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miércoles, 14 de noviembre de 2018

¿GOBIERNO PSOE-Cs?

Dos encuestas señalan que en caso de nuevas elecciones no habría mayoría ni de izquierdas ni de derechas, pero que una alianza PSOE-Cs superaría los 180 escaños





En una cosa se parecen la política catalana y la española: es difícil saber no solo lo que pasará a medio plazo sino también a corto. A primeros de octubre, el 'president' Torra dijo que romperían con el Gobierno Sánchez si antes de fin de mes no había un gesto claro con los presos y no empezaban las negociaciones para un referéndum de autodeterminación. Ahora —tras la apertura del juicio oral y la acusación de rebelión de la Fiscalía—, el independentismo dice que no votará los Presupuestos (tiendo a creerlo) pero se prepara una reunión entre Torra y Pedro Sánchez cuando este celebre un Consejo de Ministros en Barcelona a finales de diciembre.

Incluso Elsa Artadi ha lanzado la curiosa idea de una reunión conjunta de los dos gobiernos. Nada de convocar una gran manifestación contra la presencia del Gobierno español en Cataluña, que sería lo lógico para un radical como Torra que pide a la CUP que marque el camino.

Vamos a Madrid. Hace unos días, Pablo Casado dijo que el presidente del Gobierno era cómplice de “los golpistas” y Pedro Sánchez reaccionó rompiendo relaciones con el líder de la oposición. Poco nos podíamos imaginar que a las tres semanas el PP y el PSOE llegarían a un pacto para renovar puntualmente el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) —demasiadas veces, la renovación de organismos que necesitan consenso como el CGPJ y el Constitucional se habían demorado mucho— y menos que el PP renunciaría alegremente a la mayoría (que ahora tiene) a cambio de que el PSOE aceptara que el Supremo lo presida Manuel Marchena, el presidente de la Sala de lo Penal al que se considera inspirador de la severa instrucción contra los independentistas catalanes. ¿Es una poco ortodoxa 'patada hacia arriba'? En todo caso, el pacto para renovar en tiempo y forma al CGPJ es positivo, porque quizás indique que la máxima crispación entre los dos grandes partidos no es una enfermedad incurable.

¿Puede España estar gobernada durante cuatro años por un pacto inestable del PSOE y Podemos con los independentistas?

Con esta salvedad, que la política española es muy poco previsible, conviene preguntarse por las alianzas políticas que permitirán gobernar España en el futuro. El Gobierno actual en minoría durará todo lo que pueda, pero tiene una fecha límite: primeros de 2020. ¿Luego, qué? Algunos analistas (ver el artículo de Ignacio Varela en El Confidencial) barajan la posibilidad de una coalición Frankenstein (calificación que viene de Rubalcaba) basada en la alianza del PSOE con Podemos, el PNV y los independentistas catalanes. No lo veo muy probable, porque es difícil que los secesionistas voten los Presupuestos y porque mientras sigan siendo inmediatistas y maximalistas no pueden formar parte de una mayoría estable de gobierno.

Pero es cierto que dos recientes encuestas, publicadas con ocho días de diferencia y realizadas por institutos diferentes para 'El Periódico de Cataluña' y 'La Vanguardia', avalan e incluso refuerzan tal posibilidad. En ambas encuestas, el PSOE ganaría las elecciones con 109 diputados y un 25-26% de los votos (coincidencia total). Y Pedro Sánchez es el líder mas valorado. Pero, en ambas, la suma del PSOE y Podemos no pasa de los 157-159 diputados, por lo que no podría formar mayoría sin recurrir a los independentistas, ya que la mayoría absoluta requiere 176 escaños.

Y en ambas encuestas el PP, con 93 o 92 diputados, y Cs, con 75 (aunque muy cercanos en porcentaje), se quedan en 167 o 168 y tampoco llegan a la mayoría absoluta. Si partimos España en derecha e izquierda, lo que no es toda la verdad, hay un empate. La derecha suma un 43,1% ('El Periódico') o un 44,2% ('La Vanguardia)' y la izquierda un 41,4% ('El Periódico') o un 43,2% ('La Vanguardia'), pero ningún bloque llega a los 176 diputados. Si unimos la izquierda a los independentistas, sale mayoría. Si unimos Vox a la derecha no hay mayoría, pero se acerca.

¿Es pues inevitable una España polarizada, cuatro años más, entre derecha e izquierda, lo que comportaría un casi inevitable —y poco conveniente— incremento de la crispación y la polarización? El todo a la derecha (con Vox) no suma (al menos todavía) y en todo caso provocaría una gran fractura social. El todo a la izquierda (con los independentistas) no favorece una gobernación tranquila. Al menos, mientras los independentistas no revisen sus postulados y vuelvan (si vuelven) al catalanismo. Y tiene también otras contraindicaciones, porque Podemos escoraría demasiado hacia la indisciplina la política económica de una de las primeras economías de la UE (aunque es cierto que algo más grave está pasando ya en Italia).

Tras las próximas elecciones, Rivera puede ser clave, pero ahora solo quiere adelantar al PP en Andalucía, y ello exige atacar al PSOE


Pero esta polarización no es inevitable, porque en ambas encuestas una alianza de centro-izquierda (PSOE más Cs) tiene mayoría matemática, unos 184 diputados. En Europa, las coaliciones de centro-izquierda tienen muchos precedentes y Pedro Sánchez y Albert Rivera la intentaron a primeros de 2016, pero entonces no tenían mayoría y Pablo Iglesias la vetó.

En ambas encuestas, ahora Pablo Iglesias no la podría vetar, pero ni Albert Rivera ni Pedro Sánchez parecen quererla. Rivera acaba de declarar a 'El País' que Sánchez (diferencia entre Sánchez y “lo que quedaría del PSOE”) no es constitucionalista. No llega a calificarle de cómplice de “los golpistas”, pero… Y proclama además que “Pedro Sánchez ha quemado todos los puentes con Cs”.
En realidad, fue Rivera el que —desconcertado y damnificado por la moción de censura y el Gobierno 'bonito' Sánchez-Grande Marlaska— ha intentado derribarle y forzarle a convocar elecciones anticipadas. Y a Sánchez ya le vale el ataque de Rivera para recuperar electores de Podemos e intentar una apertura al centro sin ataduras con Grande-Marlaska y Nadia Calviño. Pero ¿pensarán ambos lo mismo si dentro de seis o 14 meses se dan los resultados de las encuestas de 'El Periódico de Cataluña' y 'La Vanguardia'?


Pedro Sánchez y Albert Rivera, en el Congreso. (EFE)
Pedro Sánchez y Albert Rivera, en el Congreso. (EFE)

Dependiendo de los independentistas, Pedro Sánchez puede desinflamar, pero no favorecerá su evolución. Y con Iglesias de vicepresidente (que es diferente a aspirar a ser vicepresidente) la economía española correrá riesgos suplementarios a los que ya perfilan tanto la desaceleración económica mundial como el posible contagio italiano. Lo más relevante es quizá que, en una política de frente contra frente, no podrá avanzar en el espinoso desbloqueo de la crisis catalana.

Claro, si Rivera no modifica sus coordenadas, Sánchez estará condenado a seguir la apuesta Frankenstein. Mucho dependerá pues de la actitud de Rivera. Pero el líder de Cs está hoy por hoy en otra batalla. Primero quiere llegar delante del PP en Andalucía, porque entonces sería posible penetrar más en el electorado del PP y —¿quién sabe?— competir con el PSOE por ser el primer partido. Luego tiene que ver lo que da la alianza con Macron en las elecciones europeas. Pero algún día deberá definirse. ¿Optará por hacer de Cs un partido liberal de centro —como Macron o en tiempos el FDP alemán— o querrá seguir siendo un partido que se alimente de la coyuntura —en Cataluña le tocó la lotería con la radicalización del nacionalismo— y que aspire al mismo tiempo a competir con Vox y a atraer a las clases medias urbanas de signo centrista?

A España le convendría que Rivera se asentara en posiciones más sólidas, menos nerviosas. Pero el líder de Cs prioriza crecer a toda costa. En parte es lógico, pero hay teatralizaciones peligrosas que le pueden acabar pasando factura. En todo caso, cree que lo primero es vencer al PP en Andalucía. Y el método es dar mucha leña al PSOE.


Todo lo otro llegará —si llega— en otro momento. Y como la política española es imprevisible, puede que Rivera tenga su parte de razón.


                                                                                      JOAN TAPIA   Vía EL CONFIDENCIAL

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