La agenda internacional del presidente se ha convertido en la excusa de Sánchez y Susana Díaz para correr un tupido velo sobre sus diferencias
Susana Díaz y Pedro Sánchez en el Comité Director del PSOE en Sevilla. (EFE)
Ante el comité electoral del PSOE habló el lunes pasado por primera vez Iván Redondo. El 'alter ego' del presidente sigue siendo un cuerpo extraño entre los dirigentes
con raíces en el partido. Cuando Adriana Lastra le dio la palabra (en
ausencia del ministro Ábalos, que preside el comité), informó de que la
agenda internacional de Pedro Sánchez no le permitirá participar tanto como quisiera en la campaña andaluza.
En solo dos mítines de apoyo a la candidata socialista está prevista la presencia del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Uno el 18 de noviembre en Chiclana (Cádiz) y otro el 25 de noviembre, en Marbella (Málaga). Lo más probable es que se quede solo en el primero, a causa de la cumbre europea convocada el mismo día 25 sobre el Brexit.
Ninguno de los dos pierde el sueño por eso. A Susana Díaz le gustaría declarar Andalucía territorio PSOE libre de 'sanchismo', mientras el presidente del Gobierno persiste en sus ritos de apareamiento con enemigos declarados de la Constitución. Pero su cita andaluza es de común interés. Ninguno de los dos quiere dar cuartos al pregonero en puertas de unas elecciones.
En la agenda internacional del presidente han
encontrado ambos la excusa perfecta para correr un tupido velo sobre sus
profundas diferencias políticas y personales. Así es desde que el famoso "no es no" dividió al partido
frente al apremio de la gobernabilidad del país, entendida como una
exigencia de Estado (la misma que ahora invoca Sánchez cuando intenta
restaurar las tóxicas alianzas que le hicieron famoso).
A un lado quedó el PSOE representado provisionalmente por la gestora presidida por el asturiano Javier Fernández. Al otro, el 'sanchismo', cuya victoria en las primaras internas de mayo de 2017 no llegó a tiempo de impedir la investidura de Rajoy. Había sido posible en octubre del año anterior gracias a la abstención socialista, denostada por el 'sanchismo' y vista por los dirigentes del plan antiguo como una necesaria contribución a la estabilidad de un país que venía dando tumbos desde las malogradas elecciones de diciembre de 2015.
'Susanismo' y 'sanchismo', pues, son dos vectores larvados pero vivos, aunque en el mercado electoral responden con la misma marca.
Por la cuenta que les trae a ambos mientras las urnas estén abiertas.
Como es el caso del aquí y ahora en Andalucía. Al menos hasta el 2 de
diciembre. Aun así, nunca encontraremos en el paso fugaz de Sánchez por
la campaña la fotográfica complicidad de Felipe González y Susana Díaz,
el jueves pasado en el Rocío.
A ambos perjudicaría ahora marcar distancias entre las dos ramas de la familia socialista. Pero a los adversarios, no. Es decisión del estado mayor de Pablo Casado, que va a echar el resto en la campaña andaluza, distinguir entre PSOE y 'sanchismo'. De ahí su intención de meter el conflicto catalán en una zona de España donde no cala la política de apaciguamiento de Moncloa. Lo cual también es de aplicación al PSOE andaluz liderado por Susana Díaz que, como otros barones regionales (Lambán, Fernández, Varas, García Page…) no disfruta con la banda sonora del 'sanchismo': música de violines respecto al más grave de los problemas que hoy por hoy afectan a la salud del Estado.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
En solo dos mítines de apoyo a la candidata socialista está prevista la presencia del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Uno el 18 de noviembre en Chiclana (Cádiz) y otro el 25 de noviembre, en Marbella (Málaga). Lo más probable es que se quede solo en el primero, a causa de la cumbre europea convocada el mismo día 25 sobre el Brexit.
Ninguno de los dos pierde el sueño por eso. A Susana Díaz le gustaría declarar Andalucía territorio PSOE libre de 'sanchismo', mientras el presidente del Gobierno persiste en sus ritos de apareamiento con enemigos declarados de la Constitución. Pero su cita andaluza es de común interés. Ninguno de los dos quiere dar cuartos al pregonero en puertas de unas elecciones.
A
Díaz le gustaría declarar Andalucía territorio libre de 'sanchismo',
mientras Moncloa persiste en su rito de apareamiento con enemigos de la
Constitución
A un lado quedó el PSOE representado provisionalmente por la gestora presidida por el asturiano Javier Fernández. Al otro, el 'sanchismo', cuya victoria en las primaras internas de mayo de 2017 no llegó a tiempo de impedir la investidura de Rajoy. Había sido posible en octubre del año anterior gracias a la abstención socialista, denostada por el 'sanchismo' y vista por los dirigentes del plan antiguo como una necesaria contribución a la estabilidad de un país que venía dando tumbos desde las malogradas elecciones de diciembre de 2015.
Los dos vectores
socialistas siguen larvados pero vivos, aunque en el mercado electoral
responden con la misma marca. Por la cuenta que les trae
A ambos perjudicaría ahora marcar distancias entre las dos ramas de la familia socialista. Pero a los adversarios, no. Es decisión del estado mayor de Pablo Casado, que va a echar el resto en la campaña andaluza, distinguir entre PSOE y 'sanchismo'. De ahí su intención de meter el conflicto catalán en una zona de España donde no cala la política de apaciguamiento de Moncloa. Lo cual también es de aplicación al PSOE andaluz liderado por Susana Díaz que, como otros barones regionales (Lambán, Fernández, Varas, García Page…) no disfruta con la banda sonora del 'sanchismo': música de violines respecto al más grave de los problemas que hoy por hoy afectan a la salud del Estado.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
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