El excomisario Villarejo
EFE
Tienen razón los jueces de la Audiencia Nacional (AN) cuando sostienen que el de José Villarejo Pérez
es “el caso de corrupción más grave de los ocurridos en democracia”, y
eso que hemos tenido donde elegir en los últimos 40 años. Porque engloba
en sí mismo todas las corrupciones posibles, y porque afecta de forma
tan directa como fatal a la Corona, la Justicia, la Seguridad del
Estado, la clase política y empresarial, y naturalmente la periodística.
El 17 de noviembre de 2017, el titular de tamaño destrozo fue detenido
por Asuntos Internos de la Policía acusado de cohecho, blanqueo de
capitales y pertenencia a organización criminal en relación a la trama
de empresas de su propiedad. En la cárcel de Estremera sigue el
angelito. El descifrado del embrollo se sigue en el Juzgado de
Instrucción nº 2 de Plaza de Castilla y en el Juzgado Central nº 6 de la
AN, entre otros, pero un extraño marasmo parece invadirlo todo: la
sensación de que nadie quiere comerse ese marrón, ascua que quema,
porque cualquier indagación apunta pronto “hacia arriba”. Convencido de
la fuerza de su chantaje, el aludido lleva tiempo soltando auténticos
torpedos que no han logrado el resultado esperado: a todos les gustaría
que Villarejo desapareciera del mapa sin dejar rastro, pero nadie se
atreve a obrar en consecuencia. Hoy no es posible ponerlo en libertad
sin que caigan las ya de por sí frágiles columnas del templo. ¿Qué hacer
con Villarejo?
Ahora sabemos que el comisario y su segundo de a bordo, Enrique García Castaño, alias El Gordo, compartieron frecuentes francachelas con una hoy ministra de Justicia, Dolores Delgado, que celebraba alborozada las zafias confidencias de los polizontes en compañía de su intimísimo Baltasar Garzón,
un tipo expulsado de la carrera judicial por prevaricación. La ministra
Delgado está políticamente muerta, por mucho que el presidente, incapaz
de soportar una nueva dimisión en su Gabinete, se empeñe en mantenerla
para oprobio de demócratas. Las revelaciones del comisario en formato
audio se han llevado también por delante la carrera política de María Dolores de Cospedal, ex secretaria general del PP y ex ministra de Defensa, entre otras cosas. Este jueves, Tono Calleja y Alex Requeijo publicaban en Vozpopuli
la transcripción de un audio según el cual el inevitable Garzón,
entonces titular del Juzgado Central de Instrucción nº 5, a punto de
levantar el vuelo para Estados Unidos, tranquilizaba a Villarejo sobre
asuntos de su interés que llevaba en su juzgado, asegurándole que su
sustituto, el también juez Grande-Marlaska,
era un tipo de fiar: “Me ha dicho que confíe en él, que es un tipo
cojonudo”. Marlaska, hoy ministro de Interior, asegura no recordar haber
mantenido contacto alguno con estos comisarios. Una clase política
achicharrada con y por Villarejo. Nadie quiere saber nada de Villarejo.
¿Quién quiere salvar a Pepe Villarejo? En el Juzgado de Instrucción nº 2 de Madrid, a cargo del juez Arturo Zamarriego,
el “caso del pequeño Nicolás” acabó convirtiéndose en el “caso
Villarejo” para desgracia del ex comisario. Zamarriego, un juez
valiente, decide nombrar una Comisión Judicial de apoyo, encabezada por
el máximo responsable de Asuntos Internos, Marcelino Martín Blas, con la intención de inspeccionar los bajos del clan mafioso. Con la ayuda del agente Rubén López,
Martín Blas inicia una minuciosa investigación que pronto da sus
frutos, porque ya en mayo de 2016 presentan al juez un detallado informe
en el que acusan a toda la cúpula policial, incluido el Director
Adjunto Operativo (DAO) Eugenio Pino, de
“organización criminal”. Pino cesa a Martín Blas con la idea de acabar
con la investigación, pero Zamarriego lo rescata de inmediato.
Respaldado por el trabajo de esa Comisión, el juez está convencido de
que si se atreve a empapelar a la cúpula policial que ha corrompido el
sistema pasará a la historia como el justo que fue capaz de limpiar una
Seguridad del Estado corrompida de la cruz a la raya. “Podemos acabar de
una vez por todas con la corrupción policial”, le animan. Y él mismo se
estimula, “que sí, que sí, que vamos palante”. Y
todo está preparado para detener a Villarejo con las manos en la masa, a
Villarejo y a los que están por encima de Villarejo (Pino, Linares, Díaz-Pintado
y tantos otros), un volcán a punto de explotar, el operativo montado,
las horas precisas, los agentes listos, pero en el último minuto, a
punto de estampar su firma, Zamarriego duda, levanta el boli del auto
que debía autorizarla y la operación se suspende.
Ha ocurrido lo inesperado: el juez Zamarriego da el salto
a la Audiencia Provincial de Madrid, un paso adelante en su carrera que
deja empantanada la investigación del caso Villarejo. José Ramón Navarro,
presidente de la Audiencia Nacional, promete a su amigo Arturo un
puesto a su lado, le asegura la máxima promoción, todo el mundo quiere
poner el culo en la AN, pero como no te puedes venir de golpe, porque
eso llamaría mucho la atención, tienes que pasar una temporadita en el
purgatorio de la Audiencia Provincial como primer paso. Y Zamarriego
acepta, es humano, sus dos amigos (Navarro y Diego de Egea,
los tres jurídico-militares, los tres devotos del principio de
obediencia debida, los tres hombres de honor empeñados en hacer
Justicia) han alcanzado ya el éxito profesional y él todavía transita
por un juzgado de la plaza de Castilla. Y Zamarriego, un tipo íntegro
que estaba decidido a acabar con Villarejo, se rinde.
Las extrañas visitas al despacho del juez
Si
en mayo de 2016, los policías de la Comisión ya tenían clara la
estructura delictiva del clan Villarejo, en septiembre de ese mismo año
el juez Zamarriego asiste perplejo a una auténtica peregrinación de
notables que pasan por su despacho dispuestos a interceder por el ex
comisario. La nómina se ha podido concretar tirando del hilo de las
conversaciones grabadas a Eduardo Zaplana. El primero es Rafael Cortés Elvira, ex secretario de Estado para el Deporte con Felipe González. Después llegó la visita de Javier Gómez Navarro, ex
ministro de Comercio con Felipe y ex presidente del Consejo Superior de
Cámaras entre 2005 y 2014. Luego desfiló el también influyente
socialista Javier de Paz, miembro del consejo de Telefónica e íntimo amigo de Rodríguez Zapatero.
A continuación llegó el turno de su gran amigo y compañero en el
Consejo de Telefónica, el citado Zaplana, hoy en prisión gravemente
enfermo. Y por fin apareció en el despacho del magistrado el mismísimo José Luis Rodríguez Zapatero, el ex presidente del Gobierno hoy dedicado de hoz y coz a un vergonzoso trapicheo con el criminal régimen de Maduro. Y todos van, más menos, con el mismo mensaje: hay que buscar una solución para ese probo personaje que es Pepe
Villarejo, un tipo que ha prestado tan grandes servicios al Estado, y
“esta historia tiene que terminar sin vencedores ni vencidos”, pero,
¿quiénes son los vencedores y quiénes los vencidos? Todos quieren
detener el brazo de la Justicia y extender un manto de silencio sobre el
mayor caso de corrupción de la democracia española.
Ayer supimos, en exclusiva Vozpopuli, que Zapatero se reunió hace apenas 15 días con Pablo Iglesias
en el espléndido apartamento que Javier de Paz posee en las
inmediaciones del Palacio Longoria, sede de la SGAE, en la calle
Fernando VI, cerca de la plaza de Alonso Martínez. ¿De qué se habló en
esa cena? Además de transmitir los últimos mensajes traídos de allende
el Atlántico por el correo privado del zar bolivariano, ¿está Zapatero
intentando lograr el nihil obstat del señor marqués
de Villatinaja a la gran componenda que tantos y tan poderosos
personajes parecen decididos a intentar con el “caso Villarejo”, y que
no es otra que la de ponerle en libertad a cambio de su definitivo
silencio?
Zamarriego abandona el Juzgado de Instrucción nº 2 y en su lugar, como sustituta, aterriza la juez Pilar Martínez Gámez,
procedente del Juzgado de lo Social número 2 de Toledo, Castilla-La
Mancha, territorio Cospedal, sin la menor idea de las aguas pantanosas
por las que se disponía a incursionar, aunque muchos sospechan que con
la idea clara de dar carpetazo al asunto. ¿Cómo es posible que para
sustituir a un juez de instrucción de Madrid que lleva casos tan
notorios como los citados llegue una señora de Toledo y de un juzgado de
lo Social? ¿No habrá estado por medio el jefe de la fiscalía de la
Audiencia Provincial de Madrid, el amigo José Javier Polo,
íntimo de Cospedal? El hecho cierto es que la juez Martínez pone manos a
la obra, disuelve la Comisión Judicial, archiva la investigación, y dos
meses después imputa a los investigadores Marcelino Martín Blas y Rubén
López. ¡El mundo al revés o no tanto…! La investigación sobre Villarejo
en el “caso del pequeño Nicolás” está hoy en punto muerto -el poder de
los poderosos amigos del ex comisario-, aunque fuentes de las
acusaciones sugieren la posibilidad de que esta causa acabe también en
la AN.
También Diego de Egea asciende
Todo cambió para el personaje tras una denuncia anónima
que le vinculaba con el cobro de comisiones por trabajos efectuados para
Gepetrol, la empresa nacional de petróleo de Guinea Ecuatorial, una
denuncia muy oportuna que no ponía en peligro ni a la Corona, ni al
Gobierno Rajoy, ni a la cúpula de los
jueces, ni al lucero del alba. La denuncia recayó en la Fiscalía
Anticorrupción y en la AN, concretamente en el Juzgado Central de
Instrucción nº 6, cuyo titular es el magistrado García-Castellón.
Con Villarejo en la cárcel, de las correspondientes pesquisas se ha
venido encargando hasta ahora Diego de Egea como juez de refuerzo,
nombrado para tal misión por su amigo Moncho
Navarro. El material incautado aquel 7 de noviembre de 2017, “operación
Tándem”, equivale a cerca de 35 terabytes de información que alojan 400
carpetas informáticas, resultado de 25 años de desvelos del micrófono
espía de quien fuera ascendido a comisario por Alfredo Pérez Rubalcaba
sin reunir los requisitos exigidos. Todo un régimen, el de la
Transición, en los ficheros de Villarejo. Jueces, fiscales, políticos,
empresarios del Ibex, todos muy asustados, que, con excepción de Francisco González (BBVA), aún no han enseñado la patita, y periodistas, aunque todo el mundo saben quiénes formaban parte de esa cuadra.
Pero el juez De Egea –algunas de cuyas decisiones han sido fuertemente contestadas por los fiscales anticorrupción del caso, Ignacio Stampa y Miguel Serrano-,
lo deja. Él también va a ser ascendido en su carrera profesional,
dejando de nuevo empantanada la investigación de la mafia
jurídico-policial. Su candidatura parece ser la favorita para presidir
la Audiencia Provincial de Madrid. Qué cosa tan curiosa: ¡todos los
jueces que tienen que ver con la instrucción del escándalo Villarejo
ascienden como la espuma…! En caso de confirmarse tal evento, una de las
primeras tareas que tendría que afrontar el nuevo CGPJ salido del
vergonzante pacto suscrito entre Sánchez y Casado
sería el nombramiento de un sustituto como juez de refuerzo en el
Central nº 6. En realidad, la suerte de Diego de Egea está en manos de
Dolores Delgado, la mujer achicharrada por la grabadora de Villarejo, y
del nuevo presidente del CGPJ, Manuel Marchena, un jurista amigo de Schola Iuris,
el tinglado de Villarejo para tener entretenidos a jueces y fiscales
con conferencias bien remuneradas. Todo huele a podrido. Mientras tanto,
el rey del hampa policial amenaza: “Si no me sacan pronto, habrá
novedades a finales de septiembre", aseguró el pasado julio. "Y la traca
final… antes de Navidad”.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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