Las ocurrencias del ‘sanchismo’ tienen todas el mismo objetivo:
corregirnos, demostrar que hasta ahora hemos vivido en el pecado social,
ecológico o de género
Pedro Sánchez.
EFE
Pregunté a mis alumnos si sabían decirme a qué ideología
correspondía la sentencia siguiente: “Todo en el Estado; nada fuera del
Estado; nada contra el Estado”. No dije el autor, así que la incógnita
se mantuvo durante unos segundos. “Comunismo”, dijeron unos; “fascismo”,
respondieron otros. Valdrían ambas respuestas, aunque en realidad fue
una sentencia de Mussolini que podría haber firmado Lenin, y que hoy tomarían algunos ingenieros sociales.
No falta quien se entretiene con las batallitas internas de Podemos, otrora debido a la hegemonía de dogmas, hoy simple lucha de poder. Carmena quiere elaborar su propia lista, mantener su autonomía frente al Caudillo,
pero Iglesias insiste en el exmilitar y su brigada paracaidista para
tomar Madrid. Da igual si hay distintas sensibilidades socialistas,
matices populistas, o estrategias para engullir al socialismo madrileño.
Hay algo que les une y que hará que sigan juntos: la ingeniería social.
Es propio de las izquierdas. El individualismo, las libertades y la sociedad abierta son, gritan, enemigos del progreso. Ese nuevo clero sostiene que siempre hemos vivido en pecado patriarcal y capitalista, contaminante e insolidario, acaparador y alienante, y anuncian que vienen a salvarnos,
a reconstruir la comunidad sobre “la verdad”. Por esta razón, PSOE y
Podemos, pueden ser rivales en las urnas, pero son compañeros de viaje
en todo lo demás. Comparten un “proyecto transformador” de la vida
privada y pública.
El Gobierno destaca por contraponer su debilidad parlamentaria, y su corta legitimidad, con la contundencia de sus propósitos y el desprestigio de los poderes del Estado
De ahí ese empeño en cambiar las costumbres
y el lenguaje, el paisaje urbano y el consumo, las creencias y las
relaciones personales. Toda esa ingeniería social, esos cambios a golpe
de decreto y propaganda mediática, se envuelve en un democratismo y progresismo que encubre un espíritu mussoliniano.
De
esta manera, estas izquierdas, estos aprendices de Frente Popular,
consideran que el individuo solo tiene sentido si contribuye a la
construcción y mantenimiento de su paraíso ecologista, antipatriarcal y
socialista. ¿Para qué están las leyes y las instituciones si no es para
enseñar a la gente cómo tiene que vivir?
La ingeniería social que ha puesto en marcha Ahora Madrid,
la marca de Podemos en la capital, es una broma en comparación con el
cambio radical que planean para un segundo mandato. No se diferencian
del PSOE de Pedro Sánchez. Es cierto que su
ocupación de La Moncloa, legal pero irreverente con la democracia, es
una simple pasarela propagandística, un sinfín de spots políticos. Ahora
bien, todas sus propuestas han tenido hasta ahora el freno de la oposición y de otras instituciones; el check & balances del que alardean con justicia los norteamericanos. Pero esto se puede acabar.
El
gobierno de Pedro Sánchez se está destacando por contraponer su
debilidad parlamentaria y su corta legitimidad, no pasada por las urnas,
con la contundencia de sus propósitos y el desprestigio de los poderes del Estado. Al faltar a su palabra y no convocar elecciones, restó confianza en el Ejecutivo, por mucho que diga el chef Tezanos. ¿Y qué decir de su tolerancia con la campaña contra Felipe VI?
La ingeniería social que ha puesto en marcha Ahora Madrid es una broma en comparación con el cambio radical que planean para un segundo mandato
Al pactar con los enemigos del orden constitucional y
poner en duda el carácter democrático y la validez del Senado,
desprestigió al Legislativo. Al impedir la independencia del máximo órgano del Poder Judicial, una vez más, siguiendo la tradición impuesta por Alfonso Guerra en 1985 y no deshecha por el PP, ha restado confianza de los españoles en la justicia.
De esta manera, al mismo tiempo que va alimentado la creencia de que el régimen del 78
está agotado o que contraviene unos supuestos nuevos tiempos, se dedica
a crear conflictos. Las izquierdas han considerado siempre que la
política es descubrir problemas que nadie había percibido, extremar las
posiciones, y presentarse como solución a una cuestión que nadie había
planteado. Es ingeniería social.
Las ocurrencias del sanchismo se dirigen todas hacia el mismo objetivo: corregirnos, asegurar que hasta ahora hemos vivido en el pecado
social, ecológico o de género. Unos días son planteamientos para
cambiar la educación y eliminar la concertada, otros para un referéndum
de “autogobierno” en Cataluña, después quiere despatrimonializar a la
Iglesia, al día siguiente nos llama machistas
por tener una Constitución con lenguaje “no inclusivo”, y finalmente,
tras anunciar más impuestos, impondrá que conduzcamos todos un coche
eléctrico hacia el paraíso ecosocialista.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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