pueden hacer negocio con los países que incumplen esos derechos. Si China ofrece productos baratos o si hay petróleo que consumir, es lo que realmente cuenta. Aunque quizá esa indiferencia se deba a que en esos mismos países se mira al cristianismo con hostilidad y se le ponen todas las dificultades posibles. 


Porque, aunque no lo parezca, también en las naciones de amplia mayoría cristiana se vive no una persecución, pero sí un hostigamiento y acoso a los que tienen fe, sobre todo a los católicos. Es una política suicida, pues están erosionando sus raíces mientras acogen sin discernimiento a multitud de musulmanes, muchos de los cuales no tienen ninguna intención de integrarse en la sociedad que tan generosamente les recibe.

Por parte de la Iglesia, la respuesta a la persecución es el diálogo. No puede ser de otra manera, pues no vivimos en una época en la que el Papa pueda decretar una cruzada o coaligar ejércitos como los que derrotaron a los turcos en 1571, en la batalla de Lepanto. El diálogo es imprescindible, pero ni puede ni debe ser un diálogo sin condiciones. Hay que pedir reciprocidad. Si se pueden construir mezquitas en Occidente, se deben poder construir iglesias en los países islámicos. Si se pueden convertir al islam en Europa, los musulmanes deben poderse convertir al cristianismo sin que se jueguen la vida por ello. Sin esto, el diálogo no es tal, sino que se convierte en entreguismo.

Pero aún es más grave lo que hace el conjunto de los católicos: la indiferencia. A veces, cuando alguna noticia espectacular llena los informativos -como las cabezas de niños cristianos clavadas en estacas en aquella plaza de Mosul, en Irak-, nos sobrecogemos y hasta rezamos un poco, pero enseguida los olvidamos. Todos los días deberíamos rezar por los cristianos perseguidos. Si les abandonamos, si les olvidamos, no sólo cometeremos una injusticia para con ellos, sino quizá estaremos sembrando nuestro propio futuro, pues lo que hoy sufren ellos lo podemos sufrir mañana nosotros y, probablemente, sin dar la respuesta heroica que ellos están dando.


                                       
                                                 SANTIAGO MARTÍN  Vía Católicos ON LINE


No hay comentarios:

Publicar un comentario